Efectivamente, como dice María Mir-Rocafort en su OPINIÓN POLÍTICA, este estado que llaman España está roto. Roto, precisamente por quienes se pasan el día gritando y acusando al resto de quererlo romper. Porque la rotura,  como bien sabe Mir-Rocafort, no es por ideas, sino por odios, por intolerancias. Y, aunque parezca mentira, han tenido que ser dos personas diametralmente opuestas ideológicamente a Mir-Rocafort, Montse Bassa y Oskar Matute; y otra más cercana, María Jauregui, quienes vienen a darle la razón. De una parte de la rotura, formamos quienes, pensando cada cual lo suyo, estamos por el diálogo en paz. Y en la otra, las huestes belicosas que solamente saben hablar de odios y agresiones. Es cierto, con el nuevo gobierno progresista tenemos que empezar a remendar muchas cosas. Pero me temo que la rotura eterna, la de las dos españas machadianas, tiene todavía complicado remedio. La única solución es que las gentes pensantes cierren filas frente a la estupidez.

Nuestro sistema educativo tiene su base en la escuela prusiana, que nace al albor del Despotismo Ilustrado (s.XVIII-s.XIX), y que se caracterizaba por una fuerte división de clases, fomentando la disciplina, la obediencia y el régimen autoritario.