Cuánta magua da comprobar que, va pasando el tiempo y lo que Raúl Vega llama con acierto "el circo de la corrupción" no solamente no se reprime, sino que sigue creciendo a sus anchas. En Canarias, como en el estado de pa'allá, todo el mundo sabe de las íntimas relaciones que existen entre los mundos empresarial y político. Nadie que piense con la cabeza ignora que muchos partidos se han financiado y se financian tarifando decisiones. Y no hay más que mirar el tren de vida de mucha gente de la política, para tener claro que no viven de sus sueldos. Pero los procesos de los pocos asuntos que llegan a los tribunales, se alargan incomprensiblemente y las escasas veces que por fin llegan sentencias condenatorias, no vemos que sus protagonistas paguen las penas que se les imponen. Me refiero a los casos de corrupción, porque cuando se trata de tuits, raps o de intentos de votar, entonces sí que la justicia es rápida y expeditiva. Pero cuando hay que castigar el arramblamiento de perras públicas, en el circo corrupto, la función continúa. Raúl Vega publica en TAMAIMOS este pedazo de artículo con el que no hay otro remedio que coincidir.