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viernes, 19 de abril de 2024 00:09h.

Parece que es posible el trato humano - por Nicolás Guerra Aguiar

Suena como a canto celestial, a encantamiento de la realidad. Pero es un hecho constatable: los desahucios bancarios pueden no solo recurrirse sino que, a veces, algún juez considera que en las actuaciones debe dominar la razón escrupulosamente humanitaria sin menoscabo, por supuesto, del legal derecho (lo otro es lo otro) que el banco tiene para reclamar la propiedad.

Parece que es posible el trato humano - por Nicolás Guerra Aguiar *

    Suena como a canto celestial, a encantamiento de la realidad. Pero es un hecho constatable: los desahucios bancarios pueden no solo recurrirse sino que, a veces, algún juez considera que en las actuaciones debe dominar la razón escrupulosamente humanitaria sin menoscabo, por supuesto, del legal derecho (lo otro es lo otro) que el banco tiene para reclamar la propiedad.  

    Y otra básica consideración de su señoría: los acuerdos plenarios adoptados por las instituciones públicas son de obligado cumplimiento. O lo que es lo mismo: por ayuntamientos, gobiernos y juzgados debe encontrarse una salida frente a justificadísimos impagos de quienes por circunstancias que conocemos no han podido hacer frente a las hipotecas.

   Hasta hace muy poco visionábamos impactantes imágenes de intervenciones con presencia policial –los desahucios- que ponían a prueba nuestra sensibilidad ante tales dramas humanos. (Hoy está prohibido fotografiar o grabar las actuaciones policiales. ¿Y decirlo?) Mientras grupos de manifestantes elevaban sus palabras –las únicas armas posibles- contra el “lanzamiento de familias” (lenguaje jurídico) y a quienes los bancos les reclamaban las viviendas, lágrimas de impotencia, llantos de dolor y pesadumbre sonorizaban las terribles escenas que los niños afectados estaban viviendo en los cuerpos de sus padres, de sus abuelos, de ellos mismos…

   Sí. Doloroso es para una familia decente tener que abandonar su ya no – casa, su antigua vivienda para la que trabajó durante años con esperanzas y desesperos. Terrible ha de ser encontrarse en la calle en medio de cuatro estanterías, una lavadora, seis colchones, la mesa de estudio de los niños, la silla del abuelo inactivo que deja resbalar por sus mejillas dos simples lágrimas, aquellas últimas que logró juntar porque desde meses atrás las fue perdiendo, sobre todo cuando les llegó el aviso de lo que iba a suceder.

   En las mentes de tales niños se ven –miremos sus caras- absoluto desorden, desestabilización emocional, caos… No saben cómo consolar a sus padres aunque sospechan que todo se acabaría si alguien desde algún sitio ordenara que el desalojo, desahucio o lanzamiento se pare inmediatamente.  Y como vivieron la vida familiar día a día, minuto a minuto, tragedia a tragedia, ya hace tiempo que saben en qué condiciones económicas se encuentran. Y fueron receptores de conversaciones inicialmente a escondidas para que ellos no se enteraran de lo que estaba pasando; pero sabían qué estaba pasando: lo veían en las comidas, si ayer suculentas, hoy mermadas. Y en los gastos callejeros, hoy inexistentes. Y en los libros, cuando palpan que hoy tienen no los nuevos de siempre, sino otros ya usados…

   Aquellos adultos a los que me refiero no son delincuentes, en absoluto. Ni carotas, vividores, aprovechados. Nada saben de picarescas, golferías, timos, engaños, granujadas, corrupciones… Fueron gentes de bien a quienes –como a millones de españoles- les hicieron creer que los políticos de turno habían logrado el milagro económico, a fin de cuentas el dinero circulaba como en torrentías, y España era uno de los más superdesarrollados países del mundo occidental. Bien es cierto que se robaba desde altas instancias, que se malversaban capitales públicos, que se ganaban millonadas con tantos por ciento…; pero siempre había sido así, así es España, qué le vamos a hacer, vivamos y dejemos vivir, repetían.

   Pero llegó un momento en que las cajas de ahorro quebraron, desaparecieron los miles de millones que se suponían en ellas. Y el Gobierno, inmediatamente solícito, volcó los tales miles de millones para evitar sonrojos ante Europa, la liberal Europa, la merkeliana Europa, la prestamista Europa a la alemana, la Alemania que lleva ahorrados cien mil millones de euros gracias a la crisis griega... Y ya se recogen resultados beneficiosos de aquellas actuaciones: mientras siguen los desahucios y se contrata mano de obra a 600 euros doce horas diarias aunque solo figuran ocho, la banca anda pletórica: el Santander ganó 3 500 millones de euros en el primer semestre; Caixa Bank gana 708 millones, un 75% más que el año pasado. Los seis grandes bancos españoles crecieron en bolsa, en conjunto, casi un 90% (el Sabadell, un 167%; Bankia, un 124%...).

   Y todo ha ido a la par. La crisis de las cajas (ya distinguimos entre perjudicados y beneficiados) fue la excusa para reestructurar la banca. Aquellas fueron absorbidas por grandes bancos con absolutas garantías del Estado frente a hipotéticas pérdidas en un futuro. Y muchos de esos grandes emporios son, precisamente, los que ejercen acciones contra gente honrada aunque en paro y que no puede hacer frente a la hipoteca.

   Sin embargo, parece que es posible el trato humano. La alcaldesa madrileña ha conseguido evitar los desahucios de 220 vecinos que ocupaban viviendas públicas vendidas por el anterior equipo de Gobierno popular a lo que se llama “fondos buitres”. Y parece que lo logrará con otros 2000. El Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno aragonés acaban de lograr lo mismo para 23 familias. Y la alcaldesa de Barcelona se estrena como tal parando un desahucio en Nou Barris. Desde 2012 el presidente de Castilla-León logró cuadrar el círculo con bancos, servicios sociales y el Tribunal Superior de Justicia de la comunidad: no a los desahucios.

   Y jueces hacen sentir, también, que otra cosa es posible. Así, el titular de primera instancia de Santa Cruz de Tenerife obliga al Ayuntamiento santacrucero a que aplique un acuerdo plenario: el “Protocolo de Mediación en evitación de desahucios”. Bankia había emprendido acciones legales contra seis familias ya desahuciadas que ocuparon un edificio abandonado. “Por razones estrictamente humanitarias”, redacta su señoría, el Ayuntamiento debe buscar soluciones para que el banko recupere su propiedad. Pero añade que también se salvaguarde “la salud e integridad de las familias reseñadas”.

   ¿Se imagina usted, estimado lector, lo que podría suceder si el Gobierno español colaborara con jueces como el de Tenerife, alcaldes y alcaldesas y gobiernos regionales con clara conciencia de compromiso social? Pero, claro…

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar