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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

El Comitè Antiimperialista en memoria y homenaje al camarada Joan Sureda Casamor - por Tamer Sarkis Fernández

 

FRASE TAMER

El Comitè Antiimperialista en memoria y homenaje al camarada Joan Sureda Casamor - por Tamer Sarkis Fernández, COMITÈ ANTIIMPERIALISTA

 

      Puede decirse, en honor de los grandes amigos, que solamente cuando muere un amigo es cuando lo pensamos desde el arrebato y por tanto desde el cuerpo; desde la pasión fundida con ese recorrido común. La amistad unida a la muerte tiene la facultad de sacarnos literalmente de nosotros mismos. Es así -solamente entonces- cuando lo in-corporamos a él, sus amigos, de un modo superior, tal que nuestro amigo vence la muerte. Y la vencerá por siempre: él en nosotros, nosotros en otros, y así…, ya que los humanos estamos condenados al bendito destino eterno de la socialidad, de la cooperación diaria, de la política y de guerrear, y, por ende, también de la amistad. La vida no tiene punto final (Che Guevara).

      Joan fue un militante de la vida: la vivió como Federico Hegel nos explica que está destinado a vivirla todo aquello que es Real y genuinamente Racional: a través de la Aufheben; de la auto-trascendencia. Por lo que yo he llegado a descubrir y a comprender de Joan, él vivió desde edad muy joven a partir de ese gesto de lo Real, de lo Elevado: se distingue en él siempre esa negación hegeliana de la propia alienación (es decir, de las condiciones del estar-en-el-mundo) para así afirmar una síntesis superior del Yo –a cada paso más pura- con cada gesto de militancia en la vida.

      Joan pudo haberse quedado en aquello que en un principio brindaba comodidad a su ser: podía haber sido un heredero, un propietario, un potentado de farmacopea y un gestor de sus propias condiciones materiales de existencia. Pero ya nos explica Hegel que el Espíritu no es jamás el siervo fiel de la materia. Y así Joan negó su propia materialidad para formarse en un saber de carácter político superior: el Derecho. No es que él decidiera libremente ir más allá de sí mismo en función de no sé qué puerilmente fabulada libertad de decidir. Es que Joan estuvo determinado por el impulso de trascendencia. Y no dejaría jamás de afirmar dicho impulso.

      Fijaos: ya como jurista, Joan pudo haberse hecho una estatua de oro defendiendo a los ricos en litigio y los litigios de los ricos, cumpliendo perfecta (y lacayunamente) con la ley de los ricos. Y sin embargo, traicionó a su clase social de origen, poniendo su conocimiento, facultades y empuje al servicio de quienes más necesitan de un buen abogado.

      Podría, correlativamente, haber entrado a militar en el partido de su clase burguesa. Y no obstante militó en el partido socialista cuando el partido socialista no era todavía el partido de la Agenda 2020 y de su caos organizado, por la tribu-mafia parasitaria de la humanidad, contra España, contra Europa y contra el arco y Levante mediterráneos.

      A través de la farmacología y del Derecho, el saber de Joan podía haberse conformado a recrearse en la pequeña, prosaica y tranquila matriz de “nuestras sociedades” alimentadas por una materialidad global. Pero Joan persiguió comprender esa globalidad que determina “nuestras sociedades” y sus relaciones de captación, de concentración y de dispendio de plusproducto y de Valor; de modo que Joan estudió Antropología Social y Cultural.

      En lo político, su curso vital de negación de la negación, le llevó desde el socialismo hacia el comunismo. Y, consecuentemente, le llevó a continuar buscando el comunismo desde el comunismo, aplicando las claves críticas marxistas al propio marxismo. Así rechazó el eurocomunismo, que apagaba la llama alumbradora del horizonte. Y, más allá, yo lo recuerdo en una y mil discusiones rechazando siempre el relativismo tanto como un supuesto “purismo”. Yo lo recuerdo siempre abanderado contra el grupusculismo, contra el fraccionalismo y en definitiva contra ese nefasto “espíritu de círculo” (como lo llamaron los bolcheviques). Por lo mismo, Joan llamó siempre al estudio y al debate de escritos mal-venidos a la supuesta “ortodoxia” y rechazó que el dominio de la experiencia y del conocimiento acumulado, sobre la juventud, pudiera tornarse en una “venerable costumbre” presidiendo lo organizativo o la línea orgánica.

      Desde su conocimiento y su profundidad, Joan sabía que nuestra naturaleza animal es naturaleza Política. Pero también sabía que la política de emancipación obedece, no sólo a un proyecto, sino a una necesidad antropológica: devenir aquello que podemos; afirmar en la vida aquello que podemos; producir –y así producirnos- tras haber extirpado el bloqueo histórico impuesto por la alienación. Esta síntesis suya de pensamiento (este medir nuestro futuro posible y necesario no reductivamente desde la Política ni de la Antropología, sino desde la Antropología Política), consagró a Joan en las filas del antiimperialismo, del lado incondicional de la humanidad proletaria sin ahorrar críticas a sus habituales direcciones burguesas nacionalistas (o nacionales).

      En el Comitè Antiimperialista, Joan siempre propuso el debate de las grandes cuestiones y de los escritos como clave para ajustar ideas y práctica a las grandes exigencias del presente. Y me consta, por conversaciones, que Joan comprendió con claridad la necesidad primera (básica) de concentrarse allá donde se produce y se reproduce un sujeto determinado a mantener vivo el curso de la historia. Si miramos más allá, hacia el horizonte, la historia sigue revuelta y necesitando de un principio ordenador de sus energías tan disconformes como desbordantes. Un día se puso triste en una reunión, mientras rememoraba y hacía balance de “acumulación de fuerzas”. Le respondí que la idea de “la acumulación de fuerzas” inducía a tristeza, porque en sí esa idea era triste y un error en sí. Y le comenté a Nietzsche en paráfrasis: “Algunos se creen profundos porque van a pescar a estanques muy profundos, donde no hay peces. A esa pesca ni siquiera la llamo yo superficial”. Se le alegró enseguida la cara, y seguimos con nuestra tarea (¿qué tarea primaria emancipatoria sinó?) de com-unión con el sujeto así como de producir un sujeto.

      Me supe leído por Joan -un honor- y sobre todo me supe comprendido por él. Mejor aún: me supe discutido, reconocido y en definitiva valorado. Él siempre tenía para mí el honor de pedirme que escribiera los pronunciamientos del Comitè para nuestras convocatorias y nuestras concentraciones (respecto de Siria, de Ucrania, de Colombia, de Venezuela, etc.). Debemos continuar, cada uno a su modo, sin Joan; pero siempre, al pensarlo y al in-corporarlo en nosotros, continuamos con Joan.


 

Tamer Sarkis Fernández

COMITÈ ANTIIMPERIALISTA

En Granollers, 1º de mayo de 2019  

      COMITÉ ANTIIMPERIALISTA

      mancheta 10