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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Lo más en acto de servicio: dar la propia vida - por Erasmo Quintana

 

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Lo más en acto de servicio: dar la propia vida - por Erasmo Quintana *

diego díaz gcEste pasado invierno que podríamos catalogar de atípico por su crudeza, ha deparado infinidad de acontecimientos adversos en casi toda la geografía hispana. Hasta ayer mismo en Guillena (Sevilla), un cabo primero de la Guardia Civil ofrendaba su vida en un heroico acto, después de haber salvado a tres personas, arrastrado por la inusual corriente del río. Este medio anónimo cabo primero, Diego Díaz -poco ha trascendido su nombre-, por fin encontraron su cuerpo y va a ser objeto de homenajes oficiales y privados, concediéndosele como mínimo la Medalla de Oro de Protección Civil. Merecido, porque lo más sublime en acto de servicio es dar la propia vida.

duque de ahumadaPersonas como este cabo primero dignifican una institución militar como es la Guardia Civil. Esta fue fundada por el castrense Francisco J. Girón Ezpeleta, II Duque de Ahumada, en mayo de 1844. Su creación se debió a una necesidad de orden público en aquella época convulsa de las frecuentes asonadas militares dieciochescas y su respuesta en revueltas populares del pueblo, con luchas callejeras y barricadas, además de bandoleros y gente de mal vivir; ese pueblo analfabeto que se sentía amordazado y ninguneado por los detentadores del poder: militar, económico y la Iglesia.

guardia civil s XIX

guardia civilEste cuerpo, que en los primeros años de gobierno socialista se especuló con quitarle su carácter militar, ha sido en esencia reflejo de quien ha venido gobernando el país. En época de la dictadura franquista, dicho benemérito cuerpo fue un encarnizado represor de la ciudadanía, un perro de presa, convertido el suelo patrio en un descomunal cuartel militar. La España cuartelera y autárquica, de miseria y hambre, que los guardia civil perrode mi época y yo conocimos bien. El mismo estamento, una vez vivimos en plena democracia, es otra cosa. Hay que añadir que toda Institución está formada por un variado abanico de seres humanos. Y, como ejemplo, referir las imágenes que todos hemos visto en el conflicto de Lavapiés: un grupo de antidisturbios dirigirse a un hombre que, apoyado en policía lavapiesuna farola, rumiaba el recuerdo del mantero compatriota senegalés fallecido, descargando sobre él sin venir a cuento un tremendo porrazo que lo dejó tirado en el suelo completamente inconsciente, mientras seguían su camino. Momentos después, percatados de que no se movía, volvieron para recogerlo, llevándolo a otro lugar donde lo reanimaron. ¿A qué se debió tan brutal descarga, si nada hacía aquella persona apoyada en la farola? ¿Quienes hacen esto tienen sana la cabeza?

general narváezEn los antidisturbios es frecuente ver que no hay ponderación ni equilibrio; en muchas intervenciones su actuación, en vez de tranquilizar a un manifestante, lo encoleriza. Pero volvamos a la Guardia Civil, y convendremos seguramente que entre sus miembros hay más de uno que es ejemplo de sentido común y rectitud. Del general Narváez se decía que era hombre sanguíneo e irritable, que sus cóleras hacían palidecer al más templado, y la más sorprendente de sus cualidades era su innata capacidad de mando, cosa que vieron sus coetáneos durante todo el reinado de Isabel II.  Militar de los pies a la cabeza, poseía ese privilegio especial que movía sin remedio a la obediencia. Con estos antecedentes, veamos lo que un día sucedió:

teatro realContaba seis años de existencia el Cuerpo de la Guardia Civil, cuando tuvo lugar un acontecimiento sorprendente por la avilantez puesta de manifiesto por un número de este popular Cuerpo militar. Sobre 1850 un pequeño destacamento fue destinado a la vigilancia del Teatro Real y alrededores para encauzar la dirección que debían seguir los carruajes de los asistentes al Coliseo. Una de esas noches el presidente del Gobierno, el general dictador Ramón Mª de Narváez, llegó en su coche oficial. El cochero, convencido de que el presidente podía circular a su antojo, intentó ir por donde estaba prohibido. El guardia civil encargado de regular la circulación, sin tener en cuenta las insignias del carruaje presidencial, con acento imperativo espetó: “¡Atrás!”. El conductor frenó los caballos, pero el presidente, sorprendido, asomó por una de las ventanas, preguntando: “¿Qué ocurre?” –Señor, que el guardia nos impide el paso. –“Soy el presidente del Consejo de Ministros. ¡Adelante!”. El número de la Guardia Civil contestó respetuosamente: “Señor, tengo recibida la consigna de que en esta dirección no circule nadie; ahora bien, si vuestra excelencia quiere quebrantarla, puede pasar, pero tendrá que hacerlo rodando el coche sobre mi fusil”, dejándolo caer en el suelo. El presidente tuvo que hacer un heroico esfuerzo para contenerse y no ordenar a su cochero seguir.

Subió al palco destrozado. Su vanidad había sido herida por un humilde guardia civil, y mandó llamar al duque de Ahumada, Director general del Cuerpo, al que le dijo: “Yo no puedo permitir que se desobedezca la autoridad del jefe del Gobierno. Ese guardia debe ser trasladado de Madrid”. A lo que el duque de Ahumada contestó: “Ese guardia será trasladado como es su voluntad, pero no por mí. Lo hará mi sustituto, porque en este momento le presento mi dimisión irrevocable”, al tiempo que dejaba su bastón sobre la mesa presidencial. Ante esto Narváez le suplicó: “Recoja usted ese bastón y olvide lo del traslado de un guardia que con tan envidiable y ejemplar firmeza ha sabido llenar su puesto. Entréguele de mi parte este cigarro puro, como prueba de que aplaudo su proceder”.

Desconocemos si un tipo como el descrito hizo brillante carrera en la Benemérita Guardia Civil, pero de lo que no hay duda ninguna es que se los gastaba como el caballo de Espartero.

espartero y su caballo

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana

ERASMO QUINTANA RESEÑA