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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Texto número cuatro. ¡He creído morir! Esta tarde he perdido a Julia - por Alba Piñol Farré

 

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Texto número cuatro. ¡He creído morir! Esta tarde he perdido a Julia - por Alba Piñol Farré

 

¡He creído morir! Esta tarde he perdido a Julia en el supermercado. Estaba haciendo la compra. Max iba sentado en la sillita del carro en contra de su voluntad, pues quería ayudar, como Julia, a llenarlo. Así, iba con el carro, con Max ladeándose y lloriqueando, la lista de la compra en la mano para una estancia más breve en el super, la niña de pie en la parte prevista para las botellas. El establecimiento estaba abarrotado por ser sábado con el gentío y el ruido que esto supone. En un momento dado aparco el carrito, en el rincón de siempre, que está más o menos resguardado, con la consabida mención a mis hijos:

─ ¡No os mováis! Regreso en un minuto.

Recojo los quesos: rallado, camembert, emmental, sus yogurts preferidos y los del padre… Cuando regreso encuentro a Max llorando y Julia no estaba a su lado. Intento consolar al niño mientras pienso que Julia está cerca, que ha ido a por galletas. Ella conoce el supermercado. Pero no. No ha regresado. Algo inquieta empujo el carrito hacia el punto de información. Sabe que no puede ni debe seguir a nadie, por nada en el mundo, ni por un caramelo, ni que le anuncien que su padre y yo estamos muertos, … y si algún día, en un momento dado, nos despistamos, debe dirigirse al punto de información para que anuncien que ella está allí. Intento calmarme porque tengo fe en la sabiduría de mi hija, pero no impide que me esté volviendo loca. No sé si me desespera más su desaparición o el enfado de su padre cuando se entere. El caso es que no estaba en información. No han hecho un llamamiento sino tres y no ha aparecido ¿Dónde está?, ¿con quién?, ¿por qué?… Cuando he considerado que había pasado el tiempo suficiente he abandonado el carrito, la compra, y por poco el bolso con todas las pertenencias y documentación de no ser por un joven que me ha avisado, con Max en brazos me he dirigido a la salida.

La noche ha substituido al día, las lámparas viales están encendidas. Me aposto pegada a la pared, en un lugar discreto, desde donde desesperadamente puedo vigilar la entrada y me pongo a llorar. Una pareja pasa cerca de mí preguntando si estoy bien. Me deshago de ellos. Rota por la desaparición de Julia debo decidir qué hacer. Me digo, desde el coche llamaré a Julián para explicárselo. Sé que se desencadenará la retahíla de insultos ya conocidos y añadirá los más inesperados, esta vez con razón. Le daré cita en la policía del sector del super para poner la denuncia y comenzar los trámites. ¡Ay de mí! Mientras me dirijo con Max en brazos y por un espacio de nanosegundo me ha invadido la duda de si tenía más miedo de perder a mi hija o de la cólera de Julián y sus consecuencias. Este pensamiento me ha destrozado todavía más.

Han pasado dos horas de su desaparición. Y si la han raptado, ¿dónde estará? ¡Ya no volveré a verla! Max, aferrado a mi pierna, sigue llorando porque no le hago caso.  Me cuesta encontrar las llaves del coche en el bolso, cuando doy con ellas se caen al suelo, las recojo y me levanto con dificultad. Logro abrir la puerta y entonces Julia, mi preciosa y adorada hija ha surgido a mi lado con una sonrisa en los labios. La he abrazado y he llorado con ella y con Max, apretados contra mi cuerpo, aunque ninguno de los dos ha entendido mi reacción. También he llorado de vergüenza cuando, conduciendo, ha regresado a la mente el pensamiento que me ha atravesado el espíritu un momento antes: si me daba más miedo perderla a ella o las consecuencias con las que tendría que afrontar a su padre.

¿Qué había pasado? Sencillo, Julián, con el que parece ser nos hemos cruzado en el super, cuando he dejado el carro aparcado, ha llamado discretamente a Julia y se la ha llevado a tomar algo. Cuando ella ha oído la llamada por megafonía y ha querido dar señales de vida, su padre le ha explicado que era una broma ocurrente que me gastaban juntos. 

 

Al llegar a casa Julián ha preguntado si nos habíamos divertido guiñándole el ojo a su hija y Max, mi inocente Max, es el que ha respondido:

─Pues no papá

─Por…

─Porque mamá se ha pasado la tarde llorando. 

Entregas anteriores de la serie:

http://www.lacasademitia.es/articulo/firmas/texto-numero-llego-trabajo-cansada-alba-pinol-farre/20191010200943091480.html

http://www.lacasademitia.es/articulo/firmas/texto-numero-manana-sera-dia-vida-cambiara-alba-pinol-farre/20191017092132091826.html

http://www.lacasademitia.es/articulo/firmas/texto-numero-fin-semana-alba-pinol-farre/20191024130845092222.html

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Alba Piñol

 

alba piñol farré

 

 

MANCHETA 9