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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Sin novedad en las tradiciones españolas - por Nicolás Guerra Aguiar

 

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Sin novedad en las tradiciones españolas - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

cie fuerteventuraEl Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de El Matorral (Fuerteventura) es, sin duda, el más caro del mundo: el Gobierno lleva gastados 4, 1 millones de euros en el cuatrienio 2013 - 2017. ¿Despilfarro? ¿Riguroso control? Si sumamos gastos de limpieza, comidas y servicios médicos comprobaremos la matemática exactitud de la cuatrimillonaria inversión euril, dicen las apariencias. Todo correcto, por tanto, salvo un vaporoso detalle: el CIE majorero lleva cerrado desde 2012.

   Así, el hipotético servicio de comida (El Confidencial, eldiario.es...) desde 2013 hasta hoy se eleva a 525 000 euros. Se trata de “una asignación fija mensual establecida para cada centro independientemente de cuántos internos haya”. Pero en el antiguo cuartel no hay internos. Ni externos. A lo más, ratones y ratonas, cucas inglesas (chiripas) o volonas (salemas, chopas), perengueles (Gáldar) o alguna cabra cuca. El Centro fue cerrado por la escasa utilidad y las violaciones de derechos humanos denunciadas por el Defensor del Pueblo. Ya Canarias7 (abril de 2008) lo adelantaba: el Sindicato Obrero Inmigrante había denunciado ante la Fiscalía General sus condiciones.

   La empresa de limpieza no recibió las cantidades que figuran como asignadas (Interior lo justifica como error de la Dirección General de Policía al rellenar las casillas del cuadrante de gastos). Sin embargo otra adjudicataria cobró 161 000 euros en concepto de alimentación. Según Interior, se le fija presupuesto “por si acaso se necesita”. Los informes oficiales registran otra asignación: el Gobierno invirtió 140 000 euros en atención sanitaria.

   El CIE de El Matorral es, por tanto, un ejemplo más de la idiosincrasia española: se compendian en él rasgos distintivos propios de un país que se llama España, Estado español (Constitución de la II República española, 1931) o Nación española (artículo 2 de la actual Constitución). Para otros es La Patria; nostálgicos y más jóvenes añoran la “Unidad de destino en lo universal”. E, incluso, algunos lo nombran como “La Madre Patria”, denominación usada en la Rusia zarista; pero también se refiere a la monumental escultura erigida en la actual Volgogrado como homenaje a los civiles y soldados soviéticos muertos en la Batalla de Stalingrado (Segunda Guerra Mundial), acaso la más sangrienta de todas en la historia de la humanidad.

   Rasgos distintivos, sí, de esta España anclada ya en una tradición de casi seiscientos años tras la unificación de Castilla y Aragón, edad no aceptada –sin embargo- por todos los historiadores. Pero siglo arriba, siglo abajo, España (“vieja y tahúr” la llama Antonio Machado) ha heredado desde sus orígenes una monotonía claramente definida: la corrupción a manos llenas y, sobre todo, desde órganos del poder.

   Tradición, hábito, práctica e, incluso, solera como elementos definidores. Así, tanto el sabio refranero popular (“Roban los dineros para hacerse caballeros”) como la literatura escrita (“Esa España inferior que ora y bosteza […] / aún tendrá luengo parto de varones / amantes de sagradas tradiciones”) entran en lo que se dio en llamar “La preocupación por España”, obviamente más en lo literario.

   Desde Quevedo (“Miré los muros de la patria mía”) en adelante -ilustrados, Romanticismo nacionalista, tradicionalismo, liberalismo reformista, Regeneracionismo, Generación del 98 –“¡Me duele España!”, clamó Unamuno-, Grupo Poético del 27, Generación del 36, el compromiso social, la Generación del exilio…-, España ha sido protagonista en la obra de muchísimos escritores. Incluso la “España nacionalsindicalista […] misional e imperialista” voló alto, tan alto, “que debajo de sus ojos / prisionero el sol dejaba”. Es la España de las revistas Escorial, Garcilaso (Luis Rosales, Gerardo Diego, Gaos…).

   Corrupciones y descomposiciones éticas siguen todavía presentes en la actividad política que, como el “fresco general procedente del Norte”, se perpetúa con silencios, entorpecimientos, obstrucciones a la Justicia, triquiñuelas, tragicómicas negaciones o presidencial defensa a quienes borraron los discos duros de ordenadores, sede del PP… Así, en el Informe de 2017 Transparencia Internacional destaca a España como uno de los países más corruptos. Sus méritos en este campo están muy por encima de otros oficialmente viciados (Emiratos Árabes, Bután, Bahamas, Botsuana, Catar, Hong Kong…).  Sirvan, como muestra, dos ejemplos.

   En el apartado “¿Cómo de bien o de mal es la actual actitud de su gobierno en contra de la corrupción?”, los resultados del Barómetro 2017 son contundentes: para el 80% de los encuestados la respuesta es “Claramente mal”. (Podrían servir como consuelo Bosnia Herzegovina, Gabón, Liberia, Madagascar y Moldavia, con más elevado tanto por ciento. Pero Suecia -28%- se sitúa a 52 puntos de España. Portugal registra un 37%, Venezuela alcanza el 76%...) Y a la pregunta “¿Cuántas personas de esta institución –Oficina del Presidente / Primer Ministro- piensa que están envueltas en corrupción?”, el 54% responde que “La mayoría / todas”.

   Sin embargo, ante una hipotética descomposición de las instituciones judiciales (jueces y magistrados), el 86% aparece en la casilla “Ninguna persona / algunas”.  El porcentaje es aun más elevado cuando se pregunta por la Policía: el 91 % responde lo mismo. Solo el 6% afirma que los corruptos son mayoría o todos sus componentes.

   Mientras, los partidos políticos pregonan a voz en grito sus virginidades y la urgente necesidad de leyes para combatir la corrupción. Pero las principales causas de esta giran en torno a prevaricaciones administrativas, urbanísticas (territorio, medio ambiente…), malversaciones… ¿Cómo se llega a tales variantes? Solo hay un camino: a través de la política y del poder político.

   Y si alguien denuncia, ¿quién lo protege contra el inmenso poder al que se enfrenta? El proyecto sobre la Ley Integral de Lucha contra la Corrupción y Protección de los Denunciantes (“¡Cuán largo me lo fiáis, amigo Sancho!”) lleva casi dos años en algún cajón del Congreso. Tras las vacaciones navideñas, el mes de enero será inhábil para sus señorías. Y la segunda semana de febrero también, pues PP y Podemos celebran congresos, como si no pudieran programarlos para las larguísimas vacaciones de enero…

   Tradición española, pues, con perspectivas de inmortalidad. (¿O acaso pretendemos el suicidio colectivo?)

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR RESEÑA