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jueves, 25 de abril de 2024 22:08h.

¿Vulgarismos lingüísticos o usos populares? - por Nicolás Guerra Aguiar

 

NICOLÁS GUERRA AGUIAR 100   Mantienen algunos hablantes la creencia de que las academias de la lengua deben ser el indiscutible mandamiento, la perfección lingüística, el dictamen sobrehumano para lo que llaman “el correcto uso de la lengua”. Sin embargo, olvidan algo fundamental: la lengua es propiedad de los hablantes. Y ellos deciden, por ejemplo, si cesar es lo mismo que dimitir, o si opción puede sustituir a alternativa.

¿Vulgarismos lingüísticos o usos populares? - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Mantienen algunos hablantes la creencia de que las academias de la lengua deben ser el indiscutible mandamiento, la perfección lingüística, el dictamen sobrehumano para lo que llaman “el correcto uso de la lengua”. Sin embargo, olvidan algo fundamental: la lengua es propiedad de los hablantes. Y ellos deciden, por ejemplo, si cesar es lo mismo que dimitir, o si opción puede sustituir a alternativa.

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      Como les sucede a las personas, las lenguas nacen, se transforman y mueren. Unas se pierden definitivamente (caso del dalmático, lengua romance hablada hasta finales del XIX en Dalmacia, costa del mar Adriático).

dalmático

A otras las desaparecen, como les sucedió a las llamadas lenguas guanches, perdidas tras la conquista de Canarias por los españoles (exterminio de las poblaciones indígenas, imposición escrita y oral del castellano…).

guanches

Pero algunas supuestamente extintas son recuperadas: al hebreo oral lo renacen y ponen al día casi a comienzos del XX con un fin, su conversión en la lengua oficial del futuro Estado judío.

hebreo

         Es criterio generalizado entre los filólogos que la más destacada característica del castellano como lengua románica o romance (derivada del latín) fue la aparición de la h- (aspiración documentada desde el siglo IX) por la pérdida de f inicial latina. Así, voces como farīna, faba, facĕre… evolucionaron respectivamente a las pronunciaciones [jarína], [jába], [jacér].  Esta aspiración se da por terminada en la primera mitad del XVI: consecuentemente, aparecen harina, haba, hacer. Por tanto, en la palabra latina filiu (a lo largo de siglos) el grupo –li- se transforma en –j-; la u final abre en -o y la f inicial se aspira [jíjo] para, posteriormente, perder la aspiración: de ahí la palabra hijo (aunque el español mantiene “filial”, ‘relativo al hijo’).

mayo de mayo la palma

"... que no sabe ni jablaaar..."

diccionario de canarismos   No obstante, esta desaparición no fue tal en todos los niveles sociales. En efecto: es ya inexistente en los cultos, tanto en la lengua hablada como escrita. Pero hoy no solo permanece en el vulgo (entendido como conjunto de la gente popular): se conserva aún en el Diccionario de la Lengua (DEL) de la RAE y también en el Diccionario Básico de Canarismos (DBC), Academia Canaria de la Lengua, como documento notarial de su persistencia incluso en sectores instruidos lingüísticamente.

  

Sirva como adelanto un ejemplo: el adjetivo jediondo (del latín vulgar *foetibundum) con significado de ‘maloliente’ está recogido por el DLE, aunque este matiza que se trata de un vulgarismo. Sin embargo, el DBC le añade otros significados: ‘Persona que se porta mal’ y ‘arbusto’. Es más: en Canarias comemos jediondos (‘pez de escama hasta de dos kilos. Vive cerca del fondo. Se le suele llamar merluza canaria’). Y aunque “Pa’ una mala compaña / más vale solo” este puro, limpio y perfumado adjetivo viene arropado en el mismo DBC por jedentina (‘mal olor penetrante e insoportable’) y jediondada (1.’Porquería, suciedad, inmundicia. 2. Acción sucia e indecente’), por más que el programa de Internet subraye en rojo ambas voces.

      La forma jeder (con supuesto significado de ‘despedir un olor muy malo y penetrante’) no figura en ambos diccionarios. El de la RAE registra heder, del latín foetēre. Pero en Canarias, incluso en niveles cultos, es frecuente escuchar “Esto, más que huele, jiede”. Y si es en la lengua escrita, suele ponerse entre comillas para indicar que se trata de una cita textual tomada de otro estamento. Sin embargo, coloquialmente su peso lingüístico es mucho más impactante que el de heder.

   Así, el sobaco hiede cuando está esponjosamente regado por el líquido que segregan las glándulas sudoríparas, cuyo olor es parecido al de la orina.  Pero si acaso “jiede”, el impacto es infinitamente superior, capaz de tumbar epilépticamente al pobre infeliz sometido a tal maremoto putrefacto y fermentado. Y a veces hasta con insectos, liendres o caránganos recién duchados en líquidos de mofetas o escarabajos bombarderos, cuando no en los canarios bufos, especie de pedos sin sonoridades acústicas aunque impregnados de hidroquinona y peróxido de hidrógeno, detectables a más de un kilómetro de distancia. (Por cierto: ¿qué será de un compañero de cuartel, Daniel P.O.?)   

   Lo mismo sucede con hembrerío, inexistente en el DLE. Pero tampoco registra las voces hembrero y hembrita, presentes en el DBC, espléndido en este campo: muestra con j inicial no solo la palabra hembrear (1. ‘Dicho de un animal macho: mostrar inclinación a las hembras. 2. intr. Engendrar solo hembras o más hembras que machos’) sino, también, las tres anteriores.

   Ocurre además con los significados de ciertas palabras. El Diccionario de la RAE define la voz jeito como ‘red usada en el Atlántico para la pesca del boquerón y la sardina’. Aquí –al menos en Sardina de Gáldar y Agaete- se usó el chinchorro para tales menesteres. Y la palabra gallega la usamos (DBC) para referirnos a: 1. ‘Movimiento brusco que puede producir una torcedura. 2. Maña, destreza, habilidad’. De ahí que en Lanzarote, Gran Canaria, Tenerife y La Gomera una persona jeitosa es ‘amañada, habilidosa’.

   Curiosamente, hay diferencias incluso con países de habla hispana. Así, jeringón es un americanismo registrado como tal en el Diccionario y cuyo primer significado es ‘chistoso’, desconocido en Canarias. Sin embargo, participamos de la segunda acepción (se extiende también a la República Dominicana) como adjetivo coloquial: ‘Dicho de una persona, que molesta o enfada’.

   Así pues, ¿vulgarismos que expresan incorrección lingüística o incultura? En absoluto: son términos avalados por la Academia Canaria de la Lengua con visión menos restrictiva. Y ya sabemos que de ella forman parte, en este caso concreto, lexicógrafos cuya autoridad científica llega mucho más allá de la raya. Ya lo aclara la propia Academia en la presentación del libro: “Conjunto de voces escogidas que dan un colorido y aroma especiales al habla de los canarios quienes hacen uso de ellas en su vida diaria, sobre todo en situaciones no formales y en ambiente familiar”. Por tanto, menos complejos y más espontaneidad en ciertos momentos.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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