La mal llamada Transición y esta Monarquía parlamentaria - por Erasmo Quintana -

Hay cosas que a estas alturas nos incendian la sangre. Porque, vale, ha devenido una generación que ya no es aquella de hace cuarenta y tantos años, preparada y comprometida con el devenir político de la nación. Lo de ahora es que no hay por dónde cogerlo. Y se ve en todo. Por ejemplo, dónde ha ido a parar el medio RTVE con un gobierno -de progreso- socialista, nombrando a un individuo como el actual presidente, ese señor Pérez Tornero. A ver, lo que se le exige al responsable de un medio público -que pagamos todos- es que, ideológicamente hablando, no sea de ningún partido. Solo se le exige que actúe como un profesional de la información. Pero con sus acciones demuestra que sí tiene ideología: la derecha; lo que pone de manifiesto que su cargo es una bajada de pantalones de Pedro Sánchez ante el PP (ello entre otras concesiones) como una catedral de grande.

Esencialmente hoy, el medio de difusión público tiene el encefalograma plano, pues los programas de la franja horaria de mayor audiencia son bazofia pura, anodinos y simplistas, sin interés y una dormidera, dignos de un público amorfo que no piensa.

Parece más propio de una imaginación calenturienta percatarnos de que en esta Monarquía parlamentaria que es España, sucedan cosas tan horrendas como las que tuvo lugar en la triste intentona del 23-F por un militarote, el coronel Tejero, queriendo emular aquella otra de 1936, triste contienda criminal entre hermanos que fue en realidad el levantamiento militar contra los propios españoles.

El ambiente discordante de hoy es el mismo. Un medio país trabajando (cuando puede), malviviendo, junto al otro que disfruta de todas las bondades del sistema, montado a su más efectivo interés y que vive con el mejor ánimo insolidario.

De entre éstos, pervive un sector proveniente del fascio más radical con el mismo envalentonamiento amenazante que practicó en los terribles prolegómenos, justificantes de la supuesta "necesidad" de aquel golpe de Estado tan funesto.

Grandes fortunas y altos ejecutivos españoles financiaron el nacimiento de Vox a partir del grupo ultracatólico Hazte Oír

Ha habido mucha mentira blanqueante sobre este tema, y la más sonada, que el asesinato de Calvo Sotelo fue el detonante del levantamiento militar. La verdad es que desde el mismo instante de la proclamación de la República en 1931, empezaron los movimientos en su contra y, con la victoria del Frente Popular en 1936, nunca aceptada por la derecha, tradicionalistas y monárquicos se vieron ya con Mussolini y recibieron de éste armas y dinero.

El ambiente que ahora tenemos de calma chicha, diríamos, es porque el sistema funciona a la perfección, aunque se vean cosas tan poco edificantes como un granuja que está protegido por la Ley, que hace lo que le da la gana amparado por la misma Constitución del 78. En el Título II, Art. 56, punto 3, dice: “La persona del Rey es inviolable -impune- y no está sujeta a responsabilidad”. En el Art. 1, punto 2 del Título Preliminar, se dice: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Esto es una falacia, no es verdad. El pueblo español no es soberano porque no elige al Jefe del Estado; ya lo eligió por él Franco con una pierna en la sepultura, y se hereda de padres a hijos. Para finalizar, en el punto 3, dice “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. ¿En qué quedamos? Por ninguna parte se dice que España sea una democracia, y menos todavía, plena. En la Constitución de 1931, sí lo explicita: Art. 1 del Título Preliminar, Disposiciones generales, dice: “España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia”.  Art. 2 “Todos los españoles son iguales ante la Ley”. Y Art. 3 “El Estado español no tiene religión oficial”.

Lo nuestro, estimados que me leen, no fue una Transición rompedora del pasado franquista. En realidad, puro continuismo. El Régimen de Franco siguió vivo y coleando porque dejó en la Jefatura del Estado como su sustituto a un miembro de la Casa de Borbón, símbolo de unidad y permanencia (de lo que había) y con todas sus prerrogativas ante la Ley, que lo convierte en inviolable y menor de edad ante un delito, por grave que este sea.

Lo que tenemos es, pues, una pseudodictadura disfrazada de democracia. El mismo régimen franquista reconvertido en una simulación democrática y que en realidad es -lo dice la Constitución- una Monarquía parlamentaria. El pueblo, que la Carta Magna contempla como el soberano, del que emanan todos los poderes del Estado, es en realidad una engañifa.

Y en todo esto la Iglesia católica no es ajena, ya que fue uno de los pilares fundamentales de apoyo en la guerra civil fascista. Finalizada la misma, allá por 1953, firmó con el Estado español un Concordato (que continúa en vigor, con una ratificación en 1979), realizado muy en secreto, por el que se asegura los derechos y prerrogativas propios de la única religión reconocida oficial de la nación, y por el que recibe una suculenta dotación económica anual (no conocida por los ciudadanos), que sale de los Presupuestos Generales del Estado.

Hasta no hace mucho, la Conferencia Episcopal Española, es decir, la cúpula  de la Institución eclesiástica, tomaba parte del debate político nacional en todas aquellas cuestiones que le importaban, tocantes a sus intereses.

Debe ser que ahora todo va a pedir de boca para la congregación, que no se les oye tal como nos tenían acostumbrados. En verdad es que no les puede ir mejor: tienen una ingente cantidad de negocios por los que no cotizan a Hacienda un céntimo, como sí está obligado hacer todo hijo de vecino. Además, no sé cómo andará el tema espinoso de las inmatriculaciones, procedimiento por el que, terreno, casa o propiedad cualquiera que no se le conozca dueño o testamento, los obispos, convertidos en registradores de la propiedad, se adueñan libremente de la propiedad, sin nadie que les rechiste. Esta es la democracia, que dicen, tenemos.

* En La casa de mi tía por gentileza de Erasmo Quintana