Con sinceridad que le honra, pero con la insufrible simplonería que marca en todo lo que hace, Sánchez el psociata ha querido dejar constancia de su lejanía de los principios y los ideales socialistas, rememorando a Adolfo Suárez con aquella redundancia que ha pasado a la historia del "puedo prometer y prometo". Pero Sánchez demuestra de nuevo desconocer buena parte de lo que ha pasado en este estado y ha perdido una oportunidad de ser todavía más sincero.
En estas prevísperas electorales los candidatos hablan y hablan; muchos se repiten en memorizadas monotonías las más de las veces vacíos de contenidos, y prometen lo que sea menester con tal de arrancar un voto. Pero en los discursos no están los reconocimientos de sus contradicciones, ni el mea culpa ante privilegios a ellos reservados.
Una cosa juro, y otra cosa pienso
"Sería extraño un país donde todo el mundo se pudiera manifestar sin pedir autorización" ha dicho este sujeto. Y demuestra no saber que la Constitución que él tanto defiende cuando le conviene, habla de "comunicación" en caso de "reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones". En ningún caso, la Constitución habal de "autorización". Eso era -y quieren que vuelva a ser- cosas el franquismo. La cabra tira al monte.