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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Supuesto lenguaje sexista en el Gobierno canario - por Nicolás Guerra Aguiar

Por varias razones no figura entre mis ajetreos convertirme en defensor del Gobierno canario...

Supuesto lenguaje sexista  en el Gobierno canario - por Nicolás Guerra Aguiar 

 

   Por varias razones no figura entre mis ajetreos convertirme en defensor del Gobierno canario. La primera, por obvia, no exige aclaración: no formo parte de él. La segunda se relaciona con mis capacidades, inferiores a las que brillan en varios cargos (no en todos, no; no en todos). Y la tercera está relacionada con mi niñez: “No golisnees donde no te invitan”. Y como el Gobierno no toca a rebato ante invasiones o situaciones de grave peligro ni nos consulta sobre actuaciones suyas que perplejan, me he dejado ir aunque siempre a la expectativa.

   Pero ahora que la señora Marrero –diputada por CC en el muy poco representativo Parlamento regional- le da un toque de atención al señor Hernández Spínola sobre un aparente uso del lenguaje sexista por parte de sus colegas del Gobierno (él es consejero de Presidencia, Justicia e Igualdad), aprovecho para volver a opinar, pues en artículos y en el aula toqué el tema varias veces cuando el rigor así lo exigía. Lectores y alumnos son mis testigos.

   Y lo hago, obviamente, con un punto de partida definidor: el máximo respeto a la señora Marrero y a todos aquellos que durante años han luchado por la igualdad entre mujeres y hombres, hombres y mujeres. Mi reconocimiento a su trabajo arduo, complejo y difícil en cuanto que somos miembros de una sociedad tradicionalmente gobernada por el varón. Que la mujer hoy forme parte de planteles de hospitales, centros de investigación, consejos de empresas; que ocupe plaza en juzgados y fiscalías; que sea delegada del Gobierno (y, por tanto, jefa de cientos de policías varones, algunos hipermachos); que ocupe el más alto puesto político en ejércitos y en su propia cadena de mandos; que desempeñe presidencias de Gobierno…, son ejemplos de todo lo que se ha conseguido; aunque bien es cierto que sigue estando en minoría frente al hombre, aunque hay excepciones (a lo largo de mis decenios como obrero de la palabra tuve tres directores y seis directoras). Y en determinados puestos la nómina de la mujer trabajadora es inferior a pesar de que realiza el mismo trabajo.

   Desconozco quién es la señora Marrero, por más que sigo con grandísimo interés todo lo relacionado con políticas, administraciones y gobiernos que se refieren a Canarias sin dejar en el olvido, claro, lo concerniente a Europa y el resto del mundo, aunque bien es cierto que se me escapan muchos acontecimientos.  No me resulta familiar su nombre  en asuntos políticos del Parlamento cuya trascendencia haya sido vital o muy importante para Canarias. Posiblemente me habré perdido algún debate en el que ella haya intervenido (lo cual lamento, de verdad). Pero a pesar del gran condicionante de no conocerla  –y con todos mis respetos- salgo al paso de un reproche que le hizo al señor consejero de Presidencia, y que copio del periódico: “En el ejecutivo siguen hablando con lenguaje sexista y no con lenguaje genérico neutro”. Y añade: “Algunos representantes del ejecutivo […] siguen hablando de ciudadanos, en lugar de ciudadanía, o dan las buenas tarde a todos, en lugar de a todos y a todas”.  

   Pues bien. Me parece que fue poco acertado el ejemplo de la señora parlamentaria –debe usarse “ciudadanía”, dice, en vez de “ciudadanos”- porque la primera voz, precisamente, no es un modelo de lenguaje genérico neutro. Y no lo digo yo: lo escribe la Academia en su Diccionario. Así, junto a la voz “ciudadanía” aparece la f. de femenino, y es cierto, claro: no decimos “el ciudadanía”. Sin embargo, propone la señora Marrero que sustituyamos una palabra gramaticalmente masculina  (“ciudadano”) por otra gramaticalmente femenina. Por mi parte, de verdad, no hay absolutamente ningún problema en el cambio. Pero ocurre que no veo la ganancia o provecho, el beneficio que a la lucha contra el machismo pueda aportar la sustitución. Y no lo veo por una razón para mí fundamental: estamos hablando de géneros gramaticales (arbitrarios, las más de las veces), no de sexo masculino o femenino. Más: el mismo Diccionario define la voz “ciudadanía” como ‘conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación’. No de “ciudadanos / ciudadanas”. Y la Academia puede ser lenta en sus decisiones, pero no está formada precisamente por gente torpe ni ortodoxamente machista. Ocurre que, eso sí, distingue entre el género marcado (“las niñas”) frente al no marcado (“los niños” pueden ser solo varones o, además, varones y hembras).

   Respecto al “buenas tardes a todos y a todas”, exactamente igual: me parece una reivindicación respetable, faltaría más. Y aunque seguimos en el mismo caso de que “a todos” implica a hombres y mujeres, mujeres y hombres por aquello del género no marcado, recuerdo y traigo como ejemplo lo que una señora de cierta jefatura de estudios propuso para una circular: “Yo, don / doña…, padre / madre del / de la… alumno / alumna… don / doña…, autorizo a mi hijo / hija a que asista con el / la profesor / profesora al viaje…”.

   Porque los mensajes han de ser claros, precisos y breves, ¿es conveniente que hablemos de ”Los / las romanos / romanas adinerados / adineradas tenían hijos / hijas, esclavos / esclavas, sirvientes / sirvientas”? Me parece que no. Con todos mis respetos, se liaría el texto de tal manera que terminaríamos confundiendo a los lectores, actividad poco recomendable.

   Apoyaré a la señora Marrero  cuando inicie la campaña pública y callejera que reclamaría la protección absoluta de aquellas mujeres que viven en el horror de una probable paliza propinada por su pareja masculina, y la prisión incondicional para ellos. Le pediré que cuente conmigo para exigir la educación en igualdad frente a colegios privados –con dinero del Estado- que separan a sus alumnos por sexo. Y apoyo hasta donde haga falta a las mujeres para que decidan en absoluta libertad sobre su embarazo. Quizás es el momento de reclamar que se proponga, discuta y vote en el Parlamento canario.