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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

¿Fraude electoral o autoengaño? (Enrique Bethencourt)

enrique bethencourt

En su LA TIRADERA, Enrique Bethencourt carga contra quienes reclaman una revisión del escrutinio de los resultados del 26J. Para ello, Bethencourt parte de una inexactitud y se apoya en el consabido bagaje de tópicos a los que apela siempre quien carece de más argumentos. Para empezar, hay que desmentir que nadie "denuncia un grave fraude en las elecciones del pasado domingo", como dice el post. Lo que se hace es declarar que se sienten recelos y, por ello, se hace esa demanda de investigación.

 

En práctica dialéctica habitual en él, Bethencourt refuta las tesis contrarias, por la vía de solamente contar con algunas de ellas e ignorar las alegaciones que no puede contestar. Alude Bethencourt a un supuesto desconocimiento del sistema electoral, por parte de quienes expresan las sospechas, porque la presencia de las interventoras y los interventores, según él, haría imposible la distorsión de los datos. Ignora el hombre la práctica lamentablemente frecuente, en mcuhas latitudes, de actuar contra la candidatura que no disponga de representación en cada mesa. Y que los aparatos, bien engrasados por el oro inconfesable, de los partidos hegemónicos, les permite disponer de personal en la práctica totalidad de las mesas. Cosa que no ocurre con lo que Bethencourt llama, con su hábito de enmarañar las cosas, "formación morada", cuando él sabe que se trata de una candidatura multicolor, en la que el morado es un  color más. Un color hacia el que el propio Bethencourt demuestra una aversión fanatizada, ciega. Lo que no se puede negar es que, cuando una determinada candidatura es víctima del ataque impenitente de todas las demas, la agresión, en términos de escamoteo de votos, es más que probable, en ausencia de gente de esa candidatura.

En todo caso, es cierto que esa sangría de votos, vía robo directo en las mesas, no tiene entidad para justificar las sospechas de fraude significativo, tan voluminoso como el que se teme. Pero no es ahí, donde se focaliza la presunción de que se pueda haber manipulado el escrutinio, en magnitudes determinantes, sino en el manejo informático de los resultados. Una desconfianza avalada, tanto por la adjudicación discrecional del contrato, por una cantidad ridícula, a una empresa cómplice del partido llamado popular en otras maquinaciones, como por la demostración del ínfimo nivel ético del responsable político de la operación, el tramposo Fernández Díaz.

No se lo leo, pero le he escuchado a Bethencourt decir cosas como eso que que "no estamos en Burundi". Aparte de que, en mi opinión , este estado de derecha español se parece mucho a otros poco democráticos, hay que recordarle a Bethencourt que menos Burundi es USA, y en USA se han conocido estruendosos casos de fraude electoral.

Otro aspecto riidículo del texto que comento se refiere a que las sospechas de manipulación de los resultados obedezcan a la distorsión aparecida respecto a las estimaciones de estudios demoscópicos. Me parece a mí poco serio que esto lo diga alguien que dedica buena parte de su actividad profesional a analizar, con devoción sacramental, los resultados de encuestas, a cuyos resultados normalmente confiere calidad de dogma de fe. Hasta que deja de convenir a los propósitos que Bethencourt defiende.

En su misma tónica de apelar al tópico, Bethencourt se atreve a acusar a quienes demandan una auditoría del escrutinio, de no saber perder, o de buscar excusas para su derrota, mediante el autoengaño.

Pero lo cierto, guste o no a Bethencourt, es que la demanda de limpieza en la vida política, incluyendo el proceso electoral es un derecho que debe ser respetado. Y la exposición de sospechas, con indicios plausibles, como ocurre en este caso, no debe ser entendido como una acusación sin pruebas.

Pero, para que no haya posibilidad de mala interpretación, y como siempre hago, exhorto a la lectura del post que comento:

 

http://www.latiradera.es/2016/06/29/fraude-electoral-o-autoengano/

enrique bethencourt