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viernes, 29 de marzo de 2024 00:12h.

Un nuevo tiempo en la Universidad de Las Palmas - por Nicolás Guerra Aguiar

 

NICOLÁS GUERRA AGUIAR 100   Como preámbulo, estimado lector, permítame que por la amplitud significativa de “universitas” (voz latina, ‘universalidad’) aumente la geografía correspondiente a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y me refiera a ella como Universidad de Las Palmas (ULP). A fin de cuentas, es el nombre de la provincia; además, tiene instalaciones en Taliarte (Telde) y Cardones (Arucas). Cuenta, igualmente, con extensiones en Lanzarote y Fuerteventura.

Un nuevo tiempo en la Universidad de Las Palmas - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Como preámbulo, estimado lector, permítame que por la amplitud significativa de “universitas” (voz latina, ‘universalidad’) aumente la geografía correspondiente a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y me refiera a ella como Universidad de Las Palmas (ULP). A fin de cuentas, es el nombre de la provincia; además, tiene instalaciones en Taliarte (Telde) y Cardones (Arucas). Cuenta, igualmente, con extensiones en Lanzarote y Fuerteventura.

rafael robayna romero   Pues bien. Don Rafael Robaina Romero, doctor en Ciencias del Mar y catedrático de Biología, tomó posesión como rector magnífico de esta Universidad, rector magnificus, traducible también como ‘dirigente ilustre’. (A él le corresponde, ahora, ser magnífico rector: con cierta frecuencia, la significación del adjetivo varía si se coloca antes o después del sustantivo al que acompaña.)

   Es, sencillamente, la renovación impuesta por el paso del tiempo. Lo cual no significa, por tanto, anquilosamiento de mandatos anteriores, sino imposición natural. Además, también la casi treintañera ULP necesita, como todas, la pacífica revolución -serena pero intelectualmente incendiaria- para salir de su propia parsimonia. Parece la nuestra, acaso, poco evolucionada (a Unamuno le impacientaba “la lentitud de los hijos de esta tierra”), islada en sí misma, quizás fagocitada por su gran amplitud. Sumemos ligera tendencia a la endogamia y, a la vez, cierto silencio ante brillantes expedientes o premios extraordinarios por tesis doctorales. Añado la escasez de medios económicos.

   Y cuando digo ULP generalizo, claro, pues siempre hay excepciones dada la cantidad de facultades, escuelas e institutos universitarios en su haber. Pero por razones que la propia ULP sabrá estudiar con visión rigurosa, universal y desapasionada, su puesto en el listado nacional no es, precisamente, para echar las campanas al vuelo. (No pueden aplicarse los mismos parámetros, claro; pero si agrupamos las 61 universidades españolas en once bloques decrecientes -Informe BBVA curso 2015 / 16- en función de su rendimiento docente, investigación e innovación y desarrollo tecnológico, la ULP figura casi al final: solo supera a algunas desconocidas como las de Vic, San Jorge, Oberta…)

   Tampoco deben tañer a funerales, ni a ánimas. No obstante, la ULP parece endormida (Diccionario Básico de Canarismos) en sí misma y en iniciales anhelos, a la manera de otras muchas esparcidas por el país tras la disparatada obsesión de crear facultades como si de escuelas infantiles se tratara. Pues provincianas cicaterías, apasionamientos desordenados e irracionales comportamientos llevaron al más perjudicial de los descontroles: cada provincia reclamaba amplísimo campus universitario aunque su alumnado no fuera cuantitativamente significativo. Y ahí está la realidad: sobran, incluso, muchas de Medicina.  

   Así, serias políticas de becas capaces de cubrir estancias y manutenciones sin racanerías ni desequilibrios -incluso viajes- habrían sido suficientes para mantener, por ejemplo, una sola facultad de Medicina en La Laguna (bien es cierto: apasionados sectores tinerfeños forzaron la exigencia popular de la ULPGC). Por tanto, los millonarios ahorros habrían revertido en aquella para beneficio de todos, absolutamente de todos los canarios. (¿Hablamos de filologías, Ciencias Jurídicas, Geografía e Historia, Ciencias de la Educación?)

   Cuando se produce un natural relevo generacional siempre me viene a la memoria el noventaiochista Azorín. La Generación del 98 –todos universitarios y de extraordinaria calidad- fue sustituida por la del 14 o Novecentismo, En este caso, jóvenes intelectuales conscientes del mal de España: para romper las inquisitoriales fronteras del país miran hacia Europa. Viajan a Reino Unido, Alemania…; amplían estudios en sus universidades y contrastan con el anquilosamiento intelectual y científico dominante en las españolas. Reclaman, por tanto, la urgente modernización de estas. Escribió Azorín: "Otra generación ha llegado […] Saben más que nosotros […] Dejémosles paso". (Unamuno afirmó: “¡Que inventen ellos!”, los europeos. Reconoce su gran desarrollo científico y metafísico frente al de España, cuya sabiduría “es el don literario”. Así, ciencia y metafísica europeas y literatura española se fecundarán acaso... Por tanto, no es antieuropeísta.)

     Con cada relevo entra un nuevo equipo de personas. Obviamente, identificadas en una tarea común, la marcada desde antes por el candidato y cuyas directrices ideológicas deben ponerse en práctica (la Universidad es ideología, ha de ser conjunto de ideas relacionadas con el pensamiento). A partir de ese momento las aulas vuelven a recuperar ritmos marcados por palabras científicamente sabias, elementales y rigurosas. Si así no fuera, la institución universitaria dejaría de ser universal y se convertiría –haylas- en simple dispensario de títulos que facultan para ejercicios profesionales. En tales situaciones se traiciona a sí misma: la carencia de Humanismo y Ciencia la transformaría en academia. Por tanto, son menester rigurosos seguimientos, desapasionados e inteligentes análisis, toma de tensión intelectual a cada facultad, escuela… y a sectores del profesorado, a veces desasistidos de elementalidades.

   De la misma manera que confié en los anteriores, tengo confianza en el nuevo rector, en su pensamiento. Al doctor Robaina lo conozco desde mucho tiempo atrás, cuando la PAU se llamaba Selectividad y la Universidad nombraba a un profesor por cada asignatura: figuré varias veces como titular de Literatura Española en el Tribunal presidido por don Gonzalo Pérez Melián, doctor en Ciencias Químicas y catedrático. Ejercía como secretario el actual rector, su discípulo (era patente la entrañable relación entre ambos, no ya de profesor y director de tesis – alumno sino, y sobre todo, de persona a persona). 

   Mantuvimos muy buena e inmediata relación. A fin de cuentas fueron muchas horas en los despachos habilitados para guardar exámenes, sellos, actas… A veces revisábamos hasta las diez de la noche porque ambos imponían seriedad, rectitud y máximo respeto al alumnado. Y hablábamos, claro. Pronto descubrí a un joven inteligente, sensato y respetado profesional. Le esperaba un futuro muy prometedor según el doctor Pérez Melián, desapasionado vaticinador e imparcial testigo.

   Así pues, aguardan titánicas tareas. Hoy todo se desarrolla a ritmos vertiginosos, y la Universidad debe acelerar su adaptación al medio sin olvidar la rigurosa investigación, inteligentes e ilustradas palabras para el aula. Y, por supuesto, imprescindibles racionalizaciones.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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