¿Todos insensibles y deshumanizados? - por Erasmo Quintana
¿Todos insensibles y deshumanizados? - por Erasmo Quintana *
¿Pertenecemos a una sociedad enferma? Interesante pregunta. Fijémonos tan solo en el modo en que recibimos (y aceptamos como lo más natural) las noticias de catástrofes donde mueren cientos, miles de seres humanos, con encogimiento de hombros porque a nosotros no nos afecta, y tendemos a creer normal que ello ocurra en esas latitudes e imposible que nos pueda suceder a nosotros. Si tales devastadores fenómenos naturales (he ahí lo sucedido hace poco en la Península) nos viene vía televisión, el interés dura lo que duran las imágenes, dejándonos indiferentes como si nada hubiésemos visto. Sin embargo, esto que nos ocurre con tanta frecuencia tal vez sea un síntoma. ¿Seremos tan insensibles, tan deshumanizados, cada vez más? El grado de un cierto bienestar nos puede llevar a esa insolidaridad, pues lo evidente es que cuando somos pobres la tendencia general es a compartir, muy generosamente, lo poco que tenemos.
Nos hemos acostumbrado tanto a ver esos rostros transidos de dolor y de angustia, esa desesperación dibujada en las miradas de parias que huyen del infierno africano, que ya hasta nos molesta para hacer una buena digestión. Nos hemos fabricado una coraza que nos aísla de tanto sufrimiento venido en cayucos y pateras, coraza con la que logramos ser claramente insolidarios, y donde se 
ve mejor que en otro aspecto la maldad y zafiedad del ser humano. Tenemos, pues, que convenir en que hay un escalofriante déficit de humanidad. Nadie comprende un problema hasta que no lo siente en carne propia. ¿Quién hace suyas las circunstancias del alzheimer, del síndrome de Down, el autismo, la tetraplejia o el cáncer? Nadie; solo lo entiende al que le va tocando. Pero lo terrible es que no solamente somos egoístas con la gente que nos viene de fuera; lo somos también y en igual medida con los de aquí, nuestros paisanos.
Ejemplo: nadie quiere una cárcel en su municipio, como ocurrió en Guía de Gran Canaria hace unos pocos años, despreciando una importantísima inyección de euros con los que el Estado premiaba al municipio por su aceptación, riqueza que al final redundaría en los propios vecinos. Al final, se levantó en Juan Grande, zona sureña de la principal explotación turística en la Isla. ¿Quién es capaz de ponerse en el pellejo de la madre con un hijo o hija condenados, cuya condición era, al estar cumpliendo condena en la Península, suponía la pena doble, por la imposibilidad de visitas ante lo oneroso del coste de los viajes para precarias o escuálidas economías. Diez mil firmas se recogieron para que tampoco se pusiera en el Sur. La pregunta que cabe hacernos en este caso es, ¿deben tener un hijo condenado con años de cárcel cada uno de los firmantes que se oponían al levantamiento de una cárcel?
Olvidados y desamparados tenemos en nuestra tierra aunque no los veamos ahí, delante de nuestros ojos. El concienciado amigo Chema Tante, dueño de esta ventana, se hizo eco de la muerte de una anciana de ochenta años que murió sola y abandonada, sin techo, en plena calle de Santa Cruz de Tenerife, en las inmediaciones del Centro Comercial del Mercado, a plena luz de un claro día mañanero. Hay, como vemos diariamente, dinero para todo lo que quieren los políticos (incluido mejorarse el suculento sueldo) cosa que hacen como 
Hay suficientes medios económicos para subvencionar la siniestra Fundación Francisco Franco, destinada a realzar la figura y la memoria de un militar golpista criminal y genocida, que mantuvo durante cuarenta años las escopetas del Ejército apuntando al pueblo, dinero ese que es de todos pagado con nuestros impuestos, y no lo hay para atender lacerantes carencias ciudadanas. ¿Es o no un problema de sensibilidad social y cuestión de humana humanidad?
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana
