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viernes, 19 de abril de 2024 07:36h.

Confesiones de agosto - por Francisco González Tejera

Un gran amigo sufre la miseria del desempleo, tantos años trabajando para verse con 50 años sin nada, con una ínfima ayuda social que no le da para nada, encima puede perderla por haberse despistado con el día del sellado en la oficina de empleo...

Confesiones de agosto - por Francisco González Tejera *

 
Un gran amigo sufre la miseria del desempleo, tantos años trabajando para verse con 50 años sin nada, con una ínfima ayuda social que no le da para nada, encima puede perderla por haberse despistado con el día del sellado en la oficina de empleo. Esa frialdad que emana de un estado corrompido, donde mafiosos pasan las vacaciones en yates, aunque estén imputados por gravísimos delitos de corrupción, son recibidos por ministros en sus despachos para hablar del “¿Cómo va lo mío?", de cualquier mierda al margen de la realidad de un pueblo que pasa hambre, de un pueblo que ya no puede más, mientras esta gentuza saquea y roba el patrimonio público.
 
Mi amigo que tanto me ha ayudado en otros momentos de la vida está destrozado, hoy nos vimos en una de nuestras muchas luchas y me dijo que no aguanta, que se siente víctima de un régimen terrorista, donde los ladrones viajan en coche oficial y firman decretos y leyes, donde la gente honrada pasa miserias y hambre, sufre pisoteada por siniestros personajes con permiso para delinquir en absoluta impunidad, para asesinar la democracia en la España de las maravillas para unos pocos hijos de la gran puta.
 
Hablamos largamente después de estar con una periodista y el gráfico de un medio de comunicación canario, me decía el colega del alma que se sentía estafado después de tantos años trabajando, que ahora no podía más, que su salud se doblegaba, que no tenía fuerzas para nada, que estaba hundido entre la angustia y el dolor de verse sin nada.
 
Los dos compartimos el miedo por la comida de nuestras hijas, el presente y el futuro tan negros, la ansiedad cuando suena el teléfono y vez un número raro que no conoces, esa sensación de ser mártires de la violencia de estado, de que al menos si tuviéramos armas, como en otros tiempos de la historia, podríamos combatirla con fuego, resistencia y justicia revolucionaria.
 
Hablamos de Rodrigo Rato, de Bárcenas, de Blesa, de todos los casos de corrupción política generalizada que vemos cada día en este país podrido, de cómo son protegidos por gobernantes “supuestamente” iguales o más delincuentes que ellos mismos, de la absoluta impunidad de miembros de la Casa Real que “presuntamente” han robado sin que jamás sean condenados, de los suicidios, de cómo cada caso de desapariciones de personas está asociado con inmolaciones por razones económicas, del señor que el otro día en Canarias se tiró al mar con su coche, del taxista que aparcó su auto y se encaminó hacia el abismo, lanzándose al vacío sin que nadie lo supiera, hasta que fue encontrado su cadáver, de cómo una vecina llamó a la policía cuando vio tirarse a un chico joven por el Puente de Lomo Blanco, del lúgubre momento en que los agentes bajaron al barranco Guinigüada encontrando dos cuerpos más, dos muertos más que nadie había visto volar desde el inmenso precipicio.
 
Llegamos a la conclusión de que hay que seguir luchando, que esta gentuza de los gobiernos se alegra cuando alguien muere, que para ellos es un número menos en los presupuestos de las prestaciones y ayudas sociales, un plato menos en el comedor social, de que el genocidio es estructurado y premeditado, que lo que persiguen es destruir los derechos sociales, convertirnos en esclavos/as de esta mafia franquista ultracatólica y multimillonaria.
 
Acabamos en su humilde huerto regando las verduras y los arbolitos frutales, tuvimos tiempo para algunas risas, para ver el libro de Daniel Ortega junto al viejo sillón cama, los recuerdos de la revolución sandinista, los tiempos de la guerrilla, esa lucha a muerte tan necesaria para acabar con las brutales injusticias, de que las elecciones no sirven para nada, que está todo demasiado viciado, de que hasta esas nuevas fuerzas emergentes y mediáticas están también dentro del sistema como hemos visto en Grecia.
 
Concluimos hermanados en la lucha hasta la victoria, “no hay otra salida”, dijimos convencidos, sembrar semillas de futuro y dignidad, ser simientes de tiempos de amor y derechos civiles. La indescriptible victoria de las flores sobre la destrucción y el holocausto de la esperanza.
 
 
* En La casa de mi tía por gentileza de Francisco González Tejera
 
 
Rodrigo Rato y Alicia González durante unas vacaciones en Ibiza