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viernes, 26 de abril de 2024 00:49h.

Vivían los guanches de, por y para la tierra - por El Padre Báez

 

el padre báezVivían los guanches de, por y para la tierra, como bien que se ha heredado y ha venido de padres a hijos, de generación en generación del pasado al ayer ya perdido, a no ser que se recupere, pero a estas alturas y según qué planes, difícil lo veo, pero ya dije de eso no iba a volver a hablar, hablemos de lo que fue

 

Vivían los guanches de, por y para la tierra - por El Padre Báez *

Vivían los guanches de, por y para la tierra, como bien que se ha heredado y ha venido de padres a hijos, de generación en generación del pasado al ayer ya perdido, a no ser que se recupere, pero a estas alturas y según qué planes, difícil lo veo, pero ya dije de eso no iba a volver a hablar, hablemos de lo que fue: Los guanches, aprovechaban la tierra mojada fruto de las primeras lluvias, para cultivarla. Y así lo hacían: rompían la tierra con arados por ellos mismos tirados y hechos con gran pulcritud, y lo hacían estimulándose con gritos de ánimo, y otro tanto si labraban, con cánticos que todavía recuerdo se mantenían durante mi infancia y juventud, tanto en agricultores arando como pastores cuidando su ganado, toda una sinfonía y delicias de canciones, con el ritmo que lo hacían, hasta los animales se complacían y el trabajo les era más suave, y nunca solos sino siempre bien acompañados, pues acudían todos a la labor de uno y uno a las de todos. Faenas éstas a las que no eran ajenas las mujeres y los niños que siempre les acompañaban, sin dejar de cantar, que eso les animaba. Y de esas sementeras (cebada, trigo, avena, etc.), el mejor gofio que la tierra les daba. Y curioso, que según méritos y frutos, las tierras cambiaban de dueño en el reparto anual, y por ello procuraban bien cuidarlas y sacarles el mayor número de cantidad de frutos y granos. Y cuando la recolección, todos a una en ayuda fraterna y común. Valores éstos un tanto perdidos, salvo escasos resquicios, pero cada cual a su lado, desgraciadamente, perdiendo tradiciones y bienes heredados. Y en cuanto a oficios los tenían perfectamente definidos y propios de cada sexo, que en esto no habían caído en la bobería actual, y así, si el guardar el trigo era cosa de ellos, convertirlo en gofio, les tocaba a ellas; que ellos, más en la tierra y las casas para ellas, así se lo enseñaban las harimaguadas y la propia naturaleza. A este fin hay que recordar los graneros, construidos en riscos y a buen recaudo de aguas y humedades, donde en huecos donde cabían la carga de un camión en un más y menos y todos con ranuras para su sellado y así construidos la mayoría en lugares inaccesibles para librar el fruto de sus sudores de los visitantes, que al llegar con demasiada hambre los buscaban desesperadamente, sin tener nunca fácil el acceso y su consecución. En cuanto a la solidaridad, compañerismo, buena vecindad es muy probable fuera de naturaleza propia, pero sin desdeñar lo que el cristianismo en esto les educó, pues no deja de ser fraternidad, amor al prójimo, la ayuda a todo aquel que lo necesitara, como suprema ley, paralela al amor a Dios, cosa que ejemplarmente también practicaban, siendo un pueblo religioso como corresponde a la condición humana, a no ser que embrutecida ésta, imite a los animales.

El Padre Báez, que respecto a esto último tratado, se queda corto, pues a la par que escribo pasa por la mente lo vivido y de ellos -los guanches- es heredado, que las labores del campo, como la matanza del cochino, es cosa no de individuos, sino de forma y manera colectiva, y así todo como el echar un techo o cualquier otra junta, para lo que fuere, que acudían todos sin individualismo o separatismo, pobreza y egoísmo. A tal fin, mi padre tenía una vaca, y mi padrino otra, pues bien mutuamente se la prestaban para formando la yunta ir a arar respectivamente ambas tierras, donde la solidaridad alcanza grados muy altos, y es una más de las virtudes heredadas de los guanches a punto de perderse, por razones obvias, cuando el sector primario -lo primero- ha pasado a la cola de toda acción o trabajo. Y si en cogidas de papas, que todavía algo de eso queda, los hombres con azadas entre surcos, y las mujeres detrás apañándolas o cogiéndolas con los niños; y en el acarreo, nuevamente cosa de hombres, sin que esto signifique machismo ni feminismo, sino respeto a la madre naturaleza, que nos encorvó sobre la tierra, mientras ellas lucen sus pamelas y comentan la cosecha.

* Remitido para su publicación