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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

La bandera canaria de las siete estrellas verdes - por Nicolás Guerra Aguiar

 

NICOLÁS GUERRA AGUIAR 100

   Por orden judicial -a instancias gubernativas- el 22 de octubre estaban suspendidos los izados de la bandera con siete estrellas verdes (“¡Ay, mamá, bandera tricolor!”) en centros oficiales canarios: cumplía 52 años. No obstante, ondeó unos minutos en la acera del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife junto a otras, razón por la cual la delegación del Gobierno presentó denuncia. (Dos años antes se venteó en el de Arrecife, Lanzarote. Sin vulcanismos sociales).

 

BANDERA CANARIA EN EL MAR

La bandera canaria de las siete estrellas verdes - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Por orden judicial -a instancias gubernativas- el 22 de octubre estaban suspendidos los izados de la bandera con siete estrellas verdes (“¡Ay, mamá, bandera tricolor!”) en centros oficiales canarios: cumplía 52 años. No obstante, ondeó unos minutos en la acera del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife junto a otras, razón por la cual la delegación del Gobierno presentó denuncia. (Dos años antes se venteó en el de Arrecife, Lanzarote. Sin vulcanismos sociales).

   Me había seducido la curiosidad: a las once acudí al cabildo de Gran Canaria donde, supuestamente, se izaría. Sin embargo, tras la orden dictada desde el juzgado todo se limitó a la intervención oral del señor presidente. Acataba, pero a la vez muestra su desacuerdo pues el acto había sido aprobado por 23 consejeros sobre 29. Consideró el mandato como “ataque a la libertad de expresión”.   

   No obstante, un democrático organismo oficial grancanario se adhería a tal onomástica. Lo cual significaba ya un avance pues, hasta la fecha, la tricolor con las siete estrellas verdes viene a ser algo así como una realidad aceptada pero no admitida en rigor y puridad oficiales: su enhiesta ubicación junto a las europea, española, comunitaria oficial, provincial y local no es legal. Desconozco si el incumplimiento de tal disposición tiene la misma cualificación supuestamente delictiva que la ausencia de la rojigualda con escudo y corona en organismos vascos y catalanes pues –si no estoy equivocado- la bandera oficial española debe ondear por imperativo legal en todos los centros oficiales, dependientes o no del Gobierno español. Por tanto, también en todos los edificios de las comunidades autónomas. Además, en lugar preferente y a mayor altura.

   Me presenté, pues, en el edificio. Solo cinco policías nacionales uniformados hicieron acto de presencia por los alrededores (muy prudentes, sin ostentación alguna). Finalizado el acto único (intervención del señor presidente), con el mismo sigilo y sensatez se retiraron. A fin de cuentas se celebró en dependencias cabildicias, donde no hubo la tan socorrida “alteración del orden público” para justificar su intervención. Muy al contrario, todo se desarrolló con absoluta madurez política: las ochenta personas (estimación) allí presentes se comportaron como serenos ciudadanos, con pacífica naturalidad. Muchos de ellos iban abrazados a su símbolo patrio, representación material de una idea independentista, de un concepto absolutamente respetable en cuanto que forma parte de la libertad inherente a la condición humana. Por tanto, no solo tienen derecho a su exposición material: además, tal derecho debe ser protegido, pues la tricolor estrellada no pregona la violencia para la consecución de un fin con el cual –ese es otro tema- se puede o no estar de acuerdo.

   El acto –marcado por la prohibición judicial- vino a recordarme otro celebrado en Las Palmas (Plaza Belén María, zona Puerto) años atrás. Si no recuerdo mal, celebraban también un homenaje al mismo símbolo. Cientos de manifestantes, cientos de banderas, miles de estrellas verdes recorrieron una pequeña explanada del recinto portuario. La expectación era manifiesta: blancos, azules, amarillos y verdes fueron los prolegómenos a la intervención del señor Cubillo, líder independentista. Megáfono en mano exaltó ante los asistentes los pilares básicos de su movimiento, la no españolización de Canarias, y reclamó a viva voz la independencia de las Islas. Cientos de cuerpos y mentes vibraron emocionados, exultantes, apasionados… No hubo prohibición.

   ¿Qué vino después? Desde que soy testigo directo de tales actos (digo “testigo”) vi lo de siempre: ausencia de violencia, respeto a contenedores y coches aparcados, rostros descubiertos, gritos independentistas…  Algunas sopladeras tricolores ascendían en silencio, sin roncos ruidos de voladores y tracas.  Hubo respeto absoluto a transeúntes, curiosos, chonis que no paraban de sacar fotos… La estrellada canaria ondeó durante horas cerca de la brisa marinera y en zona obrera lejana a barrios de mansiones o arboledas, pues su arraigo (o sentimiento parcial) se ve más próximo cuanto más nos alejamos del centro urbano, acaso indicio.

   Los organismos oficiales tienen sus distintivos. No hace mil años, ni tan siquiera cincuenta –ya era alcalde el señor Rodríguez Doreste, don Juan- hubo en Vegueta lo que muchos llamaron “actos de vandalismo y barbarie”: sectores populares boicotearon la procesión cívico – religiosa en la cual, con preferencia y escoltado por “autoridades”, se paseaba el pendón de la conquista, símbolo de la llamada “Incorporación de Gran Canaria a la corona de Castilla”.  Aquellos canarios sintieron en sus esencias el impacto negativo de una bandera supuestamente traída por los conquistadores y que cada año, ininterrumpidamente, se enarbolaba (a veces con sobrepasados orgullos patrios) y se le rendían honores oficiales. Cuando dejó de salir a la calle y quedó como un simple vestigio de la historia, nadie la echó de menos; nadie reclamó su procesionalización; nadie lloró por su ausencia: el pueblo no la veía como algo suyo. Y cuando digo “pueblo” no me refiero solo a quienes se manifestaron activamente y lograron su propósito: incluyo a miles de grancanarios, impávidos ante su archivo en vitrinas. El pendón no era símbolo de los grancanarios.

   Con grandísimo acierto, Canarias7 reprodujo una foto de 1979. En ella aparece el primer alcalde democrático de Las Palmas de GC, don Manuel Bermejo (adelantadísimo ecologista y no independentista) en el balcón del ayuntamiento capitalino (Plaza de Santa Ana) el día de su elección: la verdiestrellada bandera tricolor se extiende casi a todo lo largo del edificio oficial.

   Sin embargo al señor Fernández Escandón, gobernador civil del momento, no se le ocurrió ordenar la retirada de la bandera en tal acto multitudinario. Muy al contrario, actuó con serenidad, prudencia y visión política a pesar de que provenía del Sindicato Vertical y llegó a ser diputado nacional por Alianza Popular (génesis del actual Partido Popular). Y eso que 1979 fue un año de arraigado sentimiento independentista o, acaso, de honda -y frustrada- esperanza nacionalista.

   Unos sienten la verdiestrellada tricolor. Otros envían SMS de apoyo.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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