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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

De niños y de niñas, claro.

Un millón de niños - por Antonio Cabrera de León

 

f antonio cabrera

Un millón de niños - por Antonio Cabrera de León *

Un millón de niños abusados. De niños y de niñas, claro. Todo niño entregado a un grupo de hombres poderosos para ser educado, es un ser indefenso que corre peligro si no hay control social de la actuación de esos hombres. Y no lo hubo durante siglos.

Las sociedades más avanzadas del planeta aceptaban, hasta anteayer por la tarde, el castigo físico de los niños que no se plegaban a los requerimientos de sus educadores. Hace apenas unas décadas que empezaron a prohibir que la letra entrara con sangre y a fiscalizar la violencia física. Pero otras formas de tortura, la psicológica y la sexual, permanecieron ignoradas porque los tabúes culturales imponían no querer saber y no querer ver lo que era evidente.

El afloramiento de toda esa violencia repugnante es reciente como fenómeno masivo. Creo que la razón que explica su emergencia es la llegada a la madurez avanzada, e incluso a la vejez, de las primeras generaciones de niños abusados que han vivido el resto de su vida en sociedades libres. Personas que ante la chispa inicial de la denuncia de un valiente, han visto la luz y han decidido mostrar públicamente el horror al que fueron sometidos cuando eran unas criaturas a merced de hombres malos. No quieren morir sin que se sepa.

Dependiendo de la edad a la que sufrieron los abusos, del tipo de los mismos, y de su propio carácter y circunstancias familiares, han vivido heridos, traumatizados, desarrollando personalidades infelices. Han sufrido en soledad y en silencio el dolor, la vergüenza, la rabia, el odio hacia los monstruos que los agredieron y, terriblemente, muchas veces hacia sí mismos por su incapacidad de hablar.

Se puede señalar a muchas organizaciones, predominantemente masculinas, como culpables directas de crear las condiciones para que esa masacre ocurriera. Pero por encima de todas es evidente que la iglesia católica es la principal acusada en el mundo entero. Su inmenso poder político y económico, combinado con la aberración que supone el celibato exigido a su clero, crearon las condiciones para que convivieran en espacios libres de control social la represión sexual, la pederastia y la infancia indefensa.

Todos debemos exigir, y muy particularmente los católicos de base deben exigir, a la jerarquía clerical la petición pública de perdón por albergar ese tipo de criminales en su seno y por ayudarles a esconderse, así como la reparación en la forma que la sociedad fije.

No sólo nos va en ello la compasión hacia el inmenso dolor de la muchedumbre de niños violados, golpeados y torturados. Nos va también el constituir una sociedad en la que aquellos padres que, movidos por su fe religiosa u otros motivos, quieran entregar sus niños para ser educados en un colegio confesional, lo hagan con la seguridad de que tales monstruosidades no volverán a ocurrir.

* La casa de mi tían agradece la gentileza de Antonio Cabrera de León

f antonio cabrera

 

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