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sábado, 20 de abril de 2024 11:34h.

Pregón Fiestas de La Concepción y la Caña Dulce 2015 - por Lorenzo Esma

Pregón Fiestas de La Concepción y la Caña Dulce 2015 - por Lorenzo Esma (natural de Jinámar y director del C.C. El Mirador)

Estimadas Autoridades, Jinameros y Jinameras, familia, amigos y amigas, público en general...a todos muchas gracias por estar hoy aquí compartiendo este pregón y este ratito tan especial conmigo.

Es para mí un honor estar aquí ante ustedes, como pregonero de las fiestas de mi pueblo. Cuando el Patronato de fiestas me propuso participar en este acto lo primero que les dije fue: “Pero si no soy tan viejo como para ser pregonero” pero después he de reconocer que me hizo mucha ilusión. Y aquí estoy para contar y aportar mi granito de arena como Jinamero nacido y criado en este pueblo y lo que significó para mí la fiesta de la Concepción y la caña dulce. Aunque en la presentación se ha hecho una reseña sobre quién soy, posiblemente Lorenzo Esma Hernández, Director del Centro Comercial El Mirador y anteriormente de Las Terrazas, siga siendo un desconocido para muchos.  Sin embargo si les digo que soy el hijo de Pepito el árabe y de Lorencita posiblemente ya les vaya sonando un poco más. Permítanme que haga un poco de historia familiar. Mis padres llegaron a Jinámar a principios de los años 60. Llegaron desde el campo buscando un futuro mejor y encontraron en Jinámar un pueblo de gente humilde, trabajadora y solidaria. Como muchos por aquel entonces compraron un solar, autoconstruyeron poco a poco,  y con mucho trabajo y sacrificio sacaron adelante a sus dos hijos (mi hermana Pepa y yo). Mis padres desgraciadamente ya no están entre nosotros pero seguro que desde allí donde estén, estarán muy orgullosos de ver a su hijo en su pueblo dirigiéndose a sus vecinos. En Jinámar habían figuras significativas no por sus logros o éxitos sino porque eran personas que ayudaron a construir la identidad social de este pueblo y que como en muchos pueblos formaban parte de su esencia: eran los maestros, el practicante, el cura, el caminero, el cartero, el zapatero...etc.  Una de esas figuras singulares en este pueblo fue la de mi padre, Pepito el Árabe, hijo de un palestino que huyó de la miseria y la guerra y que llegó a Canarias como inmigrante y que fue acogido, se integró, se casó con una canaria y fundó una familia. Hoy tristemente vuelve a estar de actualidad el éxodo de millones de personas que por culpa de la guerra de Siria se ven obligadas a dejar sus casas y emprender un viaje hacia a un futuro incierto. Tristemente  en la Europa más rica y próspera de la historia hoy quizás mi abuelo no hubiese podido hacer lo que hizo hace 95 años,  pero eso es otra historia que no toca hoy. Volviendo a mi padre, quiero destacar la función, a mi entender, tan importante que tuvo  para este pueblo en aquella época de aprietos donde la gente trabajaba mucho y ganaba poco: la de ayudar a vestir a mucha gente. Él  iba por Jinámar casa por casa visitando a sus clientes que eran también sus vecinos, primero con un fardo de ropa al hombro y más adelante, cuando  pudo permitírselo, con una furgonetilla colorada que todo el mundo conocía por lo vieja que era.  A muchos vecinos de Jinamar llegaban a través de Pepito el árabe toda la ropa necesaria para vestir a la familia: una camisa para el marido, un vestido para la mujer, unos pijamas para los niños, pañuelos negros para la abuela…en fin lo que el cliente pidiera Pepito se lo conseguía. En su libretilla y habiendo aprendido solo las cuatro reglas apuntaba las compras de cada cliente y  el domingo que era el día de cobro iba restando lo que cada cliente le pagaba. Muchos de esos domingos le acompañé y fui testigo del cariño y familiaridad con que mi padre era recibido por sus vecinos.  Eran tiempos del “fiao”,  en los que se iba pagando lo que se podía  y donde la única garantía era la palabra y un apretón de manos. Después llegaron los vales que hacía Pepito para comprar directamente en Almacenes Romero de Triana y que eran una garantía de crédito para ese almacén.  Quisiera contar una anécdota para ilustrar el trabajo de mi padre en este pueblo. Hace unos cuantos años cuando era Director en Las Terrazas vino un cartero a la oficina a traer unas cartas y cuando vio mi apellido me preguntó ¿usted es familia de Pepito el árabe? , le dije que era su hijo y me contó que siempre le estaría agradecido porque cuando se fue a casar le dijo: Pepito, me voy a casar pero no tengo dinero  ni para comprarme el traje de novio a lo que mi padre le contestó “usted se casa con traje nuevo como Dios manda y luego ya arreglaremos cuando pueda”. Recordaba este señor con agradecimiento, un gesto que después de tantos años me emocionó. 

Como dije al principio Jinámar siempre ha destacado por ser un pueblo solidario, que acogía con cariño a la gente que venía a vivir y a trabajar a aquí. Primero acogió  a la gente que venía de los campos y luego con la construcción del polígono en el valle, acogió a la gente que venía de la ciudad .Muchos eran los que venían a trabajar en la agricultura a la finca de la Condesa o a trabajar a  los almacenes de tomates o las fábricas de bloques o a las piconeras. Trabajadores y solidarios,  esos eran atributos de cualquier Jinamero. La solidaridad, esa palabra tan sencilla por aquel entonces pero que con el tiempo hemos convertido en  una palabra  gruesa, a veces incluso hasta sospechosa… , nuestros padres bien  sabían que dar un plato de comida, ayudar a un vecino a echar un techo, recoger al hijo del vecino del colegio, acoger a un enfermo o a un anciano en casa o visitarlo todos los días aún cuando no fuese un familiar, eran actos solidarios a los que se les daba un tratamiento de normalidad porque la gente estaba acostumbrada a ayudarse y quizás por eso no se le daba una importancia mayor. Hoy sin embargo, hablamos de refugiados, de extranjeros, de dependientes, de tercera edad,  de centros de acogida y todo parece más impersonal y complicado cuando lo más sencillo para todos sería decir simplemente que somos seres humanos ayudando a otros seres humanos.   

Dicen que los recuerdos de la infancia perduran para toda la vida y estoy de acuerdo con ello. En el mío perdurarán para siempre los de las fiestas de la Concepción y la caña dulce. Recuerdos de la semana previa a la fiesta y la expectación por ver que atracciones montaban ese año los feriantes: este año viene la Noria  o el Barco Pirata...nos decíamos unos a otros los chiquillos llenos de entusiasmo. Recuerdos de olores a pejines asados, del cantineo de la tómbola que sorteaba la chochona y el perro piloto... ¿se acuerdan ustedes del señor que con un micrófono colgado al cuello  vendía cuadros y figuritas de cisnes, de ciervos y otros animalitos que iba sacando de cajas marrones subido en parte trasera de un camión? Seguro que todavía en muchas de las casas de Jinámar cuando alguien limpia el polvo se acordará de este señor y de toda su familia. Por su puesto recuerdo la víspera del día grande por su verbena y sus chiringuitos. Chiringuitos que por cierto, como alumno del colegio José Tejera   poníamos todos los años para recaudar fondos para el viaje de fin de curso,  en el callejón del almacén del empaquetado de tomates. También recordaré siempre los fuegos artificiales y la pregunta del millón de esa noche y de todos los años ¿A qué hora son los fuegos? Recuerdo que subíamos todos a la azotea a verlos y como iluminaban el cielo mientas el público expectante y boquiabierto exclamaba Ooohhh!..no sé porqué pero también recuerdo que siempre, siempre después de los fuegos había alguien que soltaba: “los del año pasado estuvieron mejor”. Del día grande de la fiesta recuerdo a mi madre haciendo de comer en cantidades industriales porque bajaban desde el campo familiares y amigos  a la fiesta. Carne cochino, papas arrugás, mojo...como olía esa cocina. Lorencita siempre amable y servicial no se quejaba nunca por mucho trabajo que le supusiese. También de ese día, el día de la Inmaculada Concepción, recuerdo que siempre me sorprendía la gran cantidad de gente que venía al mercado. Ese mercado que olía y huele a queso, aceitunas, naranjas, con sus puestos de caña dulce, de turrones la Moyera, de manzanas caramelizadas, de globos... Otro recuerdo imborrable es el de la feria del ganado que con el paso de los años vas valorando más y a donde ahora me veo llevando a mis hijas y diciéndole las mismas bromas sobre las ubres de las cabras que me decía mi padre a mí. He de reconocer que la feria del ganado tiene un lapsus en mi memoria: no la recuerdo de los 15 a los 20 años quizás porque en  esa época la verbena terminaba tarde y la feria empezaba muy temprano. Mención especial en estos recuerdos merece la procesión de la virgen por la admiración que me causaba ver el respeto  de todo un pueblo cuando aparecía su virgen por la puerta de la iglesia y aunque  generalmente el día de la Concepción hace mucho calor aunque estemos en diciembre, el pueblo acompañaba orgulloso a su virgen por su recorrido  a lo largo de la carretera general, con la banda de música dándole la solemnidad que merece este acto.

Pero sobre todo me gustaría hablar del futuro Jinámar, del tránsito de un pueblo pequeño y agrícola a un barrio grande con zonas industriales y comerciales de primer orden que lo empujan a ser un actor importante en la isla. Un pueblo a medio camino entre Telde y Las Palmas , con una estratégica situación.  Quisiera destacar la validez de sus nuevas generaciones que han sabido mantener la humildad y el sacrificio característicos de nuestra gente para combinarlos con  la ambición necesaria para sacar adelante sin complejos sus proyectos de vida en este pueblo.  Y porque nos jugamos el futuro,  quiero destacar la importancia que representa la educación en un pueblo como éste. La educación es el principio fundamental para que cualquier sociedad avance. Como dice el proverbio africano “Para criar a un niño hace falta a la tribu entera”.    Por eso pido a todos que traten con especial esmero este aspecto para que las desigualdades de antaño no se repitan y todos tengan  las mismas oportunidades. Un solo abandono escolar es un fracaso del conjunto de una sociedad y de sus responsables y no se deben escatimar esfuerzos en impulsar las medidas que sean precisas para que ningún niño de Jinámar se quede sin una educación de calidad. Y  porque se personalmente lo importante que es la educación en un medio donde no existían  muchos referentes quiero agradecer el esfuerzo de los  maestros y profesores que en un momento de mi camino y el camino de mis compañeros de generación  nos guiaron y ayudaron a continuar formándonos y educándonos. Hoy muchos podemos decir que fueron pieza clave para este pueblo. Y quiero agradecerlo con nombres y apellidos porque es de bien nacido el ser agradecido: Gracias  Pedro Galván, Gracias Joaquín Nieto, Gracias Paco Reyes y Gracias a otros tantos buenos maestros y profesores que pasaron por nuestros colegios e institutos por llevar su vocación tan lejos y contribuir a la mejoría de este pueblo. Tampoco quería dejar pasar la ocasión de mencionar otro aspecto que a mi entender  contribuyó junto con la educación a sacar adelante a muchos niños y jóvenes del pueblo y es el deporte. Jinámar fue siempre cuna de buenos deportistas de distintas disciplinas: tenemos campeones de boxeo que se formaron en el Gimnasio de Rubén en el Cascajo, tenemos atletas ganadores de medallas en las Paralimpiadas como Juan Carlos Hernández, teníamos y tenemos equipos de balonmano, fútbol,  o  fulbito en categorías superiores. Teníamos a gente que siempre estaba tirando del carro  por mantener vivo el deporte en el pueblo: Juan Rodríguez, Pablo Rodríguez, Pepe Hernández o el propio Pedro Galván. El deporte es otra de las patas importantes junto con la educación para el desarrollo de un pueblo como Jinámar porque cumple una doble misión: la de mejorar la calidad de vida y la salud y la de evitar que los jóvenes entren en ámbitos destructivos como las drogas u otros problemas por no tener proyectos que ocupen su tiempo libre. Por eso cuando paso por delante del pabellón de deportes que está junto a esta iglesia y veo el lamentable estado en el que está , me pregunto qué extraño motivo debe haber para que un punto clave para este pueblo esté como está. En fin, espero sepan disculpar el pequeño punto de crítica que este pregón pueda tener, pero si  de algo puede servir mi experiencia vital en este pueblo no quiero dejar pasar la ocasión de lanzar el testigo. 

Y ya para terminar, quiero felicitar al Patronato de Fiestas por su 25 aniversario y animarlo a que sigan trabajando por este pueblo y por su gente. Quiero animar sobre todo a la savia nueva que se ha incorporado este año. Sé que muchas veces el trabajo y el esfuerzo pueden no ser reconocido como se merece pero les puedo asegurar que tiene un enorme mérito y valor. A todos, solo me queda invitarles a disfrutar un año más de estas fiestas, de las fiestas del pueblo  y para el pueblo, que participen y difundan el mensaje de que en este pequeño pedazo de Telde y de Gran Canaria hay mucho que compartir.

¡MUCHAS GRACIAS A TODOS Y FELICES FIESTAS!

http://www.teldeactualidad.com/noticia/sociedad/2015/11/26/10472.html

* En La casa de mi tía por gentileza del Patronato de Fiestas de Jinámar