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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

En la plaza y con voluntad común (Luis García Montero, con Vicente Aleixandre)

 

vicente aleixandre

Vicente Aleixandre

luis garcía monteroEl poeta, con el poeta. El poeta Luis García Montero se apoya en el poeta Vicente Aleixandre, con su En la plaza, que evoca la felicidad del 14 de abril de 1931, con la emoción de bajar a la plaza y sumergirse en la multitud que celebraba la llegada de la libertad democrática. "Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo". Una libertad democrática que recuerdo yo, Chema Tante, que se truncó con la felonía franquista y que no se ha recuperado todavía totalmente. Y, en este artículo en INFO LIBRE que recomienda Antonio Aguado Luis llama a sentir de nuevo esa emoción, simplemente, retomando la unidad. Una manera sentida de insistir en que solamente se podrá vencer la montaña de mentiras del Pp es "que desaparezcan para la izquierda las dichosas líneas rojas que impiden el diálogo y las alternativas reales.". Una forma poética de halar de las orejas a la gente que dirige los partidos de izquierda, porque son incapaces de canalizar esa realidad de que la mayoría de la gente "sabe que [en el PP} mienten".  La culpa es del Pp, pero la responsabilidad es más amplia. Una emoción, la descrita en el poema, que pudimos también sentir en las plazas con el 15M. Me ha parecido bueno añadir a la cita y el enlace que siempre pongo, el apasionado poema de Aleixandre. Para ver si podemos de nuevo sumergirnos en las plazas y "desnudarnos, fundirnos, reconocernos..."

 

 

puerta del sol 14 abrilpuerta del sol 15 m

Puerta del Sol, la plaza, 14 de abril de 1931; 15 M

De manera que la responsabilidad política no se agota en el PP y en sus votantes. Afecta también a todos los que no conseguimos crear un espacio público en el que de manera humilde y confiante pueda ser real una voluntad común, un consenso de verdad que sustituya al circo de la mentira. Si el PP degrada la democracia española acostumbrándonos a convivir con la mentira, también la degradan los que no configuran una alternativa posible para castigar sus engaños ruidosos con la pérdida del poder.

https://www.infolibre.es/noticias/opinion/opinion/2017/09/03/en_plaza_con_voluntad_comun_69129_1023.html

 

vicente aleixandre

En la Plaza, Vicente Aleixandre

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!