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sábado, 20 de abril de 2024 09:50h.

La Traición - por Álvaro Felipe Hernández

 

álvaro felipe

El otoño caía rabioso sobre Santa Cruz cuando le dieron caza todos los desánimos, uno a uno fueron entrado por sus poros para traerle toda la tristeza del universo, para clavarse como una alfiler en los días pasados. Sintió el dolor de una saeta ponzoñosa que le desgarraba la memoria sin, al menos, asesinarle los recuerdos.

 

La Traición - por Álvaro Felipe Hernández *

 

El otoño caía rabioso sobre Santa Cruz cuando le dieron caza todos los desánimos, uno a uno fueron entrado por sus poros para traerle toda la tristeza del universo, para clavarse como una alfiler en los días pasados. Sintió el dolor de una saeta ponzoñosa que le desgarraba la memoria sin, al menos, asesinarle los recuerdos.

la cara de la desgracia

Como el ritual que había llevado a cabo tantas veces, volvió a acudir a aquellas hojas, teñidas de ocre por el tiempo, que misteriosamente no habían perdido el olor de la imprenta. Y el azar le ofreció la cara de la desgracia cuando se abrieron, descarnadas, por la página 227. Enseguida le acercaron el olor de las madreselvas y la picadura de pipa, los líricos silencios que habitaban en la muchacha de la bicicleta. Y el salitre, les trajeron el olor del mismo salitre que corroía por las noches el pomo de la puerta de su alma; su aroma salió de entre las páginas de aquel libro cuando el viajante caminaba a la orilla del mar con espuma.

Las metáforas de aquellos cuentos siempre supieron reconfortarle en los momentos confusos, en aquellos instantes en que le enseñaron que los hombres no lloran, al menos hacia fuera. Por eso acudió esa tarde a las hojas de aquel libro, ya secas como las de un arce en invierno, porque en ellas se atesoraban todos los cuentos; estaban ahí incluso antes que una amiga se lo regalase en Uruguay, aquél día tan ventoso que nunca olvidará.

Pero hay veces en que aún toda la belleza que sale de las mentiras de Onetti no son suficientes para invocar el olvido, esta vez el asco era demasiado. Cuando terminó de vomitar recordó la frase de Benito Juarez: ''Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan”. Sólo entonces, mientras el ruido de la cisterna inundaba la escena, consiguió que un grito ascendiera por su garganta: ¡¡P$OE!! ¡¡CABRONES!!

* En La csa de mi tía por gentileza de Álvaro Felipe

álvaro felipe