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miércoles, 24 de abril de 2024 06:35h.

ya que no puedes cambiar el mundo, procura que el mundo no te cambie a ti.

Panorama desde el puente - por Julián Ayala Armas, escritor y periodista

 

FRASE ARMAS AYALA JULIÁN
FRASE ARMAS AYALA JULIÁN

Panorama desde el puente - por Julián Ayala Armas, escritor y periodista *

Alóngate sobre el puente de los años y mira el panorama que se divisa desde él. Aunque te sientas muy tentado, no vuelvas la vista atrás con insistencia. La nostalgia es reconfortante de vez en cuando, pero no es conveniente solazarse en ella. Además, las verdes praderas donde tantas veces cabalgaste dichoso se han convertido en secarrales y no merece la pena perder mucho tiempo evocándolas.

Tampoco por delante es muy feliz el paisaje. En lontananza arde una ciudad bajo las bombas. Su lívido resplandor ilumina un cielo grisáceo que se desploma sobre la llanura, por donde avanza vacilante una larga fila de ciegos, agarrados unos a otros para no perderse. Les guía un hombre al que han arrancado un solo ojo. Son los supervivientes de un ejército vencido que regresa. Compadécelos, pero no te unas a ellos cuando pasen junto a ti con los terribles cuajarones de sus cuencas. Apártate a un lado para no obstaculizar su marcha. Quieren volver a un paraíso que sólo existe ya en el fondo de su memoria y confunden el ulular del viento entre los pedregales con el rumoroso fluir de los riachuelos de antaño.

Mientras los ciegos se pierden a tu espalda, vuelve al parapeto y mira, esfuerza la vista hasta más allá del horizonte. Detrás del resplandor de las bombas y el humo de los incendios no vas a encontrar un paraíso que no existe, pero quizá descubras algún paisaje por donde valga la pena volver a transitar. Todos los muros han caído, salvo el de las lamentaciones de las víctimas. Todas las banderas yacen por tierra, menos la que levantan con esfuerzo algunos parias del mundo. Todos los cánticos han callado, excepto el silencioso grito de los sufrientes. El desánimo cunde entre los oprimidos y la soberbia del poder crece entre los opresores. Pero no te amilanes, colabora a derribar el muro, une tus manos a los que izan trabajosamente la bandera, contribuye a convertir en himno de lucha y después en canción ese grito de dolor.

No es tarea fácil. Los viejos ideales están dormidos o yacen muertos en la mente de los vencidos, convertida en tumba de sus ilusiones pasadas. Hoy, la mayoría –más ciega aún– sólo aspira a encontrar con facilidad un aparcamiento o un lugar en la cola del hipermercado, que le permita no esperar mucho a ser atendido por la cajera…

¿Pero acaso no ha sido siempre así? Entre los que huyen hacia el pasado y los que quieren superar el presente ingrato, ¿no ha habido siempre una mayoría de personas, a menudo insatisfechas, incómodas a veces; pero resignadas y, al fin y al cabo, instaladas sin pesar en dicho presente? ¿Qué es lo que ha cambiado esencialmente? Tú y el puente desde el que observas, que ha crecido dentro de ti sin darte cuenta. No pases lo que te queda de tiempo encaramado a esa atalaya, compadeciendo a los ciegos que huyen y evocando paisajes desaparecidos.

Los grandes sistemas y objetivos por los que alguna vez te pudiste sentir arropado han caído, pero tú continúas de pie. Tú eres tu propia medida. Humilde, insegura, dudosa, pero la única  real. Pon acorde con ella tus aspiraciones y ya que no puedes cambiar el mundo, procura que el mundo no te cambie a ti. No contribuyas con tu acción u omisión a que vaya peor. Aunque sea difícil creerlo, por delante queda tierra que caminar, batallas que pelear y canciones que cantar. La vida no se ha parado, no te pares tú tampoco.

 

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Julián Ayala

JULIÁN AYALA
JULIÁN AYALA

 

MANCHETA MAYO 22