El símbolo de la Paz es una mariquita - por Daniel de Cullá
Estoy mirando una mariquita en una hacienda de Brenes
Propiedad de un hacendado del ladrillo, ladrón de cuello blanco
Y pienso en la paloma de la Paz
Que unos sobrinos de un obispo de anillo pelaron
Haciendo desafueros en Sevilla al amanecer un día de mayo.
El símbolo de la Paz es una mariquita
Daniel de Cullá
Estoy mirando una mariquita en una hacienda de Brenes
Propiedad de un hacendado del ladrillo, ladrón de cuello blanco
Y pienso en la paloma de la Paz
Que unos sobrinos de un obispo de anillo pelaron
Haciendo desafueros en Sevilla al amanecer un día de mayo.
La paz que conocemos es como una doncella principal desposada
A quien el amante hecho fantasma viene a verla de noche, por miedo.
Más yo veo la Paz en la Mariquita porque tiene seis patas
Y es roja con puntos negros como el sol reflejado en un cántaro de agua
Con dos alas rojas y duras, y dos alas transparentes para volar.
Cuando se posa, esconde las alas transparentes bajo las alas rojas
Y, para andar, usa sus seis patas ganchudas.
Con las dos pinzas, o mandíbulas, que tiene junto a la boca
La mariquita caza pulgones como aquel cura de Lorca
Que se ofreció a una casada diciéndole muy bajo:
-“Mucho os quiero, María”; respondiendo ella:
- “Yo a vos también”.
La mariquita puede comer cincuenta pulgones al día
Como los bancos desahucios a razones y cosas que desconciertan
Llegando algunos a tirarse por la ventana y matándose al caer.
Sus dos antenas le sirvan para saber dónde está
Buscar comida y también otros insectos, mejor en los tres días de Carnaval.
En primavera, la hembra y el macho se emparejan
Para tener bebés mariquitas pese a la oposición de la Iglesia
Poniendo sus huevos sobre una hoja repleta de pulgones sacrosantos.
Al cabo de siete días, reflejo de la creación del mundo
Nacen las larvas engordadas muy deprisa y se comen a los pulgones.
Colgadas de una hoja, como la crisis en papel del tesoro
Al cabo de ocho días se transforman, ellas en mariquitas
Ellos, los banqueros en maricones.
Una mariquita amarilla sale de su envoltura como un feto neonato
Que, en pocas horas, cambia de color: se pone roja con puntos negros
Como aquella mariquita boca arriba vista en Navarra
En aquel barrio que es san Miguel, donde un pájaro quiso atacarla
Y ella echó por su patas un líquido de mal olor que atolondró al pájaro.
Durante el invierno, las mariquitas se esconden bajo la corteza de un árbol
Durmiendo apretujadas las unas contra las otras y viendo
Cómo el escarabajo pelotero se alimenta de estiércol
Y el algarrobo politiquero, sirviéndose de lo ajeno, come mierda
No teniendo hecha la media calle por excelencia.
Daniel de Cullá