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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Tanto para nada, novela de Ana García-Ramos del Castillo - por Ana Beltrán

 

 

tanto para nada

ana beltránEl primer párrafo de una novela es como el recibidor de una casa; una muestra  de  las estancias que la componen. Dejándome conducir por esta máxima, paso a la antesala de Tanto para nada:

 

 

ana garcía-ramos del castillo 2

ANA GARCÍA-RAMOS DEL CASTILLO

Tanto para nada, novela de Ana García-Ramos del Castillo –por Ana Beltrán *

El primer párrafo de una novela es como el recibidor de una casa; una muestra  de  las estancias que la componen. Dejándome conducir por esta máxima, paso a la antesala de Tanto para nada:

«En el frondoso bosque de Agua García, en Tacoronte, donde crece la laurisilva a merced del alisio, mi abuela tenía un jardín encantado. Un lugar en el que plantó flores para esconder, con ellas, una  tristeza muy grande…»

Días pasados leí, en el suplemento cultural de un periódico, el auge que últimamente ha tomado la literatura de minuciosa descripción, a la que de forma abierta elogiaban. Al parecer, la observación de los detalles,  posteriormente  llevados al folio, se ha vuelto a poner de moda. Una forma de  narrar que ha tenido muy  buena  acogida por  parte de la crítica; y lo que es más importante, de los lectores.

Tanto para nada hace buen acopio de esa «virtud» que anda al alza en la literatura  actual. Hay dos cosas  que confieren interés a esta novela basada en hechos reales, los cuales transcurren en los primeros años de la pasada centuria: la peculiar historia de José Julio Fernández del Castillo (una rareza en la Canarias de entonces), y la descripción  de los lugares por los que  el joven transitó y vivió es sus años de estudiante. La autora, con un lenguaje preñado de sencillo encanto, nos adentra,  primero, en la casa familiar, un hogar en consonancia con la familia acomodada que la habita. De la misma forma  describe las tierras que le dieron sustento: hermosos y fértiles campos, con sus bancales en desnivel y sus llanos, como corresponde a la orografía isleña. En ellos crecen  cereales de todo tipo, maduran las vides y los manzanos  comienzan a dar sus primeras reinetas. También hay árboles que se alzan majestuosos delimitando  lindes, cinco cupresos  mandados a plantar por el cabeza de familia; uno por cada hijo nacido. Allí, «Los campesinos, trabajando de sol a sol, conseguían transformar los terrenos baldíos en productivos que a la vista se antojaban como una alfombra multicolor.»

Del entorno rural pasó José al urbano, al menos durante las horas de clase en el Instituto General y Técnico de Canarias. De este emblemático lugar, de su importancia en aquella época, ofrece una interesante información  la autora. Entre otras cosas, las visitas de relevantes personajes, como la inesperada  de Vicente Blasco Ibáñez, que llegaba desde Lisboa camino de Buenos Aires; el barco iba a estar unas horas en Tenerife y él aprovechó  esa oportunidad para visitar algunos lugares de la isla. El escritor fue recibido por el director del Instituto Provincial y otros literatos de Aguere, quedando complacido por el recibimiento del que fue objeto. Tanto, que unos meses después el Instituto recibiría una colección completa de sus obras.

Otros personajes de máxima importancia histórica también visitaron el Instituto, entre ellos destaca el rey Alfonso XIII, de visita en Tenerife. Su real persona no sólo visitó al Cristo lagunero, también al ya prestigioso  Instituto. El monarca iba acompañado por el conde  de Romanones  y el rector de la Universidad de Sevilla. Este hecho repercutió positivamente en el centro docente.  

Pero volvamos a José… Hasta La Laguna se desplazaba el estudioso adolescente  a  bordo del tranvía, vistiendo aún pantalones cortos. Fueron las excelentes notas obtenidas en los exámenes las que, unos años después, lo llevarían a Madrid. De esta ciudad también la autora  da una información detallada, tanto, que no parece que estemos leyendo sino  haciendo un recorrido por sus calles, cafés, teatros, museos… De la misma forma narra la realidad política y social de la época, con idéntica veracidad. Como la llegada del propio José a la pensión,  en la que se alojará por un tiempo, hasta que ingresa en la afamada Residencia de Estudiantes. Todo un mérito del  joven canario.        

Pero no fue sólo hasta allí donde recaló el aventajado estudiante,  unos años después sus notas académicas le dieron la oportunidad de ingresar en la mundialmente  famosa  Universidad  de Lieja. Hasta  esa ciudad viajó José con la ilusionada intención de estudiar Ingeniería. Cuenta la autora, que lo más que  apenaba  al joven  era que al menos en tres años no volvería a ver a su familia.  La distancia entre  Canarias y Madrid se acortaba a través de la correspondencia, y con ella la nostalgia de la familia y de la tierra; una  distancia que ahora se acrecentaba…

Por carta conoció José a Mathilde, una joven belga que residía en Amberes.  Todo comenzó con un intercambio de postales, hasta que poco a poco el amor se fue instalando en su joven corazón.  Otro tanto  le había sucedido a ella.  Pronto pensaban encontrase en Amberes, sólo  unas horas de tren y ya, ¡por fin!, tendrían la ocasión de conocerse personalmente.  

Corría entonces el año1914, y los vientos de guerra soplaban sin piedad sobre la vieja  Europa.

Tanto para nada es una novela que nos retrotrae en el tiempo,  sucesos reales que la narrativa de Ana García-Ramos hace que resulten bellamente conmovedores.  

Todo para nada puede comprarse on line en:

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* En La casa de mi tía por gentileza de Ana Beltrán

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