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miércoles, 24 de abril de 2024 00:54h.

De por qué el señor Rivero es parte de la Patria - por Nicolás Guerra Aguiar

 En el ejercicio del constitucional derecho a expresar libremente sus opiniones, la señora Navarro, doña Australia, escribe en Canarias7 sobre la reclamación que el señor Rivero, presidente del Gobierno de Canarias, formuló en un artículo periodístico (que no leí) en torno a “la soberanía compartida” y “la desaparición de la administración general del Estado en las islas”. (Las citas, por tanto, las tomo de la señora Navarro.)

De por qué el señor Rivero es parte de la Patria - por Nicolás Guerra Aguiar *

   En el ejercicio del constitucional derecho a expresar libremente sus opiniones, la señora Navarro, doña Australia, escribe en Canarias7 sobre la reclamación que el señor Rivero, presidente del Gobierno de Canarias, formuló en un artículo periodístico (que no leí) en torno a “la soberanía compartida” y “la desaparición de la administración general del Estado en las islas”. (Las citas, por tanto, las tomo de la señora Navarro.)

   Con muy correctos (“adultera; torpemente; ignora; presidente prejubilado; delirios soberanistas; estorba; que se calle; perjudica”) y contundentes argumentos (a fin de cuentas, la señora es licenciada en Derecho), intenta explicarle al señor Rivero la lección magistral que este nunca recibió en las aulas de la antigua Escuela Normal de Magisterio lagunera, calle Heraclio Sánchez, cerca de “El Minuto”. Y con manifiesta serenidad le razona sobre cuestiones trascendentes y trascendentales, aunque ya no se habla sobre ellas. Así, por ejemplo, qué es la soberanía nacional; quién es el sujeto de la misma (descubro, anonadado, que es el pueblo español. Por eso dice: “Y reside  en el pueblo español”); que no se puede reemplazar por regiones y nacionalidades; que se proyecta institucionalmente a través del Congreso de los Diputados y del Senado (doña Australia dixit).

   Pero lo que dejó esconchabado al señor presidente -el rigor científico de la magistral clase exige llamar a las cosas por su nombre- fue no solo la rotunda afirmación de que él es español (la señora lo llama “Rivero”, aunque yo antepongo el título de “señor”), sino que también él conforma la soberanía de la Patria. El hombre aún no se ha recuperado de tal impacto, por más que él había estudiado en su Bachiller todo lo referido a la organización del Estado: trátase de aquella sacrosanta asignatura que se llamó Formación del Espíritu Nacional, aunque los hijos de los rojos la llamaban “Deformación”, así están todos condenados, oh ya. 

   La “soberanía compartida” del señor Rivero, claro, anonadó a toda la región canaria, atrevido él incluso hasta con filosofías cuasi separatistas o, al menos, alejadas del Imperio. Tal es así que gracias a la señora Navarro sabemos de sus negativos impactos: todos, hasta los nacionalistas del PSOE –sus aliados en el Gobierno-, mesaron barbas y mechones, melenas y bigotes, desorientados ante la osadía del señor Rivero. Aunque, dicho sea de paso, sospecho que ni los señores psocialistas ni los coÁTIcos hablaron de desatinos, torpezas, ignorancias, delirios e, incluso, que tampoco alguno le ordenara silencio y retiro monacal.

   Sin embargo, en vísperas electorales no resulta extraño ni convulsionador que políticos profesionales del mismo partido en que milita el señor Rivero hayan comentado sobre inoportunidades e imprudencias. Y lo digo porque conozco como ciudadano a varios de los nombrados por la señora Navarro en su ciceroniano discurso. Y sé que algunos forman parte de aquellos políticos profesionalizados cuyo medio de vida –nada incómodo, por otra parte- es el servicio a la Patria. E, incluso, más de uno no mantuvo la continuidad en el cargo porque el señor presidente se opuso. Por tanto, para seguir en las listas con seguridades absolutas de elección en 2015, ¿a quién han de contentar si saben que el señor Rivero no repetirá como candidato? (Pero, señora Navarro, supongamos que el señor Rivero venció al señor alcalde lagunero, su contrincante. Usted que conoce las debilidades humanas, dígame: ¿quiénes de los que usted pone como impactados cargos con poder decisorio se hubieran atrevido ni tan siquiera a susurrar? ¿Cuántos y cuáles?)   

   Por otra parte, distinguida señora, permítame con el más riguroso respeto hacia usted, y en ese sereno y relajante modo que usted tiene de comunicarnos sus impresiones, alguna que otra observación. Por ejemplo: dice usted que el señor Rivero es “un presidente de Gobierno prejubilado”. Yo le digo, señora, que por suerte para todos. Porque líbrennos  Dios y la espada de San Miguel Arcángel de aquellos que nunca se jubilan. Así, tras la última visita del señor Rajoy a Guinea (por cierto, el único mandatario de la Europa democrática), tengo la impresión de que se afianzó aún más la perenne presidencia de aquel terrible, corrompido y corruptor dictador que tras su golpe de Estado declaró la ruina moral, ética, de justicia y de libertades y encarcela, desaparece, fusila o aísla a sus contrincantes.

   Y aunque no era presidente, pero sí generalísimo bajo palio, Franco no fue jubilado: solo la muerte pudo con él. Usted, por su juventud, no participó en huelgas universitarias ni tomó conciencia en su tierna infancia de la realidad en que aquel dictador imprejubilable desarrolló su macabro poder. Sin embargo, al señor Rivero lo prejubila la voluntad de los votantes en las primarias. Pero antes, usted formó parte del pacto CoATIción Canaria – PP. Y él era el presidente.

   En segundo lugar, el señor Rivero hoy sigue representando al Gobierno de Canarias, por más que usted se haga esa pregunta (“¿A quién representa?”.) Pero que deje de hacerlo está en las manos de sus señorías, las que forman el Parlamento canario, PP y usted incluidos: ya que usted afirma con rotundidad que “no superaría una cuestión de confianza”, presente un voto de censura. Ahí vería usted qué “socios lo han abandonado a su suerte”. Y, de paso, pregúntele en referéndum a la ciudadanía sobre la continuidad del señor Rajoy.  

   Es más, señora Navarro: si el señor Rivero -tal usted afirma- es “un presidente desahuciado por los suyos” y, además, “abandonado a su suerte por sus socios”, ¿a qué espera para dar fe de su responsabilidad hacia Canarias y, por tanto, buscar inmediatas y urgentes soluciones al supuesto estado caótico en que se encuentra la Comunidad con un presidente que no preside, que está solo, ayer seducido y hoy abandonado, como la protagonista de la película italiana Sedotta e abbandonata, de Pietro Germi? La legalidad vigente, señora, se lo permite: salve a Canarias.  Lo otro, las palabras del señor Rivero (respetables), déjelas donde están, no es el momento.

* Publicado con autorización del autor