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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

Tartanarar con el Ayuntamiento capitalino - por Nicolás Guerra Aguiar

Anda cabreadísima la gente de la calle con la vestimenta que utilizan los recién incorporados tartaneros por la zona de Catalina Park, tal la llamó el sureño Orlando Hernández; espacio que, además, fue residencia y sede oficial de Lolita Pluma durante décadas. Resulta que los chonis llegan tras desembarcar de los cruceros turísticos, pero se lían y creen que están en Sevilla porque el atuendo de quienes tartanaran más parece de aquella ciudad, Ispal para los tartesos (siglo VIII a.C.) e Hispalis tras la conquista romana (siglo III a.C.).

Tartanarar con el Ayuntamiento capitalino - por Nicolás Guerra Aguiar

   Anda cabreadísima la gente de la calle con la vestimenta que utilizan los recién incorporados tartaneros por la zona de Catalina Park, tal la llamó el sureño Orlando Hernández; espacio que, además, fue residencia y sede oficial de Lolita Pluma durante décadas. Resulta que los chonis llegan tras desembarcar de los cruceros turísticos, pero se lían y creen que están en Sevilla porque el atuendo de quienes tartanaran más parece de aquella ciudad, Ispal para los tartesos (siglo VIII a.C.) e Hispalis tras la conquista romana (siglo III a.C.).

   El señor Barbero Sierra -concejal de Turismo del Ayuntamiento capitalino- parece que es el responsable de todo lo que se refiere a aquel parque, pues los portavoces de los grupos municipales se dirigieron a él cuando reclamaron “la revisión urgente de las autorizaciones tartanales”. E incluso, aprovechando que la marea subía y empujaba con reboso (suele traer aguavivas), el señor Quevedo –dos nomiNillas ofiCiales- se dejó caer con “naturalezas coloniales” de los nuevos carruajes y de la vestimenta,  aunque la verdad es que por el momento no he escuchado a los caballos más que algún relincho. No obstante, estaré pendiente por si pronuncian a la manera castellana o, al contrario, su habla es puramente andaluza, tan diferenciada de la primera. Pero estoy seguro de que si alguno de ellos se suelta un “¡Chaaaaacho, déjate dil, nenel!”, la recolonización quevediana quedaría frustrada: aquellos animalitos -que no son ni rocines quijotescos ni jamelgos- podrían mostrar su certificado de nacimiento y, mismamente, de hasta siete generaciones de pura sangre canaria, lo cual ya sería un mérito sobrenatural, dicho sea de paso.

   Pero que los señores concejales de la oposición y muchos paisanos nuestros tienen absolutamente toda la razón es algo que ni la imprudente, desafortunada, rabiscona y calentona salida del señor alcalde puede evitar. En efecto: los tartaneros más parecen recién importados de Andalucía por su indumentaria que originales de Canarias. Y ese fue un detalle que no previó la concejalía correspondiente del señor Barbero, por más que la exteriorización es elemento fundamental en cualquier actividad. No eran menester el vriginio o la cachorra con manchas de plataneras, no exageremos. Ni los bigotes revirados a la manera de Pepe (?) Castellano, el canarión que le puso voz y rostro a Pepe Monagas, personaje creado por Pancho Guerra. Tampoco resultaba imprescindible que llevaran alpargatas de esparto, el naife atravesado en el cuadril o a seña Fefa al lado mientras prepara el mojito para el sancocho. Pero siempre hay un término medio si las cosas se hacen bien, actuación quizás muy exigente para personas encargadas de Turismo que se conforman con elementales servicios, cual si de algo sin importancia se tratara.

   Sin embargo, se me ocurre que tal metedura de vestimenta por la concejalía capitalina de Turismo no haya sido consecuencia de apatía y desinterés. Quizás, acaso, la trascendencia sea incluso hasta de tipo cultural, idiosincrática, de habla. Porque, vamos a ver: ¿de dónde procede la mayor parte del patrimonio fonético  que define a nuestra variante dialectal canaria –con permiso de paisanos muy muy cultos que se desparraman con el vosotros-? Pues exactamente, estimado lector, acierta usted: la repoblación de Canarias tras la conquista llegó desde Andalucía, sobre todo de la parte occidental, con predominio de Sevilla. Y con los colonos arribaron fondo léxico y características fonéticas (de estratos no cultos) que se impusieron con rapidez en las Islas (generalizo). Así, por ejemplo, cuando en los estamentos instruidos tendía a desaparecer la aspiración de la f latina en posición inicial (jablar, jinojo –hierba-, jembrerío), esta se mantuvo en la población emigrante. Por tal razón aún se escucha en sectores sociales canarios. Y como elemento más definidor, las pronunciaciones de z y c (esta, ante e, i) como s: el seseo (/sapáto, síne/), variedad extendida por Andalucía.

   Consecuencia de nuestro vínculo lingüístico - cultural con Ispal: todos yerran en las críticas al concejal de Turismo, el señor Barbero. (Que haya una ópera, El Barbero de Sevilla -en italiano, Il barbiere di Siviglia- es puñetera coincidencia, como de recochineo.) En sus decisiones hubo estructuración, orden, riguroso dominio de la Historia, estudio de idiosincrasias populares, redescubrimiento de pálpitos que arrancan en el siglo XV. La raigambre cultural, pues, como elemento definidor. ¿Y qué más identificación externa con nuestros ancestros que la vestimenta andaluza a la manera de los tartaneros hispalenses? ¡Si es que me deja anonadado; me impacta en mi sentimiento isleño que tal lección de sabiduría -¿qué digo? ¡De andalucidad!- no haya sido ni entendida ni, mucho menos, agradecida. De Inquisición, vamos. De flagelaciones in aetérnum, per saécula saeculórum.

   En conclusión: está justificadísimo que al señor alcalde de la ciudad le afectaran calenturas y encochinamientos y se le enrabiscara la tensión sanguínea. Los señores concejales de la oposición no tienen “nivel intelectual y político” (el señor Cardona sentencia) cuando critican la andalusiasión de los tartaneros del Catalina Park. Son críticos por ausencias intelectuales, sentencian en el Ilustre. No analizan sus orígenes; no saben que su habla está arraigada en la esencia de quinientos años atrás. Y como aquí somos lo que somos porque incluso hasta burgao, peje, vieja (pescado), embelesarse, carozo… son voces andaluzas, lo normal es que los gobernantes sientan como suya la obligación de mostrarnos nuestra naturaleza, y que debe recuperarse desde los lugares más significados para el turismo. Por tanto, que se tartanee con ropajes andaluces. ¡Ele!

   Lo malo es que los chonis, ya en la bocana del puerto, puedan terminar convencidos de que están llegando a parte de Andalucía cuando captan el lenguaje caballil (“¡Ozú, hay yegan lo schoni!”). Y releen aquel poema de Lorca que empieza así: Antonio Torres Heredia, / hijo y nieto de Camborios, / con una vara de mimbre / va a Sevilla a ver los toros”. Y claro, se empeñarán en ver una corrida, en Canarias prohibida. Entonces, ¿a quién le pondríamos la cornamenta?... Arráyense un millo, ciudadanía y señores concejales de la oposición.