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miércoles, 24 de abril de 2024 08:07h.

Los marchantes, compraban y vendían cabras... - por El Padre Báez

... las llevaban a arrastros, tirando de ellas, a varias amarradas y mezcladas, por esos caminos de Dios, y asomándose por las casas con la doble pregunta si le comprábamos o vendíamos una cabra;..

Los marchantes, compraban y vendían cabras... - por El Padre Báez, presbítero *

... las llevaban a arrastros, tirando de ellas, a varias amarradas y mezcladas, por esos caminos de Dios, y asomándose por las casas con la doble pregunta si le comprábamos o vendíamos una cabra; también cabía el trueque, a veces con un complemento por parte de una de las partes; y no siempre había que ir hasta la Feria semanal, en San Mateo, para tal menester, con lo que se ahorraba uno el ir y volver, aunque con menos oportunidades en el elegir. Uno y otros salían ganando siempre algo; perder, nunca se perdía, y todo era cuestión de regateo. Era, también, una forma de vida, y hasta una profesión. A algunos les iba tan bien el negocio, que comenzando a pie sus recorridos comerciales, terminaban con camión propio donde llevar la mercancía, y más que de cabras, de becerros y vacas, pero que igualmente se invitaban y te invitaban a esa compra-venta de distintos animales. A veces, criar un becerro era la beca de un curso, un viaje, una compra, una deuda, una boda, etc., que se saldaba o se hacía gracias al animal que poco a poco -y de forma desesperante iba creciendo tan lentamente, que no lo notabas nunca sino siempre igual cual si el tiempo corriera parado-. Una profesión, la de marchante -por aquello que marchaba de un lugar a otro-, en el trajín de comprar o vender, y tener para el Domingo en la Feria, y en la reventa la posibilidad de ganar siempre algunas pesetas sobre el precio pagado. Toda una vida, una tradición, una profesión..., venida tan a menos que en menos de medio siglo, ha desaparecido.

El Padre Báez, que recuerda la compra o venta de una cabra, era la solución económica con la que hacer frente a un imprevisto, un avanzar en la economía doméstica y sobresueldo, y un tener un fondo de ahorros para lo que pudiera hacer falta, e incluso, para volver a comprar otro animal, que más barato, de dejara un poco de ganancia, hasta repetir la operación, mejorado el animal último comprado (mi padre lo cambiaba con limpiarlo, lavarlo, cortarle el pelo, etc. ¡parecía otro en tres días!). La cabra, siempre en medio de la economía y vida familiar; ella cual pilar central -entonces- en toda casa, en todas las casas. Que lo que es ahora, el cabildo, ya sabemos: nos las matan.

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“... con temor y temblor...” (Flp 2, 12b-15a). / “... mi corazón entero en el temor...” (salmo 85).

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Nuestras cabras libres merecen nos molestemos en asistir el viernes al Valle de Agaete para su defensa. El cabildo las mata. Nos reunimos y decidiremos. Día 12, a las 20,30 en la Asociación del lugar. Allí, todos los que puedan ir. Les espero.

 

* En La casa de mi tía a petición de El Padre Báez