Régimen electoral fraudulento en Canarias - por Erasmo Quintana * 

Tenemos ahí mayo a la vuelta de la esquina, mes de elecciones al Parlamento europeo, locales, insulares y autonómicas, en las que tanto nos jugamos, por lo que bien merece una reflexión. Si en un proceso electoral depositamos nuestro voto, debe contarse como lo que es: un voto. Pero si quien vota es de El Hierro o de Fuerteventura su voto no vale uno, vale como diecisiete. Es lo mismo que si un votante de estas islas, a la hora de introducir su papeleta, lo hicieran  diecisiete personas, cuando en Tenerife y Gran Canaria la introduce un solo votante. Esto, como el más tonto verá, beneficia a CC-ATI, la cual con una alquimia de brujería de lo más depurada, ha retocando la Ley Electoral para consolidar la supremacía chicharrera sobre el resto de las islas, amaño del régimen electoral vigente con la condescendencia bobalicona de los dos partidos mayoritarios PSC y PP.

Hasta el mismo sistema democrático se manipula con trazos gruesos, convirtiéndolo en una especie de dictadura. Por ello me cuesta creer que el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, se sienta plenamente legitimado en virtud de una fórmula de elección manifiestamente mejorable. Y el dato: 350.000 ciudadanos de Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, La Gomera y El Hierro tienen 30 diputados, los mismos 30 que tienen 1,750.000 ciudadanos de Tenerife y Gran Canaria, es decir que 1,400.000 son votos virtuales, incorpóreos. La engañifa reside en que con la “triple paridad” se tiene más en cuenta el territorio que las personas (los habitantes que lo componen), pero  el Gobierno, que se viene sucediendo indefinidamente a él mismo, es el que mantiene “mimadas” a esas islas mal llamadas menores, de tal modo que el cojitranco régimen electoral, aunque castiga a Gran Canaria y a Tenerife por igual, a CC-ATI no le roza en absoluto, pues siempre Tenerife es la isla más beneficiada de todas, no habiendo por tanto fuerza humana que la despegue del poder.

La siniestra Ley electoral, tratando de corregir una injusticia incurre en otra mayor, alcanzando proporciones de muchísimo daño. Está bien que las islas no capitalinas tengan la representación parlamentaria que merecen, pero corregida con más precisión y equidad, nunca el disparate que es ahora. Éstas, como las capitalinas, tienen sus problemas que se deben atender con la más depurada justicia; pero esos problemas se ven más agravados cuando la población que hay que atender es muchísimo más numerosa. Los problemas gordos están donde reside la gente. Así que no me digan que todas en esto son lo mismo. A territorios poblacionales desiguales, tratamientos desiguales. Es lo más justo.

Hubo no hace mucho tiempo en Las Palmas de Gran Canaria y Santa cruz de Tenerife  una importante manifestación a favor de la reforma de la Ley electoral (para muchos -entre los que me encuentro-, insuficiente porque no propone la Circunscripción Única, condicio sine qua non para hacer Nación Canaria, frente a los siete reinos de taifa, que  mantiene separados a los canarios ad infinitum), reforma electoral ante la que un diputado de CC por Fuerteventura, Mario Cabrera, se puso nervioso tocando a rebato: “No vamos a permitir -afirmó- pasos atrás en la Historia de Canarias”, temeroso de que le usurpen el chiringuito del que viene disfrutando hace más de dos décadas. Para él, su bienestar es la Historia de Canarias. Yo, si me lo tropiezo le pregunto: “Para usted, ¿qué es Democracia?, porque la misma es aquella en que un solo voto da la mayoría, votos todos del mismo valor, se entiende. Si el señor diputado no lo ve así para su magín, ¿no cree que juega con socarrona ventaja? ¿Qué teme? Dígalo, si no por su situación de privilegio, sí al menos por la situación del estatus ventajista de sus correligionarios con respecto al resto de representantes del grueso poblacional de la Comunidad, logrado a base de un repetido e impostado victimismo.

Desalentador es comprobar que de ser posible una ley que no baje tanto los topes, que permite entrar en el Parlamento un número indeterminado de partidos -imposible saber cuántos-, lo que convertiría la Cámara regional en una jaula de grillos, por contra consienta que los canarios de todas las Islas puedan elegir en igualdad al cabeza de su partido favorito, candidato a presidir la tierra canaria. Desterrando lo actual, claro, que cada Isla elige a “su” partido, elegidos los cuales se reúnen después en una mesa buscando, mediante el yo te doy tú me das, conseguir la mayoría para poder gobernar. Lo que se logra es el mirarse el ombligo: lo primero es “mi Isla”. Y con ello, se prima y potencia el “insularismo”, no fuertes lazos entre los canarios, y el sentimiento de pertenecer todos a la Nación canaria.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana