Cosas de la vida... - por Ramón Armando León Rodríguez *

Hace unos días me senté en uno de tantos bancos que hay en el parque de San Telmo, cerca del bar terraza ubicado en ese lugar.

Al ratito apareció un señor empujando una silla de ruedas con un anciano. Hola, huyendo del calor, me comentó sentándose a mi lado. Era un hombre que aparentaba unos 60 años, pero no pude determinar la edad del anciano de la silla, aunque yo diría que pasaba de los 80.

Estaba muy delgado y eso acentuaba las arrugas de su rostro en el que no quedaba nada de alegría, sus ojos, cansados y tristes, miraban al suelo con resignación. El hombre que hacía de “lazarillo”, también tenía un rictus de amargura en su rostro. Yo intuí que era el hijo del anciano y que lo había sacado de un centro de mayores por unas horas. Ambos estaban muy tristes y su tristeza podía ser contagiosa. Pasados unos minutos le pregunté al cuidador, con un poco de temor, ¿No debería este señor llevar un sombrero para paliar un poco los rayos de sol? Sí, pero olvide traerlo, me dijo sin mirarme. Al momento se levantó y se fue empujando la silla con paso cansino, como si le faltara fuerza y energía.

¿Tendrá el cuidador, si llega a verse en las mismas circunstancias, quien lo pasee en silla de ruedas? Me pregunté mientras ellos se alejaban. 

Cuando uno es joven no suele prestar demasiado atención a estas situaciones, pero a medida que te vas haciendo mayor te ves, en cierta manera, en una situación similar.

En fin, renuncié a seguir pensando en cosas trágicas y enfoque mis pensamientos hacia cosas más placenteras. 

Al momento se sentó otro señor mayor en el banco y trató de darme conversación, cosa que evite levantándome. La experiencia anterior me había quitado las ganas de hablar.

…¿O no?

* Del muro en FACEBOOK de Ramón Armando León Rodríguez