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viernes, 19 de abril de 2024 00:09h.

Millones de personas obligadas a decidir entre el hambre o el Covid-19 (GRAIN)

 

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"Todo lo que tenemos que aprender" dice Federico Aguilera Klink, al señalr este importante y aleccionador informe que ofrece GRAIN. Es una, creo yo, Chema Tante, de las muchísimas lecciones que nos trae la invasión v´rica con la que la Pachamama nos ha advertido de las equivocaciones en que se ha incurrido. El sistema de distribución de alimentos, concebido únicamente para obtener el máximo beneficios, no es el adecuado, ni para cumplir con su verdadera función ni, mucho menos, para garantizar el acceso de la toda la población del Planeta al sustento. Y respetar los derechos de todo el mundo tiene que ser la primera prioridad, no los beneficios de la oligarquía afortunada.

El cambio hacia los sistemas alimentarios comunitarios

Para impedir el desastre del que nos advierten tanto la OIT como el Programa Mundial de Alimentos, apelaríamos a tres tipos de medidas.

Inmediata:

  1. Recursos para iniciativas comunitarias: de manera urgente, necesitamos un reconocimiento y el apoyo masivo a los esfuerzos comunitarios para alimentar a los que lo necesitan. Fondos, herramientas y otros recursos deben ser entregados a estos esfuerzos. Esto puede significar financiamiento o materiales para grupos barriales o comunidades indígenas que necesitan equipos de protección personal, habitaciones o espacios para organizar y transportar stocks de alimentos. Esto puede significar recursos para los gobiernos regionales o locales para realizar el trabajo en conjunto con las organizaciones de base comunitarias, cooperativas y la gente dedicada a la agricultura. Y debe significar apoyo de los mismos gobiernos locales, ya sea a través de medidas administrativas o de infraestructura. Muchos ya lo están haciendo, pero se requiere ampliarlas, masiva y rápidamente. Mientras el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otros donantes ayuden a los gobiernos a encarar la crisis sanitaria, financiando sus necesidades, la mayor parte de esto será un gran negocio. Sería mejor asignar más a los gobiernos locales y así lograr que los apoyos lleguen a los esfuerzos comunitarios.

Largo Plazo:

Mejorar las condiciones de los agricultores y de los trabajadores: Necesitamos mejorar la posición de los trabajadores de los sistemas alimentarios, desde la producción o adquisición, en todo su recorrido hasta la venta al menudeo, las entregas y los servicios de comida. Esto implica: salarios más altos o un ingreso universal básico que pague mucho mejor a los trabajadores de bajos sueldos o llegue a personas que hoy están fuera de la economía salarial; un lugar en las negociaciones para redefinir la organización y las condiciones del empleo, como muchas organizaciones de trabajadores están exigiendo; plenos derechos a la previsión de la salud, pagos por someterse a riesgos, condiciones seguras de trabajo y cuidado de la infancia; y quizás, lo más importante, un mejor estatus en la sociedad. El campesinado también debe ser apoyado con sistemas seguros para llegar con sus productos a los mercados y con precios justos que aporten a su sustento. Al mismo tiempo, los trabajadores o “jornaleros” agrícolas deben recibir salarios decentes y condiciones de trabajo saludables. La crisis del Covid-19 ha dejado en claro cuán importante es, para nuestro bienestar, las labores en la agricultura, el transporte, la distribución y la entrega de alimentos. Las personas que trabajan en el sistema están en la primera línea como muchos de los trabajadores de la salud. Se merecen un mejor lugar, mejor paga y una distribución más justa de beneficios —y ahora es el momento de hacer ese cambio estructural.

Rehacer los sistemas alimentarios públicos: Necesitamos reinventar y reforzar los mercados comunitarios en el ámbito de los alimentos, desde el nivel local hacia arriba. Y necesitamos conectar estos mercados con los productos de los agricultores y pescadores a pequeña escala. El cierre por la emergencia del coronavirus nos ha mostrado, de manera muy dura, que no podemos confiar en la estrategia del comercio global y cómo el control del sector corporativo sobre segmentos de nuestro suministro de alimentos, convierte la supervivencia en algo precario. Necesitamos poner fin a los fondos públicos dirigidos hacia corporaciones productoras de alimentos o de los agronegocios, excepto como apoyo a los trabajadores. También necesitamos abordar la concentración en la industria alimentaria, a través de medidas antimonopolios o una legislación anti-fincas industriales y apoyos directos para los pescadores, mataderos, lecherías y mercados en pequeña escala. Sabemos que vendrán más pandemias. Ahora es la oportunidad para avanzar y consolidar una orientación pública para nuestros sistemas alimentarios, algo similar al sector salud donde tenemos investigación médica pública, hospitales públicos y medicamentos genéricos fuera del alcance de la garra de las leyes de patentes, que son útiles a la codicia corporativa. El alimento no es solo un bien público; es un bien social y necesita estar garantizado, protegido y ser entregado a todos como lo es la previsión en salud.

Si algo positivo resulta de esta crisis, puede ser recuperar y reafirmar los sistemas públicos y comunitarios en nuestros países, después de décadas de privatizaciones y un poder corporativo usurpador. Estos sistemas deben apoyar y desarrollarse a partir de soluciones que las comunidades locales ya están mostrando. La alimentación, como la salud, es un importante punto por dónde empezar.

Todo el importante informe de GRAIN

https://grain.org/e/6467

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