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jueves, 18 de abril de 2024 23:08h.

No solo fueron nuestro alimento... - por El Padre Báez

... sino también nuestro vestido fue.

No solo fueron nuestro alimento... - por El Padre Báez, presbítero *

... sino también nuestro vestido fue. Me refiero a las cabras, a las que el cabildo impunemente y desobedeciendo a Europa y sin escuchar al pueblo que en masa le pide cejen o dejen de matarlas, a ellas que nos alimentaron a todos, pues ¿quién no se crió con leche de cabra (que no iba a ser con leche del macho del Garoe)? Pues, que no solo fueron plato en mesa y cogidos de la teta, a muchos amamantó, sino que la economía de la isla e islas pasó por ellas, y ellas fueron nuestra riqueza (aún siendo “la vaca del pobre”), que no conforme con ello de sus pieles, no ya el zurrón para el trabajo, sino que sus cueros fueron nuestros vestidos, y hasta nuestras primeras mortajas, y al respecto visítese nuestros Museos, y que ahora venga toda una institución -venida a menos y en gran medida por esta decisión de matar las cabras-, que vela por la fauna y hace exclusión de la misma a la que pudiéramos considerar la reina de entre los animales, dadas sus prestaciones que hacen incluso sean parte de nuestra identidad, ya que sin ellas quedaría coja o reducida a la mitad. No, no es de recibo, que el cabildo siga en su empeño de seguir acabando con las pocas que nos quedan en lugar de salvaguardarlas como expresamente les manda Europa y a tal fin les envían dinero. Ya es hora se bajen del burro de la soberbia, den marcha atrás y pidan o no disculpas, paguen por el daño causado y hasta si la justicia fuera -y lo es- justa, más de uno de ellos, tendrían que dormir a la sombra de la prisión, salvo que como cabras al sol, salgan al patio.

El Padre Báez, que de mi padre aprendí a amar y a respetar la vida de las cabras, y tanto que mi madre le decía: “¡Rafael, si en el altar vieras hierba que segar para las cabras, hasta allí irías a cogerla!” Y fiel a lo aprendido, las defenderé mientras viva, y en ello ni siquiera he comenzado. Pues hay  mucho camino recorrer, si es que no paran antes.

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“... levanto mis ojos a los montes...” (salmo 120).