Pocas referencias a una fecha gloriosa en los medios. Gloriosa, porque, salvo en Canarias, Galicia, Castilla y Navarra, la felonía franquista mordió el polvo en la inmensa mayoría del estado español, ante la resistencia popular. Tuvo que acudir el fascismo internacional y la cobardía de las llamadas democracias, para que los franquistas cavernarios pudieran, y les costó tres años, pasar y convertir el fracaso en victoria que arrolló el proyecto modernizador y libertario de la II República. Pero ahora, setenta y siete años después, el fascismo real, el de siempre, pero revestido del tecnocraticismo del siglo XXI, está ganando, de manera aparentemente más pacífica, pero con tanta crueldad, violencia y letalidad que entonces.