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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

PPrudente acercamiento al ciudadano - por Nicolás Guerra Aguiar

   En el plazo de setenta y dos horas recibo, estimado lector, dos correos electrónicos que responden a planteamientos políticos y municipales desarrollados por mí en anteriores artículos. Sus remitentes, la señora Navarro de Paz, doña Australia, y  el señor Gutiérrez Márquez, don Agustín, ambos del Partido Popular.

PPrudente acercamiento al ciudadano - por Nicolás Guerra Aguiar *

   En el plazo de setenta y dos horas recibo, estimado lector, dos correos electrónicos que responden a planteamientos políticos y municipales desarrollados por mí en anteriores artículos. Sus remitentes, la señora Navarro de Paz, doña Australia, y  el señor Gutiérrez Márquez, don Agustín, ambos del Partido Popular.

   La primera es presidenta del PP de Gran Canaria; exsenadora; exconsejera de Presidencia del Gobierno de Canarias entre 2003-2005 (pacto PP - CC bajo la presidencia del señor Rivero); miembro (que no “miembra”) de los Comités Ejecutivos Regional y Nacional y parlamentaria autonómica. El segundo es concejal del Área de Hacienda, Patrimonio y Contratación; presidente de la Comisión de Pleno de Gestión Económica-Financiera y Especial de Cuentas y “6º teniente alcalde”.

   Y como a uno le tiran las cosas de la lengua me permitirá usted, señor alcalde, que digresione o rompa el discurso inicial para comentar un simple punto sobre la militarizada construcción lingüística “teniente de alcalde” o, en este caso, “teniente alcalde”. Porque lo de “teniente” entra en el campo de lo militar, absolutamente ajeno a las cuestiones relacionadas con los gobiernos democráticos (el Ejército no es una institución democrática). Y el de teniente es grado que corresponde al segundo nivel de la escala de oficiales, al menos en mi época del servicio militar (el primero era el de alférez, milicia universitaria). Por tanto, la semántica militar se imponía sobre la civil, pues el sistema dominante no fue el que ahora vivimos, sino la dictadura de los uniformados cuyos argumentos y razones se fundamentaban en la Parabellum 9 mm. (“Si vis pacem, para bellum”, ‘Si quieres la paz, prepara la guerra’), el subfusil o el CETME, algo así como pregona Rufete, personaje galdosiano de La desheredada (“Mis poderes se cargan por la culata”).

   Así pues, y aunque el término vicealcalde no figura en el Diccionario, debe desterrarse la militarizada combinación “teniente alcalde”, ajena a la sociedad civil. Y no hay problema: la lengua española dispone de los prefijos, elementos que se añaden al principio de palabras para crear variantes a partir de las existentes. Uno de ellos es vice-, es decir, ‘en vez de’, ‘el que sustituye a’ (vicepresidente, vicerrector. Curiosamente, vicealmirante, y no alférez almirante, por ejemplo). Por tanto, debemos acostumbrarnos a “vicealcalde” para referirnos a quien suple al alcalde, aunque bien es cierto que haylos ejercientes como tenientes alcaldes en su riguroso significado, tal es el caso del imputado señor Grau, que lo es de Valencia. Hombre sin control personal: zaherido por malévolos interrogadores, vociferó con hierática faz ("¡Porque me da la gana!; ¿es suficiente respuesta o se la tengo que clarificar?") a una periodista cuya pregunta era básica: “Si usted no está imputado, ¿para qué convoca esta rueda de prensa?”.

   En retomando el hilo conductor y salvada la digresión, vuelvo al tema de los dos altos cargos del PP que me escribieron y comentaron sobre algunos aspectos de mis respectivos artículos: la señora Navarro me hace consideraciones en torno al que le dediqué referente a alguna intervención suya relacionada con el señor presidente del Gobierno de Canarias; el señor Gutiérrez puntualiza aspectos vinculados a su concejalía de Hacienda (LPGC) y responde a ciertos comentarios por mí hechos en otro artículo.

   No obstante las discrepancias que, a pesar de aclaraciones y matizaciones, podamos mantener, lo importante ahora, lo que importa, es el descenso de ambos cargos políticos hasta mi condición de ciudadano normalito, de a pie. Por tanto, sin aspavientos ni agresividades verbales; con educación y mesura; sensatos en las palabras y, sobre todo, con ideas, exponen sus puntos de vista y, las más de las veces, discuten (discutir es ‘alegar razones contra el parecer de alguien’) algunas de mis afirmaciones relacionadas con las áreas que les corresponden. No son, pues, alegatos (en Canarias, ‘disputas, discusiones agrias’) desordenados, agresivos, de posicionamientos prepotentes: en absoluto. Ni tan siquiera hilvanados por la creída superioridad de la que otros muchos políticos presumen, lo cual deja entrever inmediatamente sus propios complejos de inferioridad, enredos mentales, desajustes anímicos y recia raza.

   Y como se trata de textos relajados, distendidos, escritos con respeto y sin altanerías (no obstante, sostengo diferencias con sus contenidos), me satisface traer hoy aquí a estas dos personas, doña Australia y don Agustín, militantes y responsables políticos de un partido, el Popular, con el cual absolutamente ninguna afinidad ideológica me une. Aunque bien es cierto que en él figuran “cantidad de” personas a las cuales aprecio e, incluso, de cuya amistad me siento orgulloso (podría citar a muchos exalumnos, entrañables… Por cierto, ¿acaso fallé en el aula?). Personas serias, digo, desapasionadas, racionales con sus razonamientos (las ideas no son medibles ni pesables) y, además, de fiar, cosa hoy de altísimo precio dada su escasez.

   Destaco, además, la originalidad del caso, de los casos: es la primera vez que cargos del poder me escriben para mostrar discrepancias o hacerme observaciones, que no regañinas ni fatuos consejos. Y como es algo nuevo, me alegra. Se trata de que, al fin, aunque con retraso, algunas personas de la política (en este caso, del PP) se dirigen a mí no a través de amigos comunes, recados subrepticios o insinuaciones que los vientos de las del alba me llevan, no. Lo hacen directamente, con nombres y apellidos… y con palabras, serias y a veces contundentes palabras, pero voces cargadas de razones, ideas, reflexiones, credos, creencias.

   Son, pues, nuevas formas, novísimas maneras de sanos acercamientos, relajados, de diálogo y comunicación: al fin, por fin, no ven en un ciudadano lo que no es (el enemigo a abatir), sino a la persona discrepante con la que se puede dialogar. Y como diálogos, debates y discusiones nos invitan a respetar para ser respetados, a tener en cuenta que no somos únicos propietarios de la verdad (por eso no siempre son razones las mayorías absolutas), mi reconocimiento público a estas dos personas del Partido Popular.