Buscar
miércoles, 24 de abril de 2024 00:29h.

Espíritu patrio en las corridas de toros - por Nicolás Guerra Aguiar

   La señora expresidenta de la Comunidad de Madrid quiso que las corridas de toros fueran declaradas Bien de Interés Cultural, cual si se trataran de valores artísticos, históricos, paleontológicos; o quizás patrimonio documental y bibliográfico; acaso yacimiento o zona arqueológica; tal vez jardines... Argumentó que se trata de “un hecho cultural de especial relevancia y significación”. Estima de la cual discrepo, con todos mis respetos, en cuanto que se pretende considerar como fenómeno cultural la muerte violenta de un animal.

Espíritu patrio en las corridas de toros - por  Nicolás Guerra Aguiar

   La señora expresidenta de la Comunidad de Madrid quiso que las corridas de toros fueran declaradas Bien de Interés Cultural, cual si se trataran de valores artísticos, históricos, paleontológicos; o quizás patrimonio documental y bibliográfico; acaso yacimiento o zona arqueológica; tal vez jardines... Argumentó que se trata de “un hecho cultural de especial relevancia y significación”. Estima de la cual discrepo, con todos mis respetos, en cuanto que se pretende considerar como fenómeno cultural la muerte violenta de un animal.

   En Canarias, sin llamarlas por su nombre, la Ley 8/1991 de 30 de abril (artículo 5) prohíbe las corridas de toros: “Queda prohibida la utilización de animales en peleas, fiestas, espectáculos y otras actividades que conlleven el maltrato, la crueldad o el suplicio de éstos". Aunque, sorprendentemente, otro apartado señala que podrían celebrarse peleas de gallos (hasta ayer tan arraigadas en Canarias, véanse los cuadros del pintor galdense Antonio Padrón). Peleas que reflejan influencias de la América latina: El coronel no tiene quien le escriba, novela de García Márquez.

   Esta curiosa Ley –coja e incompleta-  dejó planteadas varias cuestiones: ¿por qué no a las corridas de toros y, sin embargo, se permiten las peleas de gallos? ¿No hay, acaso, crueldad en ambos espectáculos que solo reflejan el macabro placer humano (en las corridas lo llaman estético) de ver cómo un animal sufre, sangra a borbotones, se agota y, finalmente, cae al suelo cuando lo pinchan o, en el caso del gallo, cuando incluso puede quedar ciego? Es, quizás, el mismo o parecido tétrico encantamiento que la masa experimenta cuando dos hombres se golpean con brutalidad porque triunfará quien más daño infrinja al otro. Y en la pelea sale a la luz el lado más insensible del hombre: algunos se regocijarán en espasmos de placer cuando la sangre comience a brotar.

   Los toros sufren. Y ansían el golpe de gracia para morir. Los gallos llevan ácido cítrico en sus espolones. Así, el contrincante padece más cuando clavan en la misma herida, y se revuelve más. Entonces, ¿por qué la Ley permite las peleas de gallos y, sin embargo, prohíbe las corridas de toros, aunque sin especificarlo?  La razón de la sinrazón podría ser puramente política: lo que es fiesta nacional en España deja de serlo en Canarias (corridas de toros). Y como las peleas de gallos están arraigadas, se permiten con ciertas normas. ¿Guiño al nacionalismo canario?

   Al paso de los años el PP, en boca de su secretario general de Canarias, señor Antona,  toma partido y apoya las corridas de toros pues “se trata de una fiesta nacional”. Obviamente, mi máximo respeto para la opinión del señor Antona, presidente del Grupo Parlamentario Popular en Tenerife y también consejero del Cabildo Insular de La Palma. Cargos, sin duda, merecidos. Aunque a pesar de su juventud y formación intelectual no razono cómo se puede estar en dos sitios a la vez, por los que cobra.

   Me va a permitir su señoría ciertas respetuosas objeciones acerca de lo que llama “fiesta nacional” (relación muerte de un toro tras macabros rituales de rigor – Nación) que no entiendo, toda vez que no veo la ilación simbólica entre aquel hermoso animal y el sentimiento patrio o nacional. Yo acepto, por ejemplo, que el 12 de octubre sea Fiesta Nacional, por más que con ella no están de acuerdo millones de americanos descendientes de quienes sufrieron esclavitudes, explotaciones, masacres, robos y rapiñas con la llegada de los españoles a sus tierras.  Y por más que se argumente que en tal fecha “España […] inicia un periodo de proyección lingüística y cultural”, lo cual es cierto, tampoco puede negarse que tal proyección fue en momentos a costa de la desaparición masiva de aldeas enteras  quemadas en los interiores de las iglesias, por ejemplo. O de las enfermedades (sífilis) que introdujeron los españoles con ellos, o de las explotaciones mineras en busca del oro y la plata en las que murieron decenas de miles de nativos.

   Algo parecido sucedió en esta tierra. Aquí se celebraba la “Incorporación de Canarias a la Corona de Castilla”, un 29 de abril, si no recuerdo mal.  Y las autoridades del Régimen sacaban el pendón de la conquista en cívica-religiosa procesión para conmemorar aquella fecha. Sin embargo, el desinterés de la ciudadanía canaria –no por antiespañolismo- se impuso sobre el protocolo oficial. ¿Antipatriotas? En absoluto. Simplemente, gente a la que no le interesaba aquel impuesto recuerdo.

   Pues algo así pasa con las corridas de toros. De la misma manera que muchos canarios no dejan de sentirse españoles porque sesean, dicen machango, seba y tolete, o manifiestan interés por su cultura, tampoco necesitan corridas de toros para pletorizar su espíritu patrio. Aquellos macabros espectáculos desaparecieron en Canarias no por decretos gubernamentales: simplemente porque a los canarios no les gustaban.  Como tampoco los catalanes han hecho la revolución  contra su Gobierno porque los haya prohibido.  Matar a un animal al que le han minado su fortaleza física con lanzas y banderillas no tiene nada que ver con la nación, señor Antona: es otra irracionalidad humana, y se lo digo con todos mis respetos a quienes lo defienden.

   Su partido, en el poder, debe interesarse por las cosas vitales: carretera Agaete – La Aldea; deficiente sanidad pública (siete días una señora en urgencias, sin cama en planta);  abandono de los necesitados sociales; seis millones de parados; jóvenes canarios que emigran; familias sin ingresos;  hijos y nietos que comen algo gracias a la pensión de los abuelos… Y el tema de los toros, señor Antona, ya lo ve: ni es preocupación vital de quienes buscan un plato de comida en cualquier ONG ni es, tampoco, sentimiento de los canarios. Los pueblos se definen por lo que son, pero también por lo que no son. La Patria, señor Antona, no son las corridas de toros. Sí puede ser, por ejemplo, la simbólica sombra de un almendro, es decir, la Naturaleza.