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miércoles, 24 de abril de 2024 00:29h.

De Europa y de fronteras, Marta y Daniel – por Chema Tante

 

CHEMA TANTEPorque mi nacionalismo, querida Marta, querido Daniel, no es un nacionalismo de derecha, el gritón y violento que estamos viendo en pleno desarrollo estos días; el nacionalismo en que yo creo no es excluyente, sino acogedor; no es hegemonista sino cooperador; no cree que su cultura sea su patrimonio propio, sino parte del Patrimonio Universal que cada pueblo tiene el deber de conservar y proteger en beneficio de todo el género humano. El nacionalismo que profeso no cree que ningún pueblo, ni siquiera el mío, sea mejor que el resto, sino distinto. Porque lo único a que yo aspiro es a que en mis islas, como en cualquier territorio del mundo, no mande ni decida nadie desde fuera, por encima de los interés y la voluntad de la gente de dentro.

De Europa y de fronteras, Marta y Daniel – por Chema Tante *

Me preguntaban, Marta y Daniel, sí yo me sentía europeo y cómo pretendía, a estas alturas estar poniendo fronteras entre los pueblos. Y aquí les contesto.

Soy canario, y como tal, me siento físicamente en África; de corazón y sentimiento, en América Latina y, de cultura y economía, en Europa. Tres continentes que confluyen en nuestras islas, como ustedes saben.

He sido ardoroso partidario del ideal de la Unión Europea, pero cada día me siento más frustrado por el adefesio siniestro en que han convertido esa unión. Cada mañana crece mi decepción por la pérdida de los principios de solidaridad, justicia, responsabilidad social, convergencia y fraternidad que impregnaron los primeros tiempos de esta unión en la que me pareció estupendo que Canarias entrara. Cosa que les recuerdo sucedió de manera separada, especial y posterior a la del estado español.

Por esa frustración y esa decepción, les confieso que minuto a minuto me voy alejando, no de Europa, sino de esta Unión Europea dirigida por unas fuerzas felonas neoliberales que desmantelan las libertades y las condiciones laborales de los pueblos que la conformamos; de esta Unión Europea que se pliega a los intereses de las empresas multinacionales, aceptando tratados de “libre comercio”, como el CETA o el TIPP; de esta Unión Europea que niega el derecho de asilo a las personas que huyen del hambre y de la guerra, que asiste impertérrita a la masacre de millones de seres humanos en el Mediterráneo y en el Atlántico, a pocas millas de nuestras islas. No, de esa Unión Europa, no tengo muchas ganas de ser.

Me hablaban ustedes también de fronteras, como un argumento negativo a la autodeterminación de los pueblos. Me preguntaban como quería yo imponer barreras, visas y pasaportes entre los territorios. Y yo creo que las fronteras, las barreras, las visas y los pasaportes serían, en todo caso, otros, quienes la impusieran. Los mismos que ahora los imponen, por ejemplo, en la Unión Europea, a otros pueblos. No soy yo quien quiere las fronteras. Las fronteras ya existen. No tienen ustedes más que ir a las islas mediterráneas, a los límites del este, a los puertos marroquíes o contemplar con el natural horror las expulsiones en caliente o los muros erizados de cuchillas en Ceuta y Melilla. No me parece bien negar candorosamente las fronteras en unas partes, mientras las erigimos, con crueldad, sadismo y egoísmo, en otras.

En todo caso, creo que lo que delimita a los territorios entre ellos, son las legislaciones, los sistemas tributarios y las realidades culturales e identitarias, mientras que lo que los unen es la solidaridad, la comprensión, la buena voluntad, el respeto a los derechos y sentimientos ajenos y el amparo a las personas fugitivas.

Porque mi nacionalismo, querida Marta, querido Daniel, no es un nacionalismo de derecha, el gritón y violento que estamos viendo en pleno desarrollo estos días; el nacionalismo en que yo creo no es excluyente, sino acogedor; no es hegemonista sino cooperador; no cree que su cultura sea su patrimonio propio, sino parte del Patrimonio Universal que cada pueblo tiene el deber de conservar y proteger en beneficio de todo el género humano. El nacionalismo que profeso no cree que ningún pueblo, ni siquiera el mío, sea mejor que el resto, sino distinto. Porque lo único a que yo aspiro es a que en mis islas, como en cualquier territorio del mundo, no mande ni decida nadie desde fuera, por encima de los interés y la voluntad de la gente de dentro.

Lo escribe y lo ratifica Chema Tante

CHEMA TANTE