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viernes, 29 de marzo de 2024 00:12h.

Siempre tirarán pal monte… - por Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIARAun así estoy seguro de que –quizás- algunas cabras (y algún cabrón) podrían haberse controlado con dardos y tranquilizantes en sitios menos abruptos. Pero algo es seguro: tal como manifiestan científicos, técnicos y expertos en medioambiente, cabras y cabrones que viven en condiciones salvajes no manifiestan sensibilidades –por su propia condición de bárbaros- hacia plantas que son únicas en la isla, las endémicas. Es más: la reforestación, tan necesaria y urgente, siempre estará condenada al fracaso. Por tanto, suscribo el manifiesto de los cincuenta que justifica –las balas serían la acción extrema- el control de cabras asilvestradas (más algún cabrón o cabroncete), muy perjudiciales para el ecosistema y montes –los cantó Viana-donde hay tabaibas, cardones, escobones, viñátigos, lentiscos, tiles…

Siempre tirarán pal monte… - por Nicolás Guerra Aguiar *

     Periódicos insulares y de la raya para afuera destacan una noticia relacionada con el Cabildo de Gran Canaria: la eliminación a tiro limpio de setenta cabras que ejercían de tales en zonas barranquiles de Güigüí (Gugúi), Inagua y Tamadaba. Porque las cabras “siempre tirarán pal monte / nunca pa la carretera”, tal como dice la canción con esencia machista. Y aunque no se especifica, las supongo acompañadas por el cabrón de turno: así exige la perpetuación de la especie en su forma rústica, ajena a modernas fecundaciones in vitro.    

   “Cabrón de turno” que no es, obviamente, persona astuta (Cuba), de mal carácter (México) o que trafica con prostitutas (Bolivia, Chile, Ecuador, Venezuela). Ni, por supuesto, el hombre que consiente la infidelidad de su mujer. Se trata del chivo (Canarias, Cuba, Venezuela…), el no perfumado harenero (más bien jediondo) que desde las alturas vigila, expectante, su propiedad policábrica. Sin embargo, no figura tal condición de macho entre las víctimas: ¿escapó a la masacre cobardemente escondido entre el rebaño feminil? ¿Acaso era una manada de hembras? ¿O tal vez se ha usado el femenino para generalizar y romper la tradición académica del masculino como género no marcado?

   Así, y en gradación ascendente, algunos periódicos hablan de “Malestar con la muerte de 70 cabras”; otros, de “Matanza de cabras”; y los más impactantes califican sus muertes como asesinatos (“Cabras asesinadas por el Cabildo”). Acaso hiperbólica consideración esta última, pues asesinar significa ‘matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa’. Por tanto, para encajar bien tal consideración –con todos mis respetos- debemos ampliar el campo del pronombre indefinido “alguien” porque, en su significado lingüístico, se refiere a personas. Ya lo hemos visto: si un hombre puede ser “cabrón”, y no precisamente por la esbeltez cornamental, ¿qué ley, justicia o razón osa negarles a los animales ciertos rasgos humanoides?

   Dejo claro que tanto la Naturaleza como civilizadas personas buscan el equilibrio natural. Por tanto, estimo que quienes –desde el Cabildo- tomaron la decisión de controlar a las cabras salvajes lo hicieron con seriedad y rigor. Lo que sí podría discutirse son los métodos: ¿por qué a tiro limpio y no, por ejemplo, a través de apañadas como –parece- lograron algunos pastores? Bien es cierto que en Fuerteventura, por ejemplo, las hay con irregular periodicidad. Aunque también está a la vista que la orografía es muy otra: llanuras majoreras frente a desfiladeros y profundos barrancos en aquella zona del noroeste grancanario.

   Aun así estoy seguro de que –quizás- algunas cabras (y algún cabrón) podrían haberse controlado con dardos y tranquilizantes en sitios menos abruptos. Pero algo es seguro: tal como manifiestan científicos, técnicos y expertos en medioambiente, cabras y cabrones que viven en condiciones salvajes no manifiestan sensibilidades –por su propia condición de bárbaros- hacia plantas que son únicas en la isla, las endémicas. Es más: la reforestación, tan necesaria y urgente, siempre estará condenada al fracaso. Por tanto, suscribo el manifiesto de los cincuenta que justifica –las balas serían la acción extrema- el control de cabras asilvestradas (más algún cabrón o cabroncete), muy perjudiciales para el ecosistema y montes –los cantó Viana-donde hay tabaibas, cardones, escobones, viñátigos, lentiscos, tiles…

   Y como de tales animalitos se trata en espacio geográfico que, al decir de aquel poeta lagunero, formó parte de los Campos Elíseos, debo decir que me emocionó como canario y norteño el canto solemne que sobre el tema capril publicó en infonortedigital hace días un señor concejal del Ayuntamiento gaetense. Y lo digo porque se le nota gran sensibilidad cuando habla del dulce viento por los antiguos senderos de Tirma; de naturaleza virgen, éxtasis para los sentidos; del cantar de las aves: del paraíso terrenal, en definitiva… Es palpable, y me satisface, que su memoria guarde con tanta fidelidad los versos de Antonio de Viana en el Canto I de Antigüedades de las Islas Afortunadas. Como profesor ya jubilado rememoro etapas profesionales en que mis alumnos perplejaban mentes y sentidos cuando leían las descripciones de nuestro gran vate, tinerfeño de nacimiento y médico ejerciente en Las Palmas.

   Pero aquella paz fue “quebrada por sangre y pólvora”. Logrado contraste: sin pasos intermedios, el señor concejal que deambula por las tierras de las cabras salvajes (y algún cabrón, e incluso cabroncillos) se ve, de repente, impactado. Así, las varias músicas que “hinchan el aire los pintados pájaros” sufren rudos y roncos bombazos sonoros que huelen a pólvora y sangre: son, dice, “sonidos de disparos de fusil”. La escena del crimen –porque de eso se trata, de crímenes, acciones voluntarias de matar- es patética: produce dolor, tristeza y melancolía… Lamentos y quejidos de cabras (y cabrones, cabroncillos, cabroncetes) elevan sones cual trompetas rubenianas para impactar en los oídos del transcriptor edil: “En el verde y virginal pasto yace herida de muerte una cabra”.

   ¿Quiénes son los autores materiales? Cazadores incompetentes traídos de fuera, dice. Pero, ¿y sus inductores? ¡Aaamigo!... Resultan ser los señores Brito (consejero cabildicio de Medio Ambiente) y Morales (presidente), políticos de Podemos y NC, respectivamente. Pero, además, “las autoridades de Agaete, con su Alcalde y Teniente-Alcalde” (que no son, obviamente, del ppartido ppolítico del señor concejal), organizadores de “todo un crimen” a balazos.

    Y por su formación clásica, el señor concejal termina con otra frase original: Homo hominis lupus, parecida a la del comediógrafo Plauto (200 años a.C.): Lupus est homo homini (’El hombre es lobo para el hombre’… aunque nada dice de cabras, cabroncillos, cabroncetes, cabronazos y cabrones, ni tan siquiera en salsa y con papas sancochadas).

   No obstante, me hubiera gustado idéntica sensibilidad pública ante el drama –asesinatos- de quienes huyen de sus países bombardeados y en vano intentan pasar a Europa, la misma que paga balas, pelotas de goma, gases lacrimógenos… con que turcos y macedonios reprimen a aquellos seres humanos, víctimas directas de la insensibilidad que define a los gobiernos europeos, entre ellos el esPPañol.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar