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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Pedro Sánchez, la nueva sonrisa Profidén del PSOE - Eladio Méndez Arozena

He estado observando por televisión los últimos movimientos de “regeneración” en el PSOE y lo cierto es que en cuanto vi a Pedro Sánchez, uno de los aspirantes a la “sucesión”, me vino a la cabeza esto de la “sonrisa Profidén”. El Profidén era, para quien no lo sepa, un dentífrico que exhibía los típicos anuncios publicitarios de sonrisa blanca y perfecta, y que se popularizó creo que por los años 60; esa expresión se quedó en nuestro idioma como sinónima de sonrisa demasiado perfecta y por lo tanto falsa. Con esa sensación es con la que se me quedó el cuerpo cuando vi la sonrisa de Pedro Sánchez por la tele…

Pedro Sánchez, la nueva sonrisa Profidén del PSOE - Eladio Méndez Arozena

He estado observando por televisión los últimos movimientos de “regeneración” en el PSOE y lo cierto es que en cuanto vi a Pedro Sánchez, uno de los aspirantes a la “sucesión”, me vino a la cabeza esto de la “sonrisa Profidén”. El Profidén era, para quien no lo sepa, un dentífrico que exhibía los típicos anuncios publicitarios de sonrisa blanca y perfecta, y que se popularizó creo que por los años 60; esa expresión se quedó en nuestro idioma como sinónima de sonrisa demasiado perfecta y por lo tanto falsa. Con esa sensación es con la que se me quedó el cuerpo cuando vi la sonrisa de Pedro Sánchez por la tele…

El PSOE, y la socialdemocracia europea entera, han jugado casi siempre el papel de recambio indispensable del Capitalismo, en España y en todo el viejo continente, representando la cara amable del mismo, la solución ideal para cuando la conflictividad social aumentaba y había que hacer concesiones. Sin embargo, es muy importante matizar que no todos los militantes socialdemócratas son unos vendidos al Capital, sino que más bien es a las cúpulas a quienes suele afectar esa enfermedad. Hay mucha gente que está en el PSOE (o en cualquier partido de la Internacional Socialista) por convicciones, porque para ellos la socialdemocracia representa ese estado intermedio de cosas en el que se puede tener lo mejor del Capitalismo y del Socialismo. Y desde mi punto de vista, algo (o bastante) de razón tienen, no voy a negarlo. El problema es cuando la situación económica se tuerce, y las crisis que periódicamente sacuden al Capitalismo (y a los hechos me remito) polarizan la sociedad, formaciones como el PSOE, que para su desgracia tienen “el corazón partido”, corren el riesgo de deshacerse como un terrón de azucar en una taza de café.

El problema se plantea también porque el PSOE pretende salir de su propia crisis con la acostumbrada estrategia de la “cara nueva” (un Sánchez, un Madina o una Susana Díaz, aunque no todos sean lo mismo) sin darse cuenta que una gran parte del electorado, y sobre todo del electorado joven y bien preparado, ya no se cree que ese cambio más bien cosmético (por seguir con el símil del Profidén) tenga que ver nada con una renovación o regeneración de las ideas, con un cambio real de postura.

Para mí está claro, y es la mayor novedad que nos han brindado las últimas elecciones europeas, que una nueva juventud preparada que ve su futuro truncado por la crisis se ha radicalizado y empieza a aportar, y esto es lo más importante, una nuevo tipo de cultura democrática. En este nuevo estilo los ciudadanos devienen sujetos mucho más activos, que entran en política sin complejos, que quieren coger las riendas de su futuro con sus propias manos y que, por tanto, quieren protagonizar rol de mucha mayor en las instituciones públicas, participando en la elaboración, o al menos en la discusión, de las premisas de convivencia con las que las que las sociedades contemporáneas se dotan (empezando por las propias Constituciones). De ahí la esperanzadora irrupción de Podemos.

Es un hecho harto conocido que los cambios sociales vienen de la mano de alianzas entre distintos grupos o clases, y consiguientemente de las fuerzas políticas que los representan. Como ejemplo pondría la misma II República, que vino de la mano de socialistas y de republicanos progresistas (o incluso no tan progresistas), cada uno representando determinadas clases o sectores de la sociedad. Pero aquel momento difiere de éste en que las situaciones nacionales no estaban tan influidas por el entorno internacional como lo están ahora, y que no era tan complicado llevar a cabo transformaciones de calado en un país concreto, o por lo menos intentarlo (recuérdese nuestra Guerra Civil). Aparte de la evidente pérdida de soberanía nacional que supone la pertenencia a la Unión Europea, los estados actuales lo tienen muy difícil para llevar a cabo políticas independientes de lo que los grandes poderes económicos e instituciones y gobiernos que los representan dictan (sobre todo “la superpotencia hegemónica”, EE.UU., aunque no solamente).

Por eso el viejo PSOE y la socialdemocracia europea puede que aún tengan mucho que decir en el espectro político nacional y continental, porque a menudo la ciudadanía entiende que no se puede ir tan lejos en la democratización como se quisiera, al percibir, al menos intuitivamente, que hay poderes fácticos que la frenarían, y que mejor votar a los de siempre y contentarse con el chocolate del loro. O puede ser que no, que la ciudadanía se empodere, y entonces el PSOE, si no cambia realmente su discurso, tenga sus días contados (como le está pasando al PASOK griego, gracias a la radicalización creciente de gran parte de la sociedad helena). Por eso tiene que haber algún tipo de ruptura con el diktat (y nunca mejor dicho) europeo, para que haya una evolución económica, social e institucional realmente progresista.

Ojalá, por el bien de la calidad democrática y de la transparencia (y no de esta pantomima dirigida y mendaz que sufrimos), y sobre todo por el de una salida social a la crisis, sin pérdida de derechos, que asistamos a una radicalización real del PSOE, en la que no sólo se cambien dirigentes sino también ideas, programas y estilos porque lo cierto es que los sectores progresistas los necesitamos para empezar a cambiar los equilibrios de fuerzas –no sólo a nivel nacional sino también europeo– y  poner al Capitalismo, al Imperialismo, a las multinacionales y a los gobiernos que los representan en su sitio. Y si no lo hace, que se fraccione o quede reducido a la nada, porque entonces ya no le hará ninguna falta (sino todo lo contrario) a las clases y sectores sociales que dice representar.

Interesante panorama entonces el que tenemos en el Estado español, porque si bien es verdad que hay un sector de la población muy enfadado y concientizado, tampoco deja de ser cierto que existen sectores-rémora que aún están en la inopia o a los que simplemente no les va mal en la crisis (o incluso les va bien, aunque estos último sean pocos y bien conocidos: banqueros, oligarcas y políticos corruptos de toda índole). A ver qué pasa…

Y por favor, sigamos votando y seamos cada vez más haciéndolo. Seamos capaces de movilizar el voto para que éste se convierta en una marea que se lleve a toda la pandilla de sinvergüenzas y corruptos (me vienen tantos a la cabeza) que han cooptado en gran parte nuestra mal llamada democracia desde sus inicios. Para ello, todos los procesos de unidad y acercamiento de las fuerzas progresistas sean bienvenidos, sin prisas pero sin pausas, con respeto a la diversidad pero con valentía y generosidad.

Si algo nos alegró a los progresistas, fuéramos o no de Podemos, ha sido la movilización y el arrastre que esta fuerza política ha realizado de una gran parte del electorado (insisto, sobre todo joven y preparado), que históricamente no se implicaba y muchas veces ni siquiera iba a votar. Y qué menos que ir a votar. Es de momento nuestra mejor arma, la más legítima (al menos frente a los otros, frente a los que siempre ganan), y sobre todo la que más miedo le da a los poderosos (por lo menos en la “civilizada” Europa) porque es la única auto-trampa en la que pueden caer en el ya de por sí tramposo y mentiroso sistema democrático-corrupto-de-dominación que han construido durante décadas. Que el pueblo se rebele mediante las urnas, eso sí que les da terror.

Votemos, y votemos progresista. Qué menos…

Y también luchemos en las calles, cuando llegue el momento.