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martes, 16 de abril de 2024 08:01h.

No, aquello no fue una acción anarquista - por Nicolás Guerra Aguiar

   "Aunque estoy completamente convencido de que solo ha sido una casualidad, me detengo en la curiosa confluencia que en torno a un concepto, anarquismo, se produce en un plazo corto entre el señor Cosidó, director general de la Policía, y el señor Bravo de Laguna Bermúdez, presidente del Cabildo grancanario. El primero afirmó en un acto organizado por Ombuds -empresa de seguridad privada- que en España puede producirse lo que él llama “el terrorismo anarquista”. El segundo, y a resultas de la ocupación que doscientas personas hicieron del estadio Gran Canaria  en el partido contra el Córdoba, escribe en su página de Facebook que tal comportamiento “demuestra lo peligroso que es […] estimular la indignación […] y, en definitiva, un cierto modo de anarquismo”. 

No, aquello no fue una acción anarquista - por Nicolás Guerra Aguiar

 

   Aunque estoy completamente convencido de que solo ha sido una casualidad, me detengo en la curiosa confluencia que en torno a un concepto, anarquismo, se produce en un plazo corto entre el señor Cosidó, director general de la Policía, y el señor Bravo de Laguna Bermúdez, presidente del Cabildo grancanario. El primero afirmó en un acto organizado por Ombuds -empresa de seguridad privada- que en España puede producirse lo que él llama “el terrorismo anarquista”. El segundo, y a resultas de la ocupación que doscientas personas hicieron del estadio Gran Canaria  en el partido contra el Córdoba, escribe en su página de Facebook que tal comportamiento “demuestra lo peligroso que es […] estimular la indignación […] y, en definitiva, un cierto modo de anarquismo”.  

   Por tanto, puedo deducir que tal vez el señor Cosidó se refiere con “terrorismo anarquista” a grupúsculos que por joder a todos alteran el orden en pacíficas manifestaciones ciudadanas y atacan con piedras a la policía, queman cajeros… Es decir, aquellos alteradores a quienes -y con interesado propósito político- la señora Barberá, alcaldesa de Valencia, llama “grupos antisistema”. Pero estos nada tienen que ver, por ejemplo, con ciudadanos que son antisistema constitucional monárquico, lo cual por ahora no es delito. Como tampoco lo es, ni lo será, que el propio Sistema político no cumpla con los artículos constitucionales que se refieren al derecho al trabajo, a una vivienda digna, a tratamientos, rehabilitación e integración de disminuidos, por citar solo algunos. Y lo digo porque aquello de “terrorismo anarquista” son palabras mayores a poco que se repase la historia y se lea a Bakunin, Proudhon o Kroporkin, para empezar. Y si lo quieren en narrativa recomiendo La verdad sobre el caso Savolta (Premio de la Crítica 1975), obra que mis exalumnos de COU recuerdan todavía, por suerte. 

   Y el señor Bravo de Laguna Bermúdez, del mismo partido político que el señor Cosidó y la señora Barberá, pero que resulta menos apasionado cuando habla (la pasión, en el caso de las ideas, es contraria a la serenidad), echa mano a la voz  “anarquismo”, aunque inmersa en una secuencia muy hábil y sutil (“un cierto modo de anarquismo”), es decir, algo que puede parecerse (aunque no es); algo que puede identificarse con  la doctrina que propugna la desaparición del Estado, es decir, el anarquismo en estado puro (sin llegar a su plena significación lingüística). Y aunque don Miguel Bravo escribe que “200 gamberros asaltaron a destiempo el terreno de juego” (¿por qué “a destiempo”? ¿Acaso hay algún tiempo oficial para asaltar, atacar?),  define su comportamiento como producto de alguien (álguienes) o algo que alienta “bajas pasiones, en lugar de el respeto a la ley y a lo demás”.  

   Y como el señor jefe superior de Policía en Canarias fue contundente en sus conclusiones (culpa de la invasión a la UDLP por abrir las puertas del Estadio diez minutos antes de la finalización del partido), en esta coyuntura me desatina el señor Bravo de Laguna, toda vez que no imagino a los porteros -o a quien diera la orden de abrirlas- como gente que alienta bajas pasiones en lugar del respeto a la ley. Y además,  de verdad, y por más que combino símbolos, metáforas y metalenguajes, no alcanzo a entender qué es el “respeto a lo demás” a que se refiere don José Miguel. Porque respetar, respetar, lo que se dice respetar las decisiones de sus señorías en los juzgados no es, precisamente, un elemento definidor de su partido, señor Bravo de Laguna.

   Si echamos un vistazo a las doscientas personas que “asaltaron a destiempo el campo”, podemos concluir que muchos de ellas son menores de edad (por tanto, la culpa es de los profesores). Y que los mayores, que los hay, no tienen pinta de andar muy duchos en aquello de los razonamientos indultorios o indultatorios. Porque son raciocinios, reflexiones y consideraciones que se les escapan, tal es su propia limitación.  Pero sí entienden de comparaciones.

   Así, por ejemplo, pueden concluir erróneamente que si el actual Gobierno concede el indulto a un guardia civil condenado por grabar y desternillarse con los tocamientos sexuales que hace su amigo a una señora, por muy hijo de concejal del PP que sea, su delito siempre será mayor (a fin de cuentas, es autoridad) que el de ocupar el campo de fútbol para ser triste protagonista y, además, portada en medios. Y si se indulta a un director de banco que robó treinta mil euros a un cliente; y a un conductor que mata a tres jóvenes; y a dos oficiales condenados por el caso Yak-42; y se pone en libertad a peligrosísimos narcos porque criminales delitos no son juzgables en España por decisión del Gobierno…, ellos, en su marcada limitación, pueden entender (sin razón alguna) que hay cierta flexibilidad. Pero de ahí a utilizar construcciones –“terrorismo anarquista”- o voces –“anarquismo”- relacionadas con la subversión absoluta del Estado –si fuere menester, con bombas-, hay un abismo separador al que ni de coña pueden llevarnos con insinuaciones, alusiones o frases como “estimular la indignación”.

   La policía y sus brigadas de información están muy muy preparadas. Y de ellas forman parte profesionales de rigor y seriedad. Ellas saben quiénes son los alteradores, cómo actúan, y saben también que aprovechan pacíficas concentraciones para actuar. Pero dejar caer lo de “ciertos modos de anarquismo” (estadio Gran Canaria) y “anarquistas” con los grupúsculos de gamberros e incontrolados que aparecen por ahí, es invitar a una mayor limitación en las actividades de quienes ejercen su derecho constitucional. Yo supongo que no es su intención, claro, pero se pasaron dos pueblos y tres gasolineras. Moscú no envió a sus agentes de la KGB para indignar a aquellos desajustados.