A menudo llamamos, en clave de coña "premios Nobel" a quienes  se distinguen por su capacidad toleta. Y, desde luego, se merece este cachondeo un tipo encaramado en la cúspide del Banco de España, Hernández de Cos, que engrasa su estupidez con el oro neoliberal. El hombre se atrevió a fijar en 150.000 los empleos que iban a destruirse con la subida del salario mínimo a esos miserables 900 euros. No 149.000, ni 152.000 puestos: exactamente 150.000 determinó el velillo gobernador con su ábaco tecnocrático. La Comisión Europea, con una tabla de logaritmos más discreta, limitó su cachanchanada a 70.000 que, según su tenebrosa bola de cristal no se destruirían sino que, simplemente, no se crearían. Pero a esta insufrible canalla de esbirros del neoliberalismo le desmiente un Premio Nobel de verdad, no de coña. Como nos cuenta Luis Doncel en EL PAÍS, Joseph Stiglitz, sin varitas mágicas ni arcanas chisteras, sino con datos, hace ver que, aparte de la justicia, la eficiencia económica exige salarios razonables. Y yo, Chema Tante, les recuerdo a toda esta insalla vendida al capital que fue un capitalista insigne como Ford, el de los coches, quien dijo que si los obreros no ganan lo que es conveniente, no pueden consumir y la economía se estanca. Tiestos