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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Juez Alba: ¿Y ahora qué les digo a los alumnos? - por Santiago Pérez

 

santiago alba

santiago pérezNota de Chema Tante: Son muy pocas, prácticamente ninguna, las veces en que no haya estado yo de acuerdo con el profesor Pérez. La inmensa mayoría de ellas, además, con el agradecimiento de quien siempre aprende algo de tanta sensatez, tanta sabiduría política, tanto conocimiento jurídico como demuestra siempre el socialista -éste sí que sigue siéndolo, y por muchos años- lagunero. Y esta vez publico muy privado este artículo en el que Santiago Pérez atina como nunca. Porque, aunque sea mucho, el daño que han pretendido hacer a una persona y a un partido el juez Alba y quienes le han secundado e impulsado en su execrable proceder, ése daño no constituye el peor perjuicio. Lo más grave, y es algo real, ha sido el pésimo ejemplo, el desánimo, el sentimiento de indefensión, que se han inspirado a la sociedad en general, siempre potencial objeto directo del derecho, y a las personas profesionales, o en formación, en materia jurídica, en particular.  Por un interés mezquino, político o material, estas personas le han causado a las sociedades que conforman el estado español, un mal que .será muy difícil de aliviar. Santiago Pérez está en primera linea de los y las profesionales del derecho con honestidad -la mayoría- que, desde las aulas, desde los tribunales, desde las fiscalías y desde los despachos, tienen por delante la tarea de recuperar la Justicia para nuestros pueblos.

Juez Alba: ¿Y ahora qué les digo a los alumnos? - por Santiago Pérez, profesor de Derecho en la Universidad de La Laguna y concejal de XTF-NC en el Ayuntamiento de La Laguna *

 

A pesar del asco que  les produzca una noticia como la que acabamos de conocer, de la que usted es el actor estelar; los derechos fundamentales son la raíz indispensable de una sociedad libre.

El lunes próximo, finalizando el cuatrimestre, tengo que explicarles a los alumnos de la Facultad el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.

Me habrán oído insistir curso tras curso en que los derechos humanos son un logro civilizatorio, cuyo reconocimiento y garantías han sido recientes, precarios y su vigencia real ha estado limitada a pocos países, de esos que llamamos  del mundo desarrollado, y  durante breves períodos históricos.

Y que esos países civilizados han practicado o tolerado todo tipo de tropelías en sus colonias contra esos derechos que se predican del ser humano.

También les comento que, en realidad, los derechos humanos consisten en la lucha constante  por esos derechos, por asegurar su ejercicio y su garantía efectivos. Que en esa lucha ningún avance es irreversible. Que los retrocesos son dramáticos; pero, por fortuna, tampoco definitivos.

Les digo que las garantías jurídicas son imprescindibles, pero insuficientes. Que hasta el más perfecto y completo sistema de garantías jurídicas puede convertirse en una mascarada si la sociedad, es decir ustedes y yo, no nos sentimos comprometidos con los valores y con el tipo de convivencia que los derechos humanos simbolizan y ayudan a edificar.

Es decir, si no somos capaces de reaccionar frente a casos como su caso, Señor Alba.

Les dije esta semana, al explicarles las garantías jurídicas de los derechos fundamentales, que la más importante (porque es la más “a mano”, la más cotidiana, la más efectiva) es la tutela judicial. Pero que la efectividad de ésta requiere dos condiciones: que el juez sea independiente y que todos tengamos asegurado el acceso a la justicia, que implica el derecho a obtener un pronunciamiento sobre el fondo de nuestra demanda, sin que obstáculos formales artificiosos ni la falta de recursos económicos lo impidan. Que ya es decir.

Defiendo sin fisuras la presunción de inocencia: el derecho a no ser condenado sin pruebas de cargo, obtenidas legalmente, que demuestren la culpabilidad del acusado. Sé y defiendo que sobre las pruebas obtenidas con infracción de derechos no pueda fundarse una condena de culpabilidad. No me corresponde valorar si la grabación que acabo de conocer podrá ser o no utilizada válidamente para destruir la presunción de inocencia a la que  usted, Sr. Alba, también tiene derecho. Aunque no ignoro que, una vez conocido su  indigno comportamiento -Sr. Alba-, podrá ser acreditado por cualquier otro medio de prueba.

¿Qué les diré el lunes próximo a los alumnos de la Facultad, Sr. Alba?

Pensaba desarrollar la idea que ya les adelanté esta semana: que la tutela judicial no es sólo un derecho fundamental, sino la principal garantía de todos los derechos: fundamentales o no. Por eso nunca dejo de explicarlo con detalle, aunque la asignatura sea simplemente la de Fundamentos de Derecho Constitucional.

Tal vez no pueda usted contestar ahora mi pregunta. Y entenderá que no cite las  opiniones sobre la función del juez que usted expresaba años atrás.

Por eso no tendré más remedio que decirles lo que pienso: que a pesar del asco que  les produzca una  noticia como la que acabamos de conocer, de la que usted es el actor estelar; que a pesar de que miembros del poder judicial puedan comportarse tan indignamente  como usted se ha comportado, los derechos fundamentales son la raíz indispensable de una sociedad libre, basada en la igual dignidad de todas las personas.

Y que un poder judicial independiente, exclusivamente sujeto a la Ley, ha sido históricamente y seguirá siendo su principal garantía.

Y que, a pesar de comportamientos como el suyo, luchar por los derechos fundamentales y por un poder judicial independiente es luchar por la dignidad del ser humano de cualquier raza, origen y condición. Y esa lucha merece la pena.

+ En La casa de mi tía por gentileza de Santiago Pérez