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viernes, 19 de abril de 2024 17:51h.

Oligarquía, plutocracia. el poder de los más ricos - pòr Francisco Morote, 2013 y 2014

Francisco Morote, de ATTAC Canarias publicaba, en 2013 y 2014, estos tres artículos que advertían sobre el crecimiento deaforado e irrefrenable del poder  de la gente más rica. Me parece muy oportuno, porque no han perdido, lamentablemente, vigencia alguna, recuperar estos textos que recuerdan que las medidas neoliberales aplicadas y defenidas por partidos como el Pp. Ciudadanos, el PsoE o Cc, tienen como resultado, no la recuperación económica, sino el fortalecimiento de ese poder de la oligarquía y el empobrecimiento de la mayoría de la población. Con esto, se ha potenciado el chantaje de los poderosos, que, con la amenaza del paro y la indigencia, consiguen que la gente pobre trabaje. sirva, limpie, distraiga y proporcione placer a la gente rica, por menos dinero.

El poder desorbitado de los más ricos (20 julio 2013) *

Vivimos en un mundo en el que las desigualdades internacionales y nacionales no dejan de crecer. La fractura social es imparable. Riqueza y pobreza son las dos caras inevitables de la misma moneda : el sistema económico capitalista. Un sistema que funciona como un auténtico casino mafioso, enriqueciendo fabulosamente a sus propietarios y empobreciendo a sus incautos clientes. El sistema no está hecho para repartir equitativa o justamente la riqueza, sino para concentrarla en las pocas manos de quienes, en muchos casos, la vienen acumulando desde hace generaciones.

Según diversas estimaciones que se plantean a partir de documentos como el ” Informe sobre la Riqueza Global “, del banco Credit Suisse, o de las declaraciones de la directora general del Fondo Monetario Internacional ( FMI ) Christine Lagarde, cabe afirmar que menos del 10% de la población mundial, exactamente el 8,1% ( 373 millones de personas ) posee el 82,4% de la riqueza total e, incluso, dentro de ese 8,1% de ricos un 0,5% de súper ricos ( 29 millones de personas ) acumulan el 39,3% de la riqueza del mundo. En cambio, el resto de la población mundial que suma más del 90% del total de la población ( acercándose a los 7.000 millones de personas ), tiene tan solo el 17,7% de la riqueza global. De esa intolerable desigualdad en la distribución de la riqueza mundial se deriva una consecuencia dramática y perversa. A la hora de influir en la elaboración de las políticas económicas de los organismos internacionales – Fondo Monetario Internacional ( FMI ), Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio (OMC ), etcétera -, y de los gobiernos, incluidos los denominados democráticos, los intereses que de verdad cuentan son los de esa élite del 8,1% y, sobre todo, los de la súper élite del 0,5% de la población mundial ( 29 millones de personas ) que ella sola acumula cerca del 40% de la riqueza total del planeta.

El lingüista y pensador estadounidense Noam Chomsky lo ha expresado con absoluta claridad recientemente en Bonn ( Alemania ) durante la apertura del Foro Global Mediático : ” Cuanto más arriba se encuentran los ingresos hay mayor influencia en la política y cuando te encuentras hasta arriba en la escala de ingresos, en un rango entre 1 y 10 por ciento de la población, son ellos los que se salen con la suya, son los que determinan la política”.

En nuestro mundo de principios del siglo XXI se diría que se ha realizado el deseo de aquel oficial de las SS de la Alemania nazi que proclamaba que : ” el 5 o 10 por ciento de la población, la élite, debe mandar, el resto, obedecer y trabajar”.

En fin, a estas alturas será discutible si la riqueza da o no la felicidad, pero de lo que no hay la menor duda es que lo que sí da es el poder.

¿ Qué puede hacer entonces ese más del 90% de la población mundial que no tiene o apenas tiene influencia en la elaboración de la políticas de los organismos internacionales y gubernamentales ?

Lo que posiblemente ya ha empezado a hacer. Enfrentarse, a través de la movilización social y de su corolario lógico la organización política, al poder de esa élite de ricos y, sobre todo, a esa élite de súper ricos que bajo un manto aparente de democracia ejerce un control plutocrático del mundo.

Solo cuando los organismos internacionales y gubernamentales diseñen y pongan en práctica políticas que beneficien a ese 90% de la población, aún cuando los intereses de la élites resulten perjudicados, se podrá hablar realmente de democracia, y sobre ella se podrá erigir un mundo más justo en el que la riqueza no sea propiedad y trampolín de unos pocos para gobernar el mundo, sino patrimonio de todos para ofrecernos una vida digna de ser vivida.

 

Abatir el poder desorbitado de los más ricos (11 agosto 2013) *

La humanidad en su conjunto se halla en una encrucijada histórica. La situación de emergencia social y ecológica que vivimos es el fruto del éxito del proyecto neoliberal que desde los años ochenta del siglo XX hasta nuestros días se ha impuesto al mundo. El neoliberalismo ha resultado ser el mejor acelerador de la máquina de desigualdades sociales e internacionales que de por sí fue siempre el sistema capitalista. Hoy la polarización social en el mundo y prácticamente en la mayoría de los Estados es más aguda que nunca.

Una minoría, una élite de súper ricos  ( 0,5 % ) y ricos ( 7,6% ), inferior al 10% de la población, detenta, según el caso, la mitad, las dos terceras partes  y hasta más de las tres cuartas partes de la riqueza global y nacional, en tanto que el 90%  de la población alcanza porcentajes que van desde menos de la mitad, menos de la tercera parte e, incluso, menos de la cuarta parte de la riqueza total. Las 300 personas más ricas del planeta tienen acumulada tanta riqueza ( dinero, bienes, propiedades, grandes empresas ) como los 3.000 millones de personas más pobres. Este estado de cosas es insostenible. Se impone un cambio de época.A lo largo de su existencia las crisis han sido inherentes al sistema capitalista y siempre han llevado a la misma consecuencia : reducir el número de los ganadores que se enriquecen aún más y ampliar el de los perdedores que se empobrecen sin remedio. La crisis actual, 2008-2013, no es ninguna excepción. Los ricos se están haciendo más ricos y los pobres aún más pobres. No hay, pues, más alternativa que la de poner fin al poder desorbitado de los más ricos, suprimiendo la injusticia financiera y fiscal sobre la que descansa su inmensa influencia en los organismos internacionales y en casi todos los gobiernos del mundo.Es la hora de instaurar un Nuevo Orden Financiero y Fiscal Internacional ( NOFFI ) que revierta la situación de enriquecimiento de la élite y de empobrecimiento de la inmensa mayoría de la ciudadanía. Ese Nuevo Orden Financiero y Fiscal Internacional ( NOFFI ) pasaría por la puesta en práctica de dos medidas contundentes : la nacionalización de toda la banca privada con ánimo de lucro, salvo la llamada banca ética, lo que automáticamente conllevaría la desaparición de los paraísos fiscales, y la aplicación de severas reformas fiscales que gravarían los ingresos desmesurados de la élite inferior al 10% de la población que verdaderamente gobierna el mundo.Desde luego no me cabe la menor duda de que estas medidas serán tildadas, como mínimo, de radicales y rechazadas con indignación en los numerosos medios de comunicación que controla en todo el mundo la exigua minoría de súper ricos que lo dirige, pero si verdaderamente se quiere acabar con eso que eufemísticamente se llama la dictadura de los mercados y que no es otra cosa que la dictadura de las élites capitalistas mundiales, no hay otra solución.

La crisis financiera de 2007-2008, origen de todos los males que nos aquejan, fue provocada por la banca privada especulativa y exigió en EE UU y en Europa un rescate cifrado en billones de dólares, euros, libras, etcétera, de dinero público. Una buena parte de esa banca privada especulativa quebrada fue nacionalizada pero con la expectativa, típica del neoliberalismo, de ser desnacionalizada y privatizada de nuevo tras su saneamiento financiero con el dinero de todos. En fin, la banca privada especulativa, prácticamente casi toda, no solo tiene el escandaloso privilegio de crear el dinero de la nada ( multiplicador monetario o bancario ), competencia que debería corresponder exclusivamente a los bancos centrales de los Estados, sino que después de la crisis sigue actuando, en muchos casos, con los mismos criterios especulativos, y si antes de 2007-2008 lo hizo fundamentalmente jugando con la necesidad de tener una vivienda de millones de ciudadanos, ahora lo hace provocando irresponsablemente el encarecimiento de los alimentos y de las materias primas en el mercado internacional. En cuanto a gravar severamente los ingresos de la élite inferior al 10% de la población mundial que acapara más del 80% de la riqueza global, hasta un magnate como el estadounidense Warren Buffett, el cuarto hombre más rico del mundo, el mismo que en su día proclamó que la guerra de clases la estaban ganando los ricos, reconoció, tras la crisis de 2007-2008, que proporcionalmente las grandes fortunas, como la suya, tributaban a la hacienda pública mucho menos dinero que sus propios empleados.

Concluyendo, para que otro mundo mejor social y ecológicamente sea posible el primer e inevitable paso a dar consiste en abatir el poder de la élite de súper ricos y ricos  cuya riqueza les permite el control de los medios de comunicación de masas, partidos políticos, gobiernos y Estados desde los que dirigen el  mundo. Ellos son los enemigos de la democracia, el verdadero obstáculo para que la gran mayoría de la humanidad pueda construir un mundo socialmente más justo y ecológicamente sostenible.

Democracia o plutocracia (10 febrero 2014)

Todos los informes internacionales coinciden en señalar que en las tres últimas décadas y, especialmente, tras la crisis capitalista de 2007-08, la creciente brecha entre ricos y pobres ha agudizado el fenómeno de la desigualdad social en el planeta. Incluso en el mundo occidental se certifica el fin de la clase media, precarizada, proletarizada, empobrecida. En ese contexto, cuando la tendencia hacia la polarización social del sistema parece imparable cabe preguntarse, ¿se compadece esa situación de desigualdad social con la democracia? ¿Es posible asegurar el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo cuando una minoría acapara la riqueza y la inmensa mayoría se empobrece?

En el marco del capitalismo neoliberal la respuesta, rotundamente, es no. Comparto la opinión de L.D. Brandeis (1856-1941), juez de la Corte Suprema de los EE UU cuando advertía: “Podemos tener democracia o podemos tener la riqueza concentrada en pocas manos, pero no podemos tener ambas”.

Se trata de una contradicción insalvable. Una sociedad en la que una minoría de propietarios acapara la riqueza hace imposible el ejercicio de la democracia y es, en realidad, una plutocracia encubierta. La prueba irrefutable es que allí donde la riqueza se concentra en unos pocas manos se gobierna no en beneficio del pueblo, de la mayoría ciudadana social, sino en provecho de la élite que solo aspira a acumular una mayor proporción de la riqueza si cabe. Es lo que sucede hoy en EE UU, en la UE y en España.

Para esa mayoría social resulta incomprensible que las leyes de los parlamentos, las sentencias de los jueces y las decisiones de los gobiernos sean, generalmente, tan lesivas para sus intereses y tan favorables para los intereses de la minoría de poderosos.

De ahí que se pregunte, ¿cómo es posible que en la elaboración de las políticas económicas de los gobiernos los únicos intereses que de verdad cuenten sean los de esa minoría de propietarios capitalistas?

La razón es muy prosaica. Poderoso caballero es don dinero. El dinero lo compra todo y lo puede todo. Los ricos y, sobre todo, los muy ricos, pueden fundar partidos, comprarlos, sobornarlos, corromperlos y hasta “reformarlos”, infiltrando su ideología incluso en aquellos que nacieron para defender la causa de los pobres. De sobra es conocida la táctica de la élite capitalista de “no poner todos los huevos en el mismo cesto”, es decir, de financiar, mediante donaciones económicas, lícitas o ilícitas, a todos o a casi todos los partidos del espectro político. Esa política de “favores” rinde sus frutos cuando los partidos, aún de distinto signo, llegan al gobierno. Por no hablar, claro, de los lazos de dependencia que se crean cuando los partidos se endeudan con la banca de los banksters para sacar adelante sus campañas electorales. En esos casos la presunción de independencia de los partidos frente a la élite del dinero es mera ingenuidad.

Convenzámonos, con una minoría de propietarios que concentra la riqueza en sus manos no podemos tener una auténtica democracia. Solo hay una solución, poner fin a ese estado de cosas, abatir el poder desorbitado de los más ricos. O la riqueza se redistribuye por medio de un nuevo orden financiero (banca pública, desaparición de la banca privada con ánimo de lucro) y fiscal (reformas fiscales progresivas radicales, supresión de los paraísos fiscales) y restableciendo la prioridad de lo público (bienes, sectores y servicios públicos), sobre lo privado (bienes, sectores y servicios privatizados), o lo que seguiremos teniendo será una plutocracia – el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos – disfrazada de democracia.

* En La casa de mi tía por gentileza de Francisco Morote