Vergonzante expolio de arte en el museo de Sijena - por Erasmo Quintana
El siguiente sonetillo va con afecto a mis amigos lectores que tanto celebran como regañan mis ocurrencias semanales, siempre con el respeto y rigor de amistades a prueba de fuego. Esto que se muestra hoy es una redundancia de lo publicado el sábado, día 2, “Preocupante deriva ultraderechista”, y que, por comentarios hechos a mí, coincidentemente se me dio a entender que superó el tamiz de la severidad crítica de costumbre. Por lo demás, como debe ser.
El artículo referido trata sobre que desde el fallecimiento del Dictador hasta hoy, el franquismo estuvo omnipresente en nuestras vidas, aquel sistema que hacía posible, por la comunión comprometida de Franco con la Iglesia -al cual sacaban bajo palio como el cuerpo de Cristo en forma de hostia-, que unas monjas del monasterio de Sijena mercaran con un tesoro cultural nacional custodiado por ellas, al igual que otra congregación religiosa de hospitales negociara con recién nacidos, haciendo ver a las parturientas que su hijo era muerto, y si la víctima insistía en ver el “cadáver” de su hijo se lo negaban como un gesto “de caridad”. En aquella España, las congregaciones religiosas tenían todo el poder: hacían y deshacían a su libre albedrío. Gente de alrededor lo sabía, pero mejor estar callado.
Pensábamos que esto era cosa del pasado, pero no. En días recientes ha sido noticia que una comunidad de religiosas de Sevilla fue condenada por la Justicia al ordenar aquélla, sin el permiso de la Administración autonómica, la rehabilitación de un órgano, joya del más alto valor histórico-artístico y por su antigüedad.
Vergonzante expolio de arte en el museo de Sijena
por Erasmo Quintana
Un vergonzante expolio propio de dictaduras
tuvo que ver con monjitas del monasterio
aragonés de Sijena,
porque incultas y envalentonadas
por patente intocable
de fascistas
para ser imposible molestadas,
con temeridad que enajena
dispusieron como de su propiedad
lo que allí se custodiaba.
El valor inmensurable de piezas
por la congregación
ignorado de manera temeraria,
desamortizadas en afán de hacer caja
como cumple a su rústico magín.
Con la ética y moral escarmenadas
la pasión mercantilista
de las monjas
así me aprietan el alma.
Piezas del arte antiguo: sarcófagos de la Luna
junto a joyas del Medievo en estatuaria
de elevada belleza; tanta, que es imposible cifrarla
y allí está: en el Museo catalán
de Lleida, donde es visitada y se disfruta.
Hubo sentencia judicial condenatoria
de restituir lo expropiado a Sijena; cumplióse
al punto la misma, pero en su mitad, quedando
en el recinto catalán lo más sobresaliente
de las piezas, que ahora no se quieren devolver,
por lo que conocer interesante sería
en cuántas acerbas monedas
se vendió
tanta belleza irrepetible, arcana y soñadora,
flamígera del alma, amable y tierna a la mirada.
Estas son las habituales quisicosas que ocurren,
a nuestro pesar,
en esta insospechada y sorprendente patria mía.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana