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viernes, 19 de abril de 2024 10:24h.

El PSOE de Pedro Sánchez. La última utopía - por María Mir-Rocafort

maría mir rocafortPedro Sánchez ha convocado el Comité Federal el 1 de octubre. Todos los medios anuncian la fecha como si fuera una sentencia de muerte. Todos los analistas parecen tener muy claro que Pedro Sánchez acudirá como responsable de dos derrotas, en Galicia y el País Vasco,  y no encontrará en el comité quien esté dispuesto a perdonarle. Porque todos los analistas, bien informados ellos, saben y pregonan que los barones quieren que Sánchez se vaya; que no le aguantan más.

El PSOE de Pedro Sánchez. La última utopía - por María Mir-Rocafort *

Pedro Sánchez ha convocado el Comité Federal el 1 de octubre. Todos los medios anuncian la fecha como si fuera una sentencia de muerte. Todos los analistas parecen tener muy claro que Pedro Sánchez acudirá como responsable de dos derrotas, en Galicia y el País Vasco,  y no encontrará en el comité quien esté dispuesto a perdonarle. Porque todos los analistas, bien informados ellos, saben y pregonan que los barones quieren que Sánchez se vaya; que no le aguantan más.

Pedro Sánchez, elegido en primarias, quiso poner el partido en manos de  la militancia. En las campañas de las dos elecciones por las que ha pasado, Sánchez se ofreció como artífice del cambio y se comprometió a  cambiar el gobierno corrupto e inhumano del Partido Popular por un gobierno  orientado al bien común que antepondría  la justicia social a cualquier otra consideración. Sánchez cumplió. Primero, intentando pactar con todos los partidos que sumaban una mayoría de diputados. No fue posible porque, en vez de pensar en el interés de los ciudadanos, los líderes de esos partidos estaban enfrascados en velar por sus propios intereses.  Las segundas elecciones lo dejaron todo como estaba. A Pedro Sánchez solo le quedó una alternativa; cumplir con su promesa electoral y negarse a permitir que el Partido Popular volviera al poder. La militancia recompensó su coherencia y su firmeza apoyándole en las redes sociales al grito de “No es no”.

Desde hace dos años, seis presidentes de comunidades autónomas y algunos personajes legendarios del PSOE han utilizado todos los medios públicos para criticar a Pedro Sánchez, decirle lo que tiene que hacer y, desde diciembre,  conminarle a la abstención para que permita el gobierno de Mariano Rajoy. Sus apariciones públicas arrecian en momentos críticos como por ejemplo,  campañas electorales. Se convocan elecciones e inmediatamente saltan los barones y personajes históricos aireando críticas contra la ejecutiva del partido y su Secretario General  para que quede claro a la mayoría que el PSOE es un partido dividido, por lo que no es aconsejable votarle. Las batallas internas por el poder, rifirrafes, dimes y diretes llenan páginas de diarios y horas de tertulias en radio y televisión. No queda ni un minuto para hablar del programa del PSOE, de las propuestas de Pedro Sánchez para gobernar España.  Eso no le interesa a la audiencia. En un país donde la mayoría de votantes sigue votando por un partido corrupto e inhumano que se ríe sin disimulo en las narices de todos los españoles, utilizando el dinero de los trabajadores para beneficiar al partido y llenar sus propios bolsillos, ya nadie duda de que lo único que mueve el voto de esa mayoría es la certeza de que el PP es el único que puede garantizar estabilidad. ¿Qué hay que deducir  del hecho evidente de que unos líderes socialistas  están haciendo todo lo posible para convencer a los ciudadanos de que el PSOE es un partido inestable con un  Secretario General que no es de fiar?  Una de dos; o son rematadamente estúpidos o tienen un plan deliberado para hundir a su propio partido, lo que a primera vista parece cosa de locos. ¿Es así de simple?

El neoliberalismo, triunfante desde hace décadas en los Estados Unidos,  se ha extendido por toda Europa como una marea negra que nadie puede contener. Triunfan los conservadores y los líderes populistas que apelan a los instintos más bajos de la gente. Prometen lo que la gente quiere escuchar en cuanto a asuntos económicos, pero ofrecen además una especie de indulgencia plenaria que libera de culpas y revaloriza la autoestima. Ya no hace falta que usted vaya por el mundo fingiendo que no es racista porque el racismo está mal visto. Discriminar es propio de las razas y de los individuos más evolucionados.   África es un continente primitivo y los negros vienen a nuestros países a aprovecharse de los logros de nuestra civilización, de los recursos que tanto nos ha costado lograr con nuestro trabajo. Lo mismo puede decirse de los extranjeros de países pobres que vienen a robarnos el bienestar de nuestras familias. Ser clasista es señal de integración social. Lo son los aristócratas y los ricos, ¿por qué no lo va a ser usted aunque sea de la clase media que se devana los sesos haciendo cuentas   para cambiar el coche y renovar el armario con las marcas y colores y cortes que la gente bien dice que se van a llevar este otoño; por qué no lo va a ser usted que a duras penas llega a fin de mes; por qué no lo va a ser usted que no llega ni a eso? Siempre hay gente de una clase inferior, siempre hay miserables a los que usted puede sentirse superior por razones de cartera, raza o nacionalidad.

Contra todos esos valores infrahumanos luchó durante décadas la social democracia obligando a la mayoría a fingirse humana, solidaria, defensora de la igualdad, políticamente correcta; obligándola a un incómodo ejercicio de hipocresía.  Entre otras ventajas del neoliberalismo está el haber permitido a todos quitarse las caretas y exhibir sus miserias morales sin miedo al rechazo porque son compartidas por todos sus pares.  ¿Quién quiere volver a la época en que más impuestos pagaban los que más tenían para garantizar servicios básicos a quienes tenían menos? La primera potencia del mundo, ejemplo de desarrollo y abundancia, ha demostrado que la doctrina más adecuada para garantizar el desarrollo de un país es la de sálvese quien pueda. ¿Que hay millones que no pueden, millones que malviven en chabolas  y otros que sobreviven en la calle; que hay millones de niños que no podrán salvarse de la pobreza cuando crezcan porque sus padres no pudieron darles las condiciones mínimas para que pudieran, al menos, crecer con la esperanza de salvarse?   Qué le vamos a hacer. No se puede pedir a las personas normales que se preocupen por el bienestar de los demás. Bastante tiene cada cual con sus propios problemas.

El neoliberalismo acabó con la hipocresía del altruismo librando al egoísmo de su mala prensa. ¿Quién quiere volver a la época en que la social democracia predicaba unos valores muy bien sonantes, pero de imposible cumplimiento sin hacer un esfuerzo por razonar y humanizarse? ¿Quién quiere volver a la época en que la social democracia recordaba a los ciudadanos su responsabilidad, la necesidad de trabajar entre todos para conseguir una sociedad más igualitaria, más justa? Quita, quita, dice el clasista, del más alto al más bajo, bastante tiene cada cual con lo suyo.

Guillermo Fernández Vara ofrece una razón muy comprensible para justificar su campaña anti Pedro Sánchez y, por extensión, anti PSOE. Se debe a los ciudadanos que le han elegido, dice, a los extremeños. Los extremeños necesitan que haya gobierno para que transfiera a la comunidad los fondos necesarios  para cumplir con su presupuesto. ¿Qué para eso es necesario que siga gobernando en España un partido corrupto e inhumano? Bueno, ¿qué se le va hacer? Si no hay transferencias, no hay dinero, y si no hay dinero, las cosas irán muy mal, y si van muy mal, es muy probable que las próximas elecciones autonómicas las gane el Partido Popular. Pero oiga usted, que usted y los que piensan como usted están hundiendo al Partido Socialista. Bueno, pero como la cosa se pondrá muy mal en cuanto la Unión Europea empiece a exigir más recortes, dentro de cuatro años la gente volverá a votar por el PSOE, un partido sólido y unido en torno a un líder que sepa comportarse como los políticos de toda la vida, sin monsergas socialdemócratas ni experimentos dando voz a la militancia. Eso, que algunos tachan de deslealtad, es, simplemente, pragmatismo. La lealtad es uno de esos valores pasados de moda que lastran y no dejan avanzar.

Y quien dice Fernández Vara, dice Susana Díaz, dispuesta a arremeter contra los catalanes de vez en cuando, venga o no venga a cuento. Eso vende aún más que soltar un currículum de hijo de obreros, ¿Pero no ve que eso le resta votos al Partido Socialista de Cataluña, votos que son imprescindibles para ganar unas elecciones generales? Claro que lo ve, pero de eso se trata. Y quien dice Susana Díaz, dice el resto de los socialistas de la discordia; avezados políticos que quieren conservar cargos y privilegios modernizándose, es decir, dejando de lado una ideología que se ha desprestigiado en todo el mundo.

Pedro Sánchez se empeña en hacer de España una isla de ciudadanos responsables en medio de un océano de financieros, empresarios y políticos pragmáticos que solo miran por lo suyo. No es un soñador iluso, no es un revolucionario. Es un político que quiso democratizar su partido y se encontró con una militancia y unos votantes que no estaban dispuestos a renunciar a sus ideales socialistas; que no estaban dispuestos a dejarse engullir por la marea neoliberal. En pleno siglo XXI, cuando la mayoría acepta que no hay valor más valioso que la propia cartera, cuenta de banco, tarjeta, Pedro Sánchez y los que le siguen se empeñan en no renunciar a la creación de una utopía.

¿Quién ganará? Depende de lo que uno entienda por ganar. Si por ganar se entiende la humanidad, la decencia, la política entendida como administración de los bienes públicos para el bien de los ciudadanos, Pedro Sánchez, su equipo y los que le siguen, ya han ganado de calle.

https://mariamirrocafort.wordpress.com/2016/09/24/el-psoe-de-pedro-sanchez-la-ultima-utopia/

* En La casa de mi tía por gentileza de María Mir-Rocafort, con la colaboración de Antonio Aguado

MARÍA MIR-ROCAFORT RESEÑA

@mirrocafort