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viernes, 29 de marzo de 2024 00:12h.

De la Guerra Civil española a sus nietos - por Nicolás Guerra Aguiar

 

nicolás guerra aguiar pequeña Mientras leo el último número de Amnistía Internacional me entero de que concretos jóvenes españoles nacidos a partir de 1970 forman “La generación de los nietos”. Esto implica dos generaciones anteriores (las de padres y abuelos) perfectamente delimitadas por la edad (diferencias superiores a quince años). Las tres a veces conviven, pero sobre todo comparten hecho que las marcó: la Guerra Civil española.

 

De la Guerra Civil española a sus nietos - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Mientras leo el último número de Amnistía Internacional me entero de que concretos jóvenes españoles nacidos a partir de 1970 forman “La generación de los nietos”. Esto implica dos generaciones anteriores (las de padres y abuelos) perfectamente delimitadas por la edad (diferencias superiores a quince años). Las tres a veces conviven, pero sobre todo comparten hecho que las marcó: la Guerra Civil española.

   Así, “La generación de los nietos” comprende a quienes crecieron protegidos o amparados por leyes democráticas. Estas, no obstante, de nada les sirven para reclamar elemental justicia ante asesinatos y barbaries en la España franquista. Muy al contrario, la Ley de Memoria Histórica -un ejemplo- está condicionada por intereses políticos (¿ideológicos?) que controlan cualquier reclamación hecha por familiares de represaliados. Ya en su madurez intelectual, muchos “nietos” han pretendido la recuperación física o moral de sus abuelos o padres, pero desde arriba –incluidos gobiernos psocialistas- trabas, pegas y burocracias lo impiden.

   Por tanto, muchas de las leyes (también la Ley de leyes) necesitan urgentes revisiones y adaptaciones a los tiempos nuevos. La Constitución actual fue aprobada en 1978, milenio anterior: los más jóvenes votantes tienen hoy 59 años. Y en su aprobación nada tuvo que ver más de la mitad de la población actual. E, incluso, hay quienes la votaron treintaiocho años atrás quizás más llevados por esperanzas e ilusiones o como el imprescindible paso para romper con el pasado inmediato.

   El concepto “generación” puede ser entendido con dos variantes. Una, como conjunto de personas de aproximadamente la misma edad. Así, canarios treintañeros forman parte de la misma generación que jóvenes neozelandeses también treintañeros. Pero, en términos generales, solo tienen en común la edad aproximada pues cultura, educación e influjos sociales no solo no son coincidentes, muy al contrario: pueden ser dispares en momentos. Por tanto, no comparten con Ortega y Gasset (1933) su afirmación referida a “Un mismo mundo de creencias colectivas”, método generacional que aplicó a la Historia.

   El segundo significado es mucho más preciso por restrictivo. Se refiere a las personas que además de compartir edades muy próximas coinciden en lo que Petersen (1930) denominó “Requisitos generacionales” para lo literario, tan familiares para los alumnos del Curso de Orientación Universitaria (COU) en la asignatura de Literatura Española del siglo XX pues se aplican a los componentes de la llamada Generación del 98, por ejemplo. Algunas de las exigencias valen en los momentos actuales, por más que rigurosamente se circunscriben a escritores. Por tanto, y con osada flexibilidad, las aplico a nuestros jóvenes (“los nietos”) para englobarlos en el segundo significado, más esclarecedor.   

   Así, Petersen habla de “formación intelectual semejante” para los supuestos componentes de una generación, requisito cumplido hoy: jamás España había tenido tantas universidades (acaso en exceso) y tantos universitarios a quienes, claro, se les supone la tal intelectualización. De ahí que se hayan acostumbrado en las aulas a buscar respuestas a preguntas, a indagar, a usar razones y razonamientos ante “historias” de abuelos y padres en apariencia más cercanas a batallitas y fantasías que a impactos personales, familiares y colectivos. Tal sucedió en miles de pueblos esparcidos por la geografía española (Gáldar es un ejemplo de represión, asaltos nocturnos, persecuciones, desapariciones… en agosto de 1936). 

   Dos: deben tener relaciones personales. En 2016 dominan Internet y las redes sociales. Por tanto, hoy no son necesarias coincidencias físicas en revistas u homenajes para saber unos de otros como les sucedió a los miembros del 98. No obstante, muchos de estos jóvenes se conocen personalmente (los vi abrazarse hace años en Arucas, cuando los restos de varios represaliados –algunos, paisanos míos- recibieron homenaje popular.)

   Como tercer punto, la participación en actos colectivos propios. Actualmente podríamos considerar que movimientos sociales como el 15-M, las campañas políticas e incluso la militancia activa son comunes a muchos jóvenes. Pero hay más: con frecuencia, “nietos” se reúnen o participan en jornadas para explicarles a los demás cómo padecimientos, angustias y negrísimos recuerdos permanecen en las mentes de sus padres, testigos de la sanguinaria represión franquista o, acaso, víctimas directas.

   Le sigue la existencia de un acontecimiento identificador importante, acaso lo primordial. De esto saben mucho aunque no participaron en la Guerra Civil ni fueron conscientes de sus consecuencias hasta años después del nacimiento. Pero ya a partir de ciertas edades palpaban silencios y empezaron a saber de palizas, aceite de ricino, lazareto de Gando, desapariciones físicas, sima de Jinámar, pozos de Arucas, Mar Fea, “Playa de los ahogados” (González Tejera), Patitos a la mar”… (La hija de Jesús Gutiérrez Diego lo supo en Cantabria. Su padre fue encarcelado por un consejo de guerra en 1972: había usado en un poema palabras prohibidas.)

  Como requisito final, el anquilosamiento de la generación anterior (en este caso, la de sus padres); es decir, su paralización evolutiva salvo extraordinarias y admirables excepciones. Pero el imparable tic tac del reloj marca casi siempre, por acción u omisión, involuciones o naturales deseos de olvido. Más cuando se imponen desengaños, caen esperanzas, promesas… y desde arriba se traicionan las verdades, las terribles y bárbaras verdades…  Se rompe también por enfermedades físicas, bloqueos de la mente o el silencio de tumba que sobre el franquismo y sus sangrientas persecuciones aún permanece en instituciones oficiales: ¿cuántos alcaldes se niegan a excavar fosas colectivas en las cuales yacen socialistas, comunistas, antifascistas y republicanos, fusilados simplemente por sus ideas?

   Con todo su derecho –pero a la vez con lágrimas en los pensamientos- incluso a inconformistas de ayer los han hecho muy mayores debilitados ya por inaniciones, fraudes y desencantos... Sé de activistas antifranquistas en luchas callejeras, manifestaciones, huelgas generales y revoluciones pendientes: ya forman parte del pasado o acaso del recuerdo que debe ser olvidado. Pero sus hijos continúan. A fin de cuentas, el franquismo también pasó el infierno por infancias y primeras edades juveniles de “La generación de los nietos”.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar *

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