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sábado, 20 de abril de 2024 00:57h.

Masculinos; femeninos; anglicismos - por Nicolás Guerra Aguiar

 

FRASE AGUIAR

Masculinos; femeninos; anglicismos - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

irene monteroLa señora Montero reclamó con todo su derecho el uso de la palabra portavoza para referirse a ella como vocera de Unidos Podemos en el Parlamento español. Por mi parte, ninguna objeción: a fin de cuentas, si nuestra lengua admite el femenino vocera como mujer que habla en nombre de un grupo, ¿la flexibilidad no permite, acaso, el uso de portavoza exactamente con igual significado?

   Se trata de un vocablo que mantiene la misma forma tanto para el masculino como para el femenino. Consecuentemente, para indicar el sexo de quien ejerce la acción la lengua recurre al artículo (este jamás impone género, le llega marcado): el portavoz / la portavoz; el dirigente / la dirigente. (¿Machismo por la autoridad que implican tales adjetivos sustantivados?) Sin embargo, que la señora Montero exija la feminización de portavoz con el añadido de la –a podría llevar a la conclusión de que esta vocal siempre marca género gramatical. Y no es así como, por ejemplo, en los sustantivos mano, moto; pijama, poema.

   Pese a la novedad, tal demanda ni desestabiliza ni desorienta a los usuarios del español. Aunque, eso sí, puede invitar a un recargamiento imprudente en la comunicación, pues esta ha de ser clara y precisa. Así, es mucho más directo y efectivo en un centro escolar el texto “El tutor convoca a los padres del alumno…” que “El / la tutor / tutora del / de la alumno / alumna… convoca a los padres (padre / madre, madre / padre; padre – padre; madre - madre)”.

   Partamos pues, del siglo XVIII: la RAE es, gramaticalmente, femenina (lo mismo que varias Iglesias, cuyos dirigentes son hombres). Sin embargo, fue fundada y dirigida por varones hasta cuarenta años atrás. Hoy, de sus 46 miembros (dejemos pendiente lo de miembras) 38 son varones. La Academia se fundó en 1713 y fue preciso el paso de 265 años para la llegada a ella de la primera mujer -Carmen Conde, 1978-. (Por cierto: ¡cuántas se perdieron por el camino!: Emilia Pardo Bazán, María Moliner, Carmen Martín Gaite...) Así, resulta obvio (no racional) que fuera impuesto el masculino como genérico (común a los dos géneros) y que, a la vez, el femenino se considerara el género marcado, es decir, específico para mujeres: en “El hombre es mortal” el masculino gramatical hombre se refiere a ambos sexos.

   Pero, curiosamente, sucede lo mismo en “El silbo gomero es patrimonio inmaterial de la humanidad”. Aquí, el femenino la humanidad también engloba a todos los seres humanos: es, pues, genérico. (Rizaríamos el rizo si se reclamara la distinción varón / hembra, hembra / varón en la secuencia Todos los seres humanos. Entraríamos también en el desatino con “Todos / todas los / las seres humanos / humanas”; e incluso cabe un error de concordancia, pues seres es gramaticalmente masculino. ¿Distinguiríamos, entonces, “los seres humanos / las seras humanas”?) 

   Por tanto, si todo se redujera a una simple cuestión numérica deberíamos llamar el Academio a la institución. O, para ser rigurosamente ecuánimes, el Academio, la Academia. Lo cual no solo iría contra la economía lingüística sino, y sobre todo, contra la propia etimología de la palabra: proviene el término –Diccionario de la Lengua Española- ‘del latín medieval Academia; este, del latín Academīa; y este del griego Ακαδήμεια [Akadḗmeia]’.

   ¿Y por qué, podríamos preguntarnos, es voz femenina en latín tal como concreta el Diccionario latino – español de la editorial Spes (compañero de Bachillerato, primeros años de la carrera y acompañante en las aulas de institutos) si, a fin de cuentas, el vocablo está relacionado con Academos, héroe de la mitología griega, a quien fue consagrado un gimnasio cerca de Atenas y donde Platón enseñaba filosofía?

   Obviamente no voy a entrar en laberintos lingüísticos o complejos análisis; pero sí me viene a la memoria un principio rigurosamente aprendido en la Facultad lagunera: el género gramatical nada tiene que ver con el sexo. Así, por ejemplo, la voz mesa es femenina. Pero, ¿qué características fisiológicas tiene para tal condición? Más: ¿por qué el sustantivo coche es gramaticalmente masculino en español… pero no en francés (la voiture)? Se trata, simplemente, de la arbitrariedad: el género de las palabras suele depender de la libre voluntad –hablantes- o el capricho antes que de leyes.

   Aunque es recomendable no olvidar –insisto- que género gramatical y sexo no tienen que coincidir en cuanto que son distintos, nada impide a la señora Montero usar el término portavoza para referirse a ella misma. Ni tan siquiera la “ley Mordaza” de 2015 puede considerar su uso como supuesto delictivo (a la espera del imprescindible voto de Ciudadanos para que se hable de la represiva como de una pesadilla macabra ya pasada). Refuerza, además, otro principio también básico de las lenguas: evolucionan, se transforman.

   Tal fue el caso del castellano, formado mayoritariamente a partir del latín; y de manera tan diferente a este que llegó a convertirse en otra lengua al paso de siglos. Además, los hablantes imponen gustos y preferencias: hace años, la forma masculina el maratón era la única aceptada por la Academia. Hoy se ha impuesto la maratón. (Por cierto: los términos maratoniano -masculino y femenino- y maratonista -única forma para ambos sexos- son los recomendados para referirse a los participantes en la prueba deportiva.)

   Más preocupante, estimado lector (no me inste a recargar con “y estimada lectora”), es la muy respetable -pero las más de las veces innecesaria- monomaníaca obsesión por las voces inglesas, los anglicismos. Es el caso de la foto que acompaña a este artículo: la saqué en el ascensor de un centro comercial… (¡Las Palmas de Gran Canaria!).

palabras aguiar

   Junto a los botones que seleccionan las plantas aparece este cartel sin traducción o acompañamiento. Lo cual no es malo, muy al contrario: fuerza a la multiplicidad lingüística. Pero bien es cierto que desorienta a quien no maneja la lengua de James Joyce. (¿No tiene la nuestra, acaso, las correspondientes voces “niños, mujer, hombres, deportiva”?)

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR RESEÑA