Buscar
sábado, 20 de abril de 2024 01:42h.

Pureza ideológica en las aulas españolas - por Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR   La pasada semana recibí un reportaje vía correo electrónico. Desde las primeras líneas desestabilizó mi natural relajación y, a la vez, me preocupó como miembro de una sociedad (¿democrática?), aficionado al pensamiento y profesional de Lengua y Literatura en las aulas durante casi cuarenta años. Me lo envió el profesor Antonio Henríquez Jiménez, filólogo grancanario y riguroso investigador cuyas colaboraciones le reclaman estudiosos de fuera (el último, Günther Schmigalle desde Berlín). Solo se atrevió a hacerme una pregunta: “¿Es verdad esto?”

Pureza ideológica en las aulas españolas - por Nicolás Guerra Aguiar *

   La pasada semana recibí un reportaje vía correo electrónico. Desde las primeras líneas desestabilizó mi natural relajación y, a la vez, me preocupó como miembro de una sociedad (¿democrática?), aficionado al pensamiento y profesional de Lengua y Literatura en las aulas durante casi cuarenta años. Me lo envió el profesor Antonio Henríquez Jiménez, filólogo grancanario y riguroso investigador cuyas colaboraciones le reclaman estudiosos de fuera (el último, Günther Schmigalle desde Berlín). Solo se atrevió a hacerme una pregunta: “¿Es verdad esto?”.

antonio henríquez jiménezgunther schmigalle

Antonio Henríquez y Günther Schmigalle

   El artículo –publicado en un periódico digital- informa de que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid acababa de dictar sentencia contra una profesora de Lingüística (Universidad Antonio de Nebrija): debía compensar con unos miles de euros a un alumno por “daños morales e ideológicos causados al leer en el aula textos” de Noam Chomski, profesor emérito del departamento de Lingüística (Massachussets Institute of Technology).

NOAM CHOMSKY

Noam Chomsky

   Más adelante añadía que el viernes de aquella semana, y sin anestesia, el Consejo de ministros aprobaría un Real Decreto cuyo contenido iba a ser claro y contundente, a la vez que estremecedor: los profesores universitarios de Literatura, Lingüística, Filosofía e Historia tendrán la obligación de advertir a sus alumnos sobre el peligro moral y las consecuencias negativas que ocasionan determinadas lecturas. Lo justifica con una secuencia lingüística: hay “Potenciales riesgos colaterales”. Se trata de algo así como el Index Librorum Prohibitorum de la Iglesia católica, relación de libros prohibidos por la Inquisición como, por ejemplo, Los ejercicios espirituales (jesuita Ignacio de Loyola) o El origen de las especies (Darwin). Ya en el siglo XX, algunos títulos de Galdós, Unamuno... durante la dictadura franquista.

indez índice

Conocido vulgarmente como "El ïndice"

   ¿A qué se debió tal decisión? El punto de partida está en la sentencia condenatoria del Tribunal Superior de Justicia de Madrid: los textos que el alumno había leído por indicación de la profesora de Lingüística no eran recomendables en cuanto que afectaron a su visión de la sociedad y, por ende, ejercieron nefasta influencia en el joven universitario. Fue tal el impacto de sus mensajes que el infeliz vio cómo caía el entramado ideológico en el cual se asentaba su pensamiento: pasó de un moderado conservadurismo a “posturas radicales rozando el anarquismo”, explica el alto Tribunal con exquisito rigor y contundentes conclusiones.

   Obviamente, tal revolución a través de las palabras (cargadas por el diablo) no puede aceptarla una sociedad de bien cuya esencia se identifica con el tradicionalismo más riguroso y la permanencia de estructuras muy restrictivas en lo que a las relaciones sociales se refiere. Por tanto, Noam Chomski –peligroso intelectual norteamericano- puede ser leído pero con advertencias previas sobre sus diabólicos influjos y la nociva ascendencia de sus ideas, próximas a rojos radicalismos. (Algo así como la calificación moral de las películas allá en los años 60 del siglo pasado: el 4 significaba “Altamente peligrosa para todos”.) 

   Visto sin apasionamientos, tenía razón aquel alumno universitario. Chomski revoluciona planteamientos científicos, políticos, religiosos y económicos del mundo actual: es, pues, sedicioso desde el punto de vista conservador. Porque Chomski –el más importante de los pensadores contemporáneos según el New York Times- soliviantó la lingüística del siglo XX por sus estudios sobre fonología (sonido de las palabras) y sintaxis (cómo se combinan las palabras y las relaciones que se establecen entre todas).

   Pero, además, en lo social ha sido siempre crítico con el capitalismo contemporáneo. Se define como anarcosindicalista: “Mi corriente del anarquismo trata de desarrollar formas de organización que ayuden a las personas a multiplicar los frutos de la libertad”. En lo político es un referente ético del intelectual de izquierdas que exige acaso la utopía: la política es propiedad de todos y no de políticos profesionales, empresarios, periodistas… Desde el punto de vista religioso es, de todas todas, comunista o más, vaya usted a saber. Porque Chomski reclama el cristianismo de Jesucristo “como símbolo de los pobres”, como guía de una “religión pacifista radical”. Por eso argumenta que desde el siglo IV la Iglesia se vendió al Imperio Romano: “Se convirtió en el símbolo de la violencia y la opresión, que es más o menos lo que la iglesia ha sido hasta el presente”. 

   Sí, en efecto. Leer a Chomski no está recomendado a personas de bien, a nuestros universitarios tan maleables e ingenuos. ¿Qué disparate defiende cuando afirma que la autoridad debe basarse en la razón? ¿Cómo puede nuestra sociedad defender –u obligar a leer- a quien justifica a los anarquistas y los identifica con la Ilustración? ¿Cómo puede aceptarse en una sociedad de bien que Chomski identifique al sector privado con gobiernos europeos en cuanto que ambos mantienen vínculos muy estrechos y persiguen los mismos objetivos?

 noam chomsky sintaxis  Y a todas estas, ¿de qué trataban los textos tan convulsivos para una mente de bien, joven y prometedora en la sociedad de principios patrios y morales bien definidos? Para el abogado de la profesora, los tan desestabilizadores textos se referían, exclusivamente, a cuestiones lingüísticas como la sintaxis. Pero sospecho que no estaban relacionados con la presencia de los complementos directos en las oraciones transitivas, por ejemplo; ni, por supuesto, con la mayor o menor entonación con que se pronuncia un sonido. Más bien me inclino porque acaso exigió el análisis sintáctico de “El aparato jurídico existe y la justicia funciona, pero no se puede utilizar contra los poderosos”. O “Los paraísos fiscales existen porque les conviene a los países ricos. Así, las grandes empresas pueden robar impunemente a los ciudadanos. Ese es el papel del Estado: conseguir que los ricos se enriquezcan todavía más”.

   Al día siguiente pude relajarme. Se trataba, simplemente, de noticias falsas inventadas por mentes macabras –los rojos de mierda- que pretenden desequilibrar la serena estabilidad de nuestra sociedad cristiana y conservadora. Ni el Tribunal Superior había dictado sentencia ni el joven universitario estuvo a punto del anarquismo, angelito de Dios. (Sin embargo, ¿por qué llegué a creerlas?)

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar