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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

La traición a la comunidad como la corrupción más profunda - por Federico Aguilera Klink

FEDERICO AGUILERA KLINKTodos los días estamos viendo nuevos casos de corrupción. El catálogo es muy variado,  se amplía continuamente y no salimos de nuestro asombro. Sin embargo, este enorme y variado catálogo actúa como una barrera que nos impide ver con claridad la corrupción más profunda y más importante que consiste en cómo los gobiernos y parlamentos traicionan de manera habitual al bienestar de la comunidad, es decir, al interés general o al interés público al ponerse al servicio, mediante la toma de decisiones y la aprobación de leyes, de los principales intereses financieros y empresariales.

La traición a la comunidad como la corrupción más profunda - por Federico Aguilera Klink, catedrático de Economía Aplicada en la ULL *

Todos los días estamos viendo nuevos casos de corrupción. El catálogo es muy variado,  se amplía continuamente y no salimos de nuestro asombro. Sin embargo, este enorme y variado catálogo actúa como una barrera que nos impide ver con claridad la corrupción más profunda y más importante que consiste en cómo los gobiernos y parlamentos traicionan de manera habitual al bienestar de la comunidad, es decir, al interés general o al interés público al ponerse al servicio, mediante la toma de decisiones y la aprobación de leyes, de los principales intereses financieros y empresariales.

La idea no es nueva pero se nos escapa habitualmente. En los ‘apuntes’ que se conservan de los cursos que impartía Adam Smith en 1762, recogidos por sus alumnos y publicados como Lecciones sobre Jurisprudencia, se señala que “…los crímenes que parecen más atroces para los individuos no fueron los primeros en estar sujetos a lo que se llama propiamente castigo…sino los que golpeaban inmediatamente el bienestar de la comunidad. Son dos, la traición y la cobardía…”.

De acuerdo con lo anterior, podemos empezar a comprender mejor que el crimen, corrupción, más atroz pero que no terminamos de verlo así, consiste en la práctica habitual mediante la que los gobiernos y parlamentos golpean el bienestar de la comunidad como algo normal que hay que mantener y que permite que este bienestar empeore como si fuera algo con lo que los gobiernos no tienen nada que ver. En otras palabras, nos hemos (nos han) acostumbrado a aceptar esta situación mientras salen, aunque con dificultades, otros casos menores que sí vemos como corrupción y de los que nos escandalizamos.

Tampoco es nueva esta idea, como ya he señalado varias veces, pues el notario aragonés Joaquín Costa lo expresó con gran claridad en 1901, pero sigue sin ‘entrar y acomodarse’ en nuestros esquemas mentales. “No es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias… O, dicho de otro, no es el régimen parlamentario la regla, y excepción de ella los vicios y las corruptelas denunciadas  en la prensa y en el Parlamento mismo durante sesenta años; al revés, eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituyen el régimen, son la misma regla”. (Oligarquía y Caciquismo como la forma actual de gobierno en España).

¿Por qué sigue sin acomodarse esta realidad y esta mirada en nuestros esquemas mentales? Porque no se habla con claridad de ella y porque los propios medios de comunicación son, habitualmente, los primeros interesados y beneficiados en que siga sin verse. La distorsión en la información así como el silenciamiento de noticias clave, a cambio de contratos de publicidad y otros favores, constituye el punto fundamental. Evidentemente, la educación recibida que transmite de manera repetitiva esquemas obsoletos no es ajena a este ‘mirar sin ver’. El economista y novelista José Luis Sampedro lo expresó, desde mi punto de vista, de manera insuperable en su novela ‘El río que nos lleva’, escrita en 1961, al hacer reflexionar a uno de sus personajes de la siguiente manera: “Conocía a su gente. Sabía cuánto tardan en oir algo distinto por haber estado sometidos secularmente al machaqueo del mismo martillo”.

Pero la gente, probablemente, no lo sabía. Y este no saber, esta inconsciencia o confusión deliberadamente construída nos lleva a mirar sin ver impidiéndonos entender con claridad lo que estamos viendo. No se puede olvidar el dibujo de El Roto en el que un hombre pasa al lado de una pared en la que hay una pintada que dice ‘Prohibido ver lo evidente’.  ¿Cómo explicar si no que la gente afirme que se gobierna para los ricos y no lo relacione con la corrupción más atroz? El periodista Daniel Montero señala, en el  Informe de OXFAM, “Gobernar para las élites” con un anexo titulado “Secuestro democrático y desigualdad económica: Reflexiones sobre España”, que “Ocho de cada diez personas piensan que en España, las leyes están hechas para proteger a los poderosos…Por un lado, refleja la imagen que 37 millones de españoles tienen de las leyes que rigen su convivencia; un sistema viciado donde unos pocos se enriquecen a costa de todos. Y por otro, señala una lectura todavía más peligrosa. La clase política española, esa amalgama de 80.000 representantes sufragada con dinero público, ha dejado su papel como protector de los más débiles para garantizar el enriquecimiento de aquellos que, cada vez, son más ricos”.

http://www.oxfamintermon.org/sites/default/files/documentos/files/Gobernar%20para%20las%20%C3%A9litesl.pdf

Como esto de hablar de oligarquía y de élites parece que ya está superado, no está de más señalar que algo similar a lo que ocurre actualmente en España, sucede también en Inglaterra, ese ejemplo que nos ponen habitualmente de democracia consolidada y ejemplar y de la que aparentemente tenemos tanto que aprender, por eso me parece muy oportuno recordar que “En opinión de Carswell, Parlamentario conservador inconformista, Gran Bretaña se ha convertido en una «oligarquía», víctima de una forma rampante de «amiguismo corporativo», que representa perfectamente el hecho de que las grandes empresas pueden «malversar partes del presupuesto de defensa a través de un sistema completamente inadecuado de obtención de recursos defensivos».  Para un utópico de derechas como Carswell, esto no es capitalismo, sino más bien «corporativismo»: «Son las grandes empresas juntándose con el gran gobierno para cortarse a sí mismos un trozo enorme del pastel de la  economía». (Owen Jones, El Establishment, 299, 2014).

 

¿Cuáles son los requisitos básicos  para traicionar a la comunidad?

Son varios y todos están entrelazados y relacionados, lo que crea una especie de trama que funciona muy bien para mantener la traición y conseguir que no se cuestione directamente desviando la atención hacia otros problemas. En mi opinión estos requisitos son los siguientes:

-Un sistema básicamente bipartidista que penaliza con la ley electoral injusta a los partidos pequeños y en el que hay un acuerdo tácito del bipartito para no beneficiar al interés público sino a los poderosos. Willy Meyer hablaba hace unos días, con toda razón, de la ‘obscenidad del bipartidismo orgánico’. Aunque yo incluyo en ese tipo de bipartidismo a los partidos nacionalistas que son los que, con frecuencia, han facilitado su funcionamiento y consolidación.

http://www.eldiario.es/tribunaabierta/obscenidad-bipartidismo- organico_6_567003315.html

- Un conjunto de personas malvadas (no es ninguna exageración, malvado es aquel que traiciona a la comunidad que le ha elegido para gobernar a favor del interés general de dicha comunidad), respetadas y aceptadas como garantes de la democracia, que saben que su trabajo en política consiste en traicionar a los ciudadanos beneficiando a los grandes  intereses empresariales. Evidentemente no sirve de nada cambiar a las personas si siguen siendo malvadas. Felipe, Aznar, Zapatero y Mariano son, básicamente, malvados y, por lo tanto, intercambiables. No ocurre lo mismo con Botella y Carmena. En Canarias, da igual Paulino que Clavijo, son intercambiables, más allá de los juegos sucesorios. A nivel insular entiendo que Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria, no es intercambiable con Soria, pues hay un antes y un después, como lo prueba todo el conjunto de ataques, descalificaciones y manipulaciones mediáticas a las que está sometido por estar decidido a seguir, como en su época de Alcalde de Agüimes, sin traicionar a la Comunidad y tomar decisiones que benefician al interés general.

- Unos medios de comunicación serviles con el gobierno y con los intereses empresariales, que tratan vanamente de aparentar independencia y neutralidad, pero que no lo consiguen pues forman parte esencial de la ‘trama bipartidista’, aunque hay que reconocer que consiguen con sus seudoentrevistas y seudoinformaciones (en realidad entrevistas-propaganda y publireportajes) construir una ‘opinión’ pública que hace creer a los que la reciben, que las cosas son como ellos las cuentan. Un muy reciente ejemplo, desde mi punto de vista, es el reportaje sobre el gas publicado por Diariodeavisos titulado ‘El pleito del gas’ (http://diariodeavisos.elespanol.com/2016/10/pleito-del-gas/ ) 

 en el que se sigue confundiendo el abastecimiento puntual de gas a algunos barcos, con la supuesta necesidad de introducir el gas natural en Canarias y su supuesta necesidad para el supuesto desarrollo económico e industrial. Mientras se siga confundiendo todo y dando lo supuesto por necesario se sigue engañando a la gente ¿Por qué no se invita a debatir en público a Carlos Alonso y a Antonio Morales para que presenten con claridad sus argumentos y sus datos sin intermediarios que los distorsionen?

- Una mayoría de personas manipuladas, intimidadas y enajenadas por esos medios para que no osen salirse de la  “normalidad democrática” porque se “rompería” España, se perdería el tren del progreso y la competitividad y otras majaderías por el estilo cuyo objetivo consiste en crear miedo y en asustar a la gente para que no piense por cuenta propia y para que obedezca. Es más, todos los/las malvados/as que juegan este juego de crear miedo y, en el fondo, de mentir, son los que, en el caso de que la gente empezara a pensar por su cuenta y votar de otra manera, se encargarían de hundir el país para demostrar que ‘tenían razón’. Nunca me canso de recordar el dibujo de El Roto en el que un politico le dice a otro ‘Ya no se creen las mentiras’ y el otro contesta ‘Así no se puede gobernar’. Efectivamente, ya sabemos que ‘ellos’ llaman ‘gobernar’ a traicionar a la comunidad poniéndose al servicio de los poderosos.

- Una minoría disidente o reflexiva que tiene cierto eco y que es descalificada e intimidada, por políticos y periodistas a sueldo, como “radical”, “bolivariana”, o lo que haga falta en cada momento, ante la mínima oportunidad de influir en política para cambiar la “normalidad democrática”.

Por si nos quedan dudas de cómo funciona la trama y de cómo sigue con su traición a la comunidad, acabamos de asistir a un golpe de Estado en España (orquestado por medios de comunicación, intereses financieros y politicos malvados cuyo objetivo era evitar que Podemos entrase en el gobierno y pudiera empezar a airear lo que llevan haciendo casi 40 año años estos malvados) que sigue al que dio la Troika en Grecia, con ese Eurogrupo que nos maltrata continuamente y que está dirigido por banqueros a su servicio. Esta es la democracia real que tenemos. Y es que tenemos poca memoria y se nos olvida lo que hacía decir el genial escritor canario Benito Pérez Galdós a uno de sus personajes en uno de los Episodios Nacionales, Gerona. “Los malvados en grande escala…llegan a creer que están por encima de las leyes morales… se atreven tranquilamente… a violar las leyes morales, ateniéndose para ello a mil fútiles y movedizas reglas que ellos mismos dictaron llamándolas razones de Estado, intereses de esta o de la otra nación…”. En esas estamos.

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Federico Aguilera Klink

 

FEDERICO AGUILERA KLINK