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viernes, 19 de abril de 2024 08:45h.

Morales y Alonso. Dos presidentes. Dos discursos. Las diferencias - por Chema Tante

En Tenerife y Gran Canaria toman posesión sendos presidentes insulares. Dos tipos de similares niveles intelectuales y académicos. Y ahí acaban los parecidos.

Morales y Alonso. Dos presidentes. Dos discursos. Las diferencias - por Chema Tante

En Tenerife y Gran Canaria toman posesión sendos presidentes insulares. Dos tipos de similares niveles intelectuales y académicos. Y ahí acaban los parecidos.

Aunque yo sé que a la bondad permanente de Antonio Morales le chirría que se establezcan comparaciones, pienso que es necesario destacar la suerte que le ha tocado al fin a Gran Canaria, mientras Tenerife se arrastra todavía, enredada en las trampas de la aviesa política de estos años de democracia traicionada. Por eso invito a observar las grandes diferencias que separan a estos dos presidentes, partiendo de sus respectivas trayectorias políticas y examinando sus discursos de investidura.

Antonio Morales ha sido alcalde de su pueblo, la Villa de Agüimes, desde 1979, elegido ininterrumpidamente, con varias mayorías absolutas. Por cierto que su gente le ha despedido otorgando de nuevo a su partido, Roque Aguayro, otra mayoría absoluta en estas elecciones últimas municipales, a las que Morales no se presentó. Y Morales resulta electo en su cabildo con una mayoría de progreso de tres partidos en la que, con tres candidatos, recoloteaba, por encima de todo, el nombre de Morales. Porque quien conozca la vida social grancanaria coincidirá conmigo en que buena parte de las personas votantes de izquierda tenían a Morales en la cabeza, y deseaban que llegara a presidente de este Cabildo, por más que votaran a sus partidos. Se puede decir con propiedad que toda la gente de izquierda en Gran Canaria, está encantada con la llegada de Antonio Morales al Cabildo.

Carlos Alonso es un tecnócrata de la Unión Europea que irrumpe en el Cabildo de Tenerife, apadrinado por su padre político, Ricardo Melchior, saliendo consejero en unas elecciones en las que nadie le conocía, por la gracia de este sistema electoral en el que las listas las amañan las cúpulas de los partidos. Y el hombre llega a la presidencia, por la desgracia de Melchior, que lo designa en una maniobra que distorsiona la esencia democrática e impone a la isla de Tenerife un presidente desconocido. Y en las primeras elecciones en que al fin se presenta con su cara, las de este 24 M, el partido de Alonso pierde cinco escaños. Y no tengo la menor duda de que, ni siquiera buena parte de la gente que votó por el partido de Alonso siente el menor entusiasmo por esta elección. Ni frío ni calor. 

Ahí tenemos la primera diferencia. Entre un economista infectado hasta lo más profundo por las tesis neoliberales, que no entiende ni asume el fracaso absoluto de estas teorías, y que propone a Tenerife el mismo manual del desarrollismo sin freno, a base de cemento, de combustibles fósiles y de apoyo a las empresas privadas. Un presidente que arrastra los registros negativos, propios y los anteriores de la gestión de su partido, en Tenerife, pero que insiste en la aplicación de las mismas recetas que han llevado a Tenerie -y a Canarias- a la triste situación nítidamente definida por el tópico "a la cola de lo bueno; en cabeza de lo malo". Un presidente, en fin que todavía habla del gas como de una alternativa energética aceptable y que solamente trata de las renovables de manera tangencial. Dice tibiamente, "con una mayor introducción de renovables". 

Y, en el otro lado, un licenciado en historia, bregado con indiscutible y reconocido éxito en su gestión, en la política municipal. Un alcalde que ha llevado Agüimes a una envidiable situación social y económica y que, en alianza con los alcaldes de los municipios aledaños de Ingenio y Santa Lucía, ha convertido a la Comarca del Sureste de Gran Canaria en una referencia mundial de la administración sostenible del territorio. Un alcalde que tiene y tendrá por siempre el gran mérito de haber salvado a Gran Canaria del gaseamiento, por su gallarda actitud ante las arremetidas de los gobiernos, de acá y de allá, empeñados en condenar a Canarias a los combustibles fósiles del siglo pasado. Solamente por eso ya ha pasado Morales a la historia y merece el reconocimiento de toda la población canaria. Porque debe decirse que el freno a la actividad gasera en Gran Canaria impide el desarrollo en el resto de Canarias. De manera que mucho tienen también que agradecerle las personas tinerfeñas. Morales paró el gas, mientras que ha hablado y ha hecho de las renovables un eje fundamental de sus programas de actuación política.

Los dos discursos de investidura de Alonso y Morales siguen siendo una base de comparación significativa. Véase que al pueblo de Tenerife se le proponen más construcciones sin necesidad ninguna, se le sigue hablando de mejorar el transporte "la conectividad", para que la gente tenga que desplazarse para trabajar, en lugar de crear empleo en donde vive la gente. Véase que, otra vez, se habla de "más libertad a las empresas", en lugar de animar la economía desde el sector público. En Gran Canaria, por el contrario, se habla de sostenibilidad, de desarrollo empresarial armónico y equilibrado en todo el territorio, se habla de renovables, de soberanía alimentaria y se habla de políticas sociales.

El discurso de Alonso es el de un candidato que llegara nuevo al cargo, cuando se trata de un candidato que lleva tres años en la presidencia y de un partido que lleva veinte gobernando Tenerife. Porque Alonso olvida -pecado gravísimo en un tecnócrata, pero muy frecuente, en las filas neoliberales- que, en la gestión, lo que valen son los resultados, no los brillantes proyectos. Solamente la gente nueva puede proponer en futuro. La gente que viene de años gobernando, tiene primero que conjugar el verbo en pasado  "Esto hice", antes de decir "esto haré".

Y no me parece poca cosa que el propio Alonso reconozca haber cometido "errores que, junto a los de otros, nos han conducido a una situación que no deseo para el futuro de mis hijos, de nuestros hijos". Bellas y honestas palabras, lo reconozco, pero que serían más gratificantes si se acompañaran con un cambio en las políticas. Pero nada hay, ni en el discurso ni en las frecuentes soflamas de Alonso, que nos permita ver un cambio en los reconocidos errores propios. Y no seré yo quien me recate en detallarle a Alonso donde debe actuar: con los hechos, no con palabras: menos cemento, menos obras innecesarias, nada de gas, todo para las renovables, apoyo decidido, real, efectivo, no de boquila, al sector primario. Racionalizar la estrategia del turismo. Y entender que las ayudas y los favores a las empresas no sirven sino para beneficiar a las empresas. Porque, eso sí, Alonso habla de consenso. Aunque para Alonso, "consenso" equivale a "acuerdo con lo que yo digo".

Y, sobre todo, la gran diferencia: Cuando se escucha o se lee a Antonio Morales, se tiene la certeza de que el hombre está aplicando la sinceridad. Cosa que no puede decirse, a la luz de los resultados, de Carlos Alonso.

No deja de ser curioso que ambos presidentes apelen en sus discursos de investidura a nuestro gran vate Agustín Millares Sall. Uno, con el archiconocido "Te digo que no vale"; el otro, con el menos conocido, pero igualmente significativo "Flash" (*). Aunque yo tengo muy claro al lado de quién estaría el viejo y querido Agustín, si el destino lo mantuviera en estas islas.

No, Alonso, te digo que no vale. Y, Morales, firmemente creo que este agujero se convertirá en ocho, porque pronto, hasta de La Graciosa va a salir un pájaro, con la misma ilusión que en Gran Canaria ha salido ahora el que tú nos ofreces.

 

Texto del discurso de Antonio Morales

Texto del discurso de Carlos Alonso

(*) Flash:

 

Habitantes del planeta estad al tanto

Aquí mirad aquí hacia ese punto

Negro del mundo

 

En cosa de segundos

De este agujero va a salir un pájaro