¿Qué más hartazgo tiene que haber para que el pueblo se rebele? - por Erasmo Quintana *

En este pueblo, sin embargo, algo se mueve, haciendo lo que no hacen las instituciones públicas: Gobierno, la Justicia y políticos democráticos. Se manifiesta en contra de normalizar a un partido político que es en su esencia antidemocrático. Éste, llamado Vox, haciendo honor a su más íntima esencia, se ha declarado en contra de todos aquellos logros que nos hemos dado una vez desaparecido el dictador. Se manifiesta en contra de todo lo que caracteriza a un sistema democrático, y aprovecha el juego de libertades que le ofrece este sistema para llegar al poder, y cuando está bien aposentado en él, hacer tabla rasa con las libertades, implantando su característico sistema dictatorial, como herederos que son del franquismo más puro. En la precampaña de la Comunidad de Madrid, como aspirante a la ocupación del poder autonómico, allí donde este partido nazi va con el mitin, los ciudadanos son víctimas del sabotaje, haciendo lo que no se ha atrevido nuestro sistema, que es rechazarlos por ser un peligro para la convivencia nacional. Lo último ha sido en el barrio madrileño de Vallecas, el cinturón rojo, con más de alguna actuación poco recomendable, además de reprobable por tiro de piedras, cosa que no se puede aceptar. Todo, menos ese tipo de violencia. Ellos sí son violentos en el fondo; pero un demócrata no debe imitarlos usando tanta agresividad.

Brillante idea la de Abascal, dando un mitin en Vallecas, barrio de sus más encendidas diatribas contra sus habitantes y donde él sabe que por ello no es bien recibido. ¿Cuál ha sido la estrategia? Provocar. Es como si Iglesias va al barrio de Salamanca a meterse con las señoras que van con abrigo de visón. Abascal lo consiguió, porque lo sucedido es lo que él quería. Insultos, vuelo de todo tipo de objetos: palos, botellas y piedras. Los ánimos exaltados, fue la oportunidad de dar órdenes a los suyos de romper el cordón policial para que atacaran, y allí se incendió la mecha. El desmadre le sirve para quedar como víctima, un mártir, y que todo indocumentado le dé la razón. De paso es la campaña ansiada y que se hable de Vox, no por el contenido del mensaje propagandístico, que se las trae, sino por el incidente en si. 

Con el grave problema de la pandemia coronavírica de más de un año activa, nuestro país, al igual que el resto de las naciones del orbe, está pasando momentos muy críticos desde el punto de vista sanitario -han muerto  muchos miles de personas-, así como en lo económico -tiene el mayor paro de su historia, y hay una legión viviendo de los ERTE, además de muchísimos necesitados del salario mínimo vital, que no les llega en la mayoría de los casos, etc-. El Gobierno de coalición PSOE-UP, al que le tocó el marrón, ha encarado la crisis como ha podido, porque, en vez de ser acompañados en esta terrible adversidad del Estado, la oposición PP-Vox-Cs no ha dado una sola muestra de responsabilidad: pensar más en la Nación que en sus propios y mezquinos intereses de partido. Ésta -la oposición- ha hecho todo lo contrario, pues parece que para ella cuanto más grave es la situación de los españoles, piensan que tanto mejor es para sus formaciones políticas.

Nos parece que hace falta un revulsivo, que no llegará. Pues, contra lo que cualquiera, en buena lógica pudiera pensar, no es la depresión económica de los pueblos (la falta de pan) la base de las revoluciones de los auténticos revolucionarios, según decía en el siglo XIX el pensador y jurista, vizconde Alexis de Tocqueville en su “Antiguo Régimen”, y junto a él los pensadores de izquierda posteriores. Donde mejor están los obreros, más numerosas son las huelgas. Por el contrario, la miseria no engendra rebeldía (sorprendentemente, decimos nosotros), sino que “por regla general la mata allí donde existe”, decía en La voz del Cantero, allá por abril de 1914, Federico Urales, padre de la anarquista y ministra de la II República, Federica Montseny.

La Historia se ha encargado de robustecer esta creencia teórica. Los que se sublevaron en octubre de 1934, no eran los braceros de la Andalucía profunda; fueron los mineros de Asturias, que eran los mejor pagados del momento en España. Con la caída del fascismo en la Italia de Mussolini, fue la extrema izquierda la que se lanzó a las calles pidiendo la revolución, cuyo cuerpo estaba formado por obreros de la Fiat de Turín, también los mejor pagados de Italia.

¿Será esta la causa de que en nuestro país, a pesar de lo mal que lo pasa el pueblo en lo económico y en aquello más elemental para una supervivencia digna, lleve su cruz estoicamente y sin rechistar? Y es que hay que ver lo mal que lo llevan y viven muchos compatriotas nuestros, pobres de solemnidad, espantando su vergonzosa hambre con lo que les dan mes a mes en Cáritas.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana