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jueves, 25 de abril de 2024 09:47h.

¿Perdió solo Susana? - por Enrique Bethencourt

 

ENRIQUE BETHENCOURTLa contundente victoria de Pedro Sánchez es también la dura derrota de una Susana Díaz que afrontó las primarias socialistas desde la soberbia y el convencimiento de que iba a aplastar definitivamente al hoy resucitado secretario general socialista, a quien ella quería doblemente muerto. No le sirvieron ni los apoyos de la gerontocracia partidaria -Felipe González, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Bono y compañía- ni el de un expresidente Zapatero que estaría mejor, mucho mejor, en un discreto segundo plano tras el solar electoral en que dejó convertido al partido su dirección política.

¿Perdió solo Susana? - por Enrique Bethencourt *

 

La contundente victoria de Pedro Sánchez es también la dura derrota de una Susana Díaz que afrontó las primarias socialistas desde la soberbia y el convencimiento de que iba a aplastar definitivamente al hoy resucitado secretario general socialista, a quien ella quería doblemente muerto. No le sirvieron ni los apoyos de la gerontocracia partidaria -Felipe González, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Bono y compañía- ni el de un expresidente Zapatero que estaría mejor, mucho mejor, en un discreto segundo plano tras el solar electoral en que dejó convertido al partido su dirección política.

Ni siquiera la encendida colaboración con su causa de buena parte de los barones autonómicos, como Emiliano García-Page, Javier Lambán, Ximo Puig, Javier Fernández o Guillermo Fernández Vara, aminoraron su abultada derrota. Solo disimulada por su peso en Andalucía, aunque allí también retrocedió en votos respecto al número de los avales cosechados.

Circunstancia, por cierto, la de la escasa sintonía entre mandamases y bases, que se repitió en Canarias. Con varios de los posibles aspirantes a la secretaría general en las Islas enfrentados a Pedro Sánchez, como es el caso de Patricia Hernández o Juan Fernando López Aguilar, lo que establece aún más sombras en el inmediato futuro político de ambos.

 

Pim pam

A Susana le sirvió también de poco el apoyo expresado por otros personajes grises, como Eduardo Madina o Antonio Miguel  Carmona (muy conocido hasta ahora por sus presencia televisivas y por el “pim, pam, propuesta”; desde el domingo, además, por su cara y gestos ante la derrota), que han mostrado ser más un lastre que otra cosa. O que en su campaña contara con ilustres asesores, como César Calderón, muñidor de tantas derrotas electorales.

Tampoco le fue de mucha utilidad a la presidenta andaluza la entrega apasionada de la totalidad de la derecha mediática. Pocas veces alguien presuntamente, al menos, de izquierdas, fue tan mimada por la caverna. Ni la de un grupo Prisa que, sin la menor pausa, ha desplegado, en informaciones, editoriales y artículos de opinión, uno de los ejercicios de sectarismo y de linchamiento político más brutales que se recuerdan. Antes y después. En la campaña y en la propia noche electoral, tras conocerse los resultados y la nítida victoria de Sánchez, con un editorial infame, propio de pésimo perdedor y que insulta a la militancia por el sentido de su voto.

La impotencia de las campañitas mediáticas, su escasa influencia sobre la decisión de los hombres y mujeres del PSOE, es algo que deberían reflexionar el conjunto de los medios de comunicación; y, también, aquellos que, muchas veces con elevados costes económicos, esperan que estos les salven los muebles en las más variadas circunstancias. Algunos medios de comunicación también están cavando su propia tumba con comportamientos execrables y profundamente antidemocráticos.

 

Corrosión

Nos encontramos inmersos en un momento histórico de profunda crisis de los partidos tradicionales y, en particular, de auténtica corrosión de las alternativas partidarias socialdemócratas en Europa; a excepción de Portugal (donde gobiernan exitosamente con el apoyo del resto de la izquierda, mejorando los del primer ministro António Costa sus apoyos electorales en todas las encuestas), sus resultados y expectativas son muy negativas, como hemos visto en Austria, Grecia, Holanda o, más recientemente, Francia, situación, en este último caso, que puede refrendarse en las legislativas de junio.

La sacudida que recibió el PSOE el domingo 21 es, quizás, la última oportunidad de salir a la superficie tras el hundimiento que comenzó en las elecciones generales de 2011 y que se consolidó en 2015, ya con la presencia de nuevas alternativas partidarias progresistas. La oportunidad de presentar un proyecto distinto, capaz de atraer a una parte del electorado que les abandonó cuando era difícil distinguirlos de los discursos y las políticas de la derecha. No lo tiene nada fácil Sánchez. Ni en las batallas internas ni en la necesidad de redefinir a su partido y convertirlo, de nuevo, en una referencia de cambio.

De las crisis de los partidos tradicionales se han aprovechado los muy variados populismos que acechan en distintos estados europeos, la mayoría euroescépticos, muchos racistas o xenófobos; también ha facilitado las victorias de Trump o un Macron que, hábilmente, se quitó de encima sus responsabilidades políticas cuando formó parte del gobierno socialista francés.

Los populismos se encuentran muy  beneficiados por el retroceso en el Estado del Bienestar, por la creciente precariedad en el empleo, por la reducción de las expectativas de futuro de los jóvenes, por el discurso homogéneo de la mayoría de las elites políticas. Con mucha variedad de posicionamientos ideológicos y con la incógnita, al menos en Europa, del alcance de lo que harían si llegan a acceder a los gobiernos.

Pero volvamos a los derrotados el domingo 21. Tengo la impresión de que Podemos también lo es. Le venía mucho mejor un PSOE estático, continuista, plegado a los poderes fácticos, que uno autónomo, renovador y capaz de ilusionar y movilizar a su gente. Aquel, el de Susana, le permitía crecer algo, aunque las soflamas y ocurrencias permanentes de Iglesias no ayuden mucho. Este, el de Sánchez, le tapona el espacio del socialismo moderado.

Creo que esta realidad, junto a la radicalización que supuso las decisiones tomadas en Vistalegre II, con el triunfo del pablismo sobre el errejonismo, van a impedir su crecimiento electoral en el período próximo. Y que si el PSOE es inteligente puede aumentar su actual peso político electoral y ser claramente mayoritario en la izquierda en el ámbito estatal, reduciendo los actuales riesgos de sorpasso. Pero, en ningún caso, los socialistas deben olvidar que las circunstancias y el país han cambiado. Que se han producido modificaciones profundas en el sistema partidario, que los morados llegaron para quedarse y que las plurales izquierdas deben establecer entendimientos sin líneas rojas, dogmas, imposiciones ni bandazos. Con respeto mutuo y desde la búsqueda de los elementos de coincidencia, que los hay, para tratar de mejorar la vida de la gente, los servicios públicos y la calidad democrática.

* En La casa de mi tía por gentileza de Enrique Bethencourt 

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